MARRUECOS

Miles de marroquíes exigen reformas y la limitación del poder monárquico

Varios episodios violentos en diferentes ciudades rompen la calma en el llamado Día de la Dignidad.

La pacífica jornada de manifestaciones en Marruecos para pedir reformas democráticas derivó a última hora en disturbios en varias ciudades que empañaron las reivindicaciones y arrojan dudas sobre el futuro de las protestas.


Siguiendo el mismo patrón que en el resto de países árabes, un grupo de jóvenes fue el encargado de convocar a través de la red social Facebook las concentraciones para pedir una nueva Constitución que limite el poder ejecutivo del rey Mohamed VI. Existía expectación por conocer la respuesta de los marroquíes a este llamamiento, el primero en el país después del estallido de las revueltas árabes en Egipto, Túnez, Bahréin o Yemen.


A la convocatoria, denominada el Día de la Dignidad, se sumaron asociaciones de derechos humanos, partidos de izquierda y, sobre todo, los islamistas del movimiento Justicia y Caridad, que demostraron su poder de convocatoria en la mayor protesta, celebrada en Rabat con unas 10.000 personas.


Pese a la lluvia con que amaneció la mayoría del país, el clima concedió un respiro a los manifestantes según avanzaba la mañana, lo que propició que se sumasen a las protestas familias con niños.


En Rabat, la marcha se dirigió hacia el Parlamento con un número cada vez mayor de gente, que repitió consignas como «el pueblo quiere una nueva constitución» y entonó el himno de Túnez en honor a la revolución en ese país.


Sin alusiones al monarca


En su mayor parte los manifestantes no hicieron alusiones directas al monarca, si bien los blancos de sus cánticos fueron algunos de sus asesores más cercanos, como su antiguo secretario y fundador del partido PAM, Fuad Ali el Hima, o el hombre encargado de dirigir sus finanzas, Munir Majidi.


En Casablanca, mientras, muchos de los 2.000 manifestantes que se congregaron blandían rosas rojas y amarillas para destacar el carácter pacífico de la protesta.


Pero ese pacifismo se fue diluyendo con el paso de las horas hasta degenerar en auténticas batallas campales en algunas ciudades. En localidades del norte y del sur comenzaron a surgir actos de vandalismo y violencia que tuvieron como objetivo comisarías, sucursales bancarias, establecimientos de hostelería o edificios oficiales.


Los disturbios más graves tuvieron lugar en Larache y Alhucemas, en el norte del país, así como en Marraquech, en el sur, y en todas ellas la Policía practicó un número indefinido de detenciones.


En Alhucemas, los manifestantes lanzaron piedras contra una comisaría y prendieron fuego a dos vehículos de Policía, según testigos. Najim Hidush, activista local, aseguró que «los organizadores perdieron el control de los manifestantes cuando estos se enfrentaron a las fuerzas del orden, que usaron gases lacrimógenos».


Mientras, testigos presenciales relataron que hoteles y restaurantes en Larache fueron saqueados por un grupo de manifestantes, que sumergieron las calles en el caos sin que interviniese la Policía.


En Tetuán fueron apedreadas las fachadas de cinco cafés y hubo saqueos de dos sucursales de la distribuidora de agua y electricidad Amendis, mientras que en Tánger los manifestantes lanzaron piedras y objetos contra una discoteca.


El Movimiento 20 de Febrero, al que pertenecen los jóvenes convocantes de las protestas, acusó al Gobierno de estar detrás de los disturbios. «Ha habido actos de violencia impulsados por el Gobierno, que ha pagado a gente para llevarlos a cabo», aseguraron, y denunciaron que «la Policía secreta, vestida de civil, agredió a jóvenes del 20 de febrero» en Alhucemas, Marraquech y Larache.


Los jóvenes aseguraron también que tienen la intención de seguir manifestándose a diario en Rabat a las 18.30 y que el próximo fin de semana piensan congregar a «todos los partidos políticos y asociaciones civiles» a nuevas protestas.