RUSIA

Tambores de guerra vuelven a sonar en el Cáucaso

En la noche del 7 al 8 de agosto del año pasado las tropas georgianas intentaron recuperar por la fuerza el control sobre Osetia del Sur, territorio que la ONU reconoce como parte integrante de Georgia. Hasta aquel momento, Rusia también consideraba que el conflictivo enclave estaba bajo la soberanía de Tiflis. Moscú respondió a la incursión con una contundente contraofensiva que hizo retroceder a las tropas georgianas y que duró tan sólo cinco días. Después reconoció la independencia de Osetia del Sur y también la de Abjasia, la otra provincia separatista de Georgia.


Un año después, la tensión se ha vuelto a disparar hasta el punto de que hay analistas que estiman muy probable un nuevo conflicto bélico. Hay también quien opina que Rusia no intervendrá de nuevo militarmente en Georgia por miedo a ser aislada internacionalmente y porque su economía no está para veleidades.


Pero lo cierto es que, a juzgar por los pronunciamientos de los últimos días, a ciertos miembros de la cúpula rusa no parece faltarles ganas de llevar a término lo que el año pasado les impidió el líder francés, Nicolas Sarkozy, entonces presidente de turno de la Unión Europea. Sarkozy efectuó un viaje relámpago a la capital rusa y logró que el Kremlin detuviera la operación que pretendía a todas luces derribar al actual presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili.


Un año después, el estado de cosas no satisface a nadie. Georgia no renuncia a su soberanía sobre Osetia del Sur y Abjasia, los habitantes de ambos enclaves no ven mejorar su situación, mientras Rusia percibe que el atolladero surgido obstaculiza su relación con Occidente. Hasta el momento, el único país que ha secundado a Rusia en el reconocimiento de la independencia de osetios y abjasos ha sido Nicaragua.

 

"Provocaciones"

Desde hace días, Rusia viene denunciando "provocaciones" armadas por parte de las fuerzas georgianas en la frontera en la frontera con Osetia del Sur. Concretamente, ataques con morteros y armas automáticas. Sin embargo, los observadores de la UE desplegados en la zona no han corroborado que efectivamente sea así.


El subjefe del Estado Mayor del Ejército ruso, el general Anatoli Nogovitsin, la cara visible del dispositivo castrense ruso durante la guerra del año pasado, advirtió el miércoles que una nueva agresión de Tiflis contra Osetia del Sur "tendrá una debida respuesta por nuestra parte". Como hiciera hace 12 meses, Nogovitsin culpó de la actual espiral de tensión a Occidente y, sobre todo, a EE UU por ayudar a Georgia a "restablecer su potencial militar de forma encubierta".


Tiflis, por su parte, cree que todo es una "invención" de Moscú para justificar una nueva guerra. El presidente norteamericano, Barack Obama, telefoneó esta semana a su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, para instarle a evitar acciones que compliquen aún más la situación en el Cáucaso. La OSCE, por su lado, ha pedido a Moscú y Tiflis que dejen de echar leña al fuego. En este alarmante contexto, visitaba Tiflis el secretario de Estado adjunto norteamericano, Daniel Fried, con una doble misión: palpar la situación sobre el terreno y lanzar una nueva señal de apoyo a Saakashvili. El vicepresidente Joe Biden ya lo hizo en otra visita efectuada en julio.