CUMBRE BILATERAL

Nada que celebrar, pero tampoco de que arrepentirse

A Benjamin Netanyahu le habían recomendado que no pestañeara. Si Menajem Begin se enfrentó al entonces embajador de los EE. UU., Sam Lewis, para advertir que Israel no era "una república bananera" o Yitzhak Shamir dijo en su momento "no" a la exigencia norteamericana de congelar los asentamientos y ambos sobrevivieron, el consejo para la cita con Barak Obama era que se aferrara a los asuntos de los que está convencido y no mostrara debilidad.


"Aférrate a los asuntos de los que estás convencido. No pidas disculpas. No te pases de listo. Sobre todo, no pestañees. No hay nada peor que pestañear en la primera reunión", sugería con vehemencia el analista Nahum Barnea


Cumplida la entrevista, la opinión general es que Netanyahu supo el lunes mantener el tipo en el Despacho Oval, incluso crear "un buen vínculo" con su interlocutor. Pero poco más. En cuanto a los resultados, la prensa de Tel Aviv era hoy cruda: "Acuerdo en que no hay acuerdo", titulaba el 'Yedioth Ahronoth'. "La impresión tras la reunión en la Casa Blanca es que, mientras que no hay razones para celebrar, tampoco las hay para arrepentirse", interpretaba el editorial del 'Ma´ariv', resignado, como la mayoría de los diarios, a consignar la falta de avances, -al menos aparente-, en el diálogo de sordos mantenido entre un Netanyahu enrocado en Irán y un Obama atornillado a la solución de dos Estados como base para lograr la paz con los palestinos.


Según se ha filtrado, el presidente de los Estados Unidos "inundó" hasta tres veces al primer ministro judío con su exigencia sobre el Estado palestino, la Hoja de Ruta, Anápolis, la congelación de asentamientos, la necesidad de respetar los compromisos anteriores o la situación humanitaria en Gaza. Pero Netanyahu permaneció impasible.


"Obama no dejó piedra sin remover, -aseguraba hoy la prensa israelí-, no hubo una sola ampolla que no pisara y no pareció que a Netanyahu le molestara.


Pero del verdadero significado de lo que ambos se dijeron a solas durante más de hora y media, probablemente no haya una noción plena hasta pasados días. El 4 de junio, Barack Obama planea presentar en El Cairo una "nueva iniciativa de paz regional" para Oriente Próximo, conclusión de sus encuentros con el rey jordano, -al que ya recibió en abril-, el primer ministro israelí y los presidentes palestino y egipcio, a los que verá la próxima semana. Será la hora de la verdad.


Porque, hasta donde ha trascendido, Netanyahu no logró su objetivo de que Obama pusiera fecha límite a sus planes de dialogar con Teherán, ni la "amenaza iraní" en el número uno de su agenda.


Obama tampoco logró que Netanyahu mencionara ningún tipo de compromiso con el futuro Estado Palestino. Hoy tampoco lo hizo cuando, en un encuentro con senadores y diputados judíos norteamericanos, repitió que está preparado para relanzar "inmediatamente" las negociaciones de paz, lo que en el lenguaje de Netanyahu sigue aludiendo a lo mismo que antes de pisar la Casa Blanca: a los ámbitos económico y de seguridad. No al político. No hay cambios.


Con todo, el senador demócrata John Kerry dijo sentirse "animado" por las palabras escuchadas hoy al primer ministro israelí. Y oficiales estadounidenses citados por Ap, que tras este viaje hay "más trabajo que hacer" para intentar salvar las brechas entre Washington y Tel Aviv.