El 1 de enero de 2003, Luiz Inacio 'Lula' da Silva se convirtió en el primer obrero en llegar a la Presidencia de Brasil, y asumió el Gobierno rodeado de esperanzas y también del escepticismo de muchos. Ocho años más tarde, avalado por un índice de aprobación popular del 83% -el más elevado de la historia brasileña-, Lula entrega a su delfín y sucesora, Dilma Rousseff, un país económicamente más poderoso, políticamente más influyente y con grandes progresos en la lucha por la erradicación de la miseria.

La combinación de programas de asistencia directa a los pobres, como el Beca Familia, con políticas de significativos aumentos reales para el salario mínimo y ampliación del acceso al crédito hicieron desplomarse el número de pobres en el país, donde 29 millones de personas de las clases D y E se incorporaron a la clase C y al mercado consumidor en los últimos ocho años.

Lo más polémico de los ocho años de Lula fue la política externa, en la que el presidente fue criticado por su acercamiento a líderes polémicos como el de Irán, y por su silencio frente a denuncias de violación de los derechos humanos en Cuba y China. No obstante, cosechó elogios por su éxito en estrechar las relaciones con los países latinoamericanos, así como por convertir al estado en un interlocutor destacado en el escenario internacional.

Mañana se darán cita en Brasil representantes de 47 países, entre los que se encuentra el Príncipe de Asturias.