CUMBRE LATINOAMÉRICA - EUROPA

Una Latinoamérica fragmentada trata en Lima de culpar a Europa de sus problemas

La crisis alimentaria mundial y las tensiones internas del subcontinente marcan la V cumbre ALC-UE.

Se abre hoy en Lima la V Cumbre de la Unión Europea y los países de América Latina y el Caribe (ALC), que reunirá a más de 60 jefes de Estado o de Gobierno. Pero una vez más, como sucediera en Viena hace dos años, las previsiones de avances en materias de gran interés para los dos grupos geográficos parecen remotas y el perturbador histrionismo de Hugo Chávez se anuncia, de nuevo, como cabecera inevitable de las informaciones que emanarán de la reunión.


Dos son los títulos oficiales de esta cumbre: la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la exclusión; y el desarrollo sostenible. Pero bajo los enunciados bullen realidades políticas y económicas de considerable trascendencia, a las que va a ser difícil encontrar respuesta por la fragmentación de Latinoamérica, posiblemente la más dispar desde los años 70.


Los biocarburantes, y su presunto impacto en el precio de los alimentos, se anticipan como el tema más controvertido de la reunión. El canciller peruano, José García Belaunde, expresaba esta semana su convencimiento de que los precios de la alimentación serán la piedra de toque de la cumbre, con el objetivo de la UE de introducir un 10% de biofueles en el transporte por carretera para 2020 como principal línea diferenciadora de posiciones.


Alianzas coyunturales

Líderes con intereses petroleros concretos como Chávez componen alianzas coyunturales con librecambistas como el peruano Alán García, que ve con preocupación el impacto potencial de los proyectos de sustitución de los hidrocarburos en la evolución de precios del trigo o el maíz.


El libre comercio es observado, a la luz de la crisis alimentaria, como un arma de doble filo por promotores y detractores, con las negociaciones de Doha como telón de fondo. Para los primeros, la eliminación de los aranceles abarataría las importaciones de productos alimenticios y bajaría los precios para los detractores, en cambio, resulta obvio que la inevitable reducción de los subsidios agrarios provocaría la desincentivación de los agricultores, generalizando la dependencia exterior.


Europa, a pesar de todo, asiste a la reunión con la esperanza de lograr concesiones de Brasil y de otros grandes productores latinoamericanos, para reactivar las negociaciones de la ronda de Doha. Los días previos han servido para que los líderes europeos, por separado, buscaran estrechar lazos con distintos países latinoamericanos, en un ejercicio que no deja en buen lugar la coordinación europea.


Chávez se ha preocupado por atraerse los focos de las cámaras ya antes de la cumbre. Sus ataques a Angela Merkel constituyen una perturbación objetiva para la reunión, aunque la canciller alemana cuente con el temple suficiente para no caer en el juego de las provocaciones del venezolano.


España asiste a la reunión como gran patrocinador de la aproximación de la UE al subcontinente. Espera ser la anfitriona la próxima cumbre, prevista para el primer semestre de 2010.


Los sudamericanos acuden a la cumbre con graves problemas internos. Si hace dos años, Chávez agitaba las aguas después de haber abandonado la Comunidad Andina y Evo Morales acababa de anunciar la nacionalización de los hidrocarburos, hoy, el primero observa el deterioro de su posición en Venezuela, y el segundo asiste al intento de secesión de la zona rica del país. La crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela por las FARC da muestras de no haber concluido. Argentina ahonda su aislamiento, fruto de torpezas evidentes de Cristina Kirchner, y Brasil prosigue su lenta pero segura marcha hacia la consolidación como potencia regional. Europa, en este escenario, no puede ser el catalizador de tantas voluntades dispersas. Las previsiones de la reunión son magras.