MAREA NEGRA

Londres pide a Obama que no estrangule a BP

De los dividendos de la petrolera depende el bienestar de muchos pensionistas británicos, según el Reino Unido.

Dos trabajadores limpian el crudo de la zona donde habitan los pelícanos, ayer en Luisiana.
Londres pide a Obama que no estrangule a BP
SAUL LOEB/AFP

Políticos británicos levantaron ayer su voz en un intento de proteger a British Petroleum (BP) ante las más duras críticas de las autoridades de Estados Unidos por su gestión del accidente que, el pasado mes de abril, causó la muerte de once trabajadores y un gran vertido en una de sus plataformas en el golfo de México.


La voz más nítida fue la del alcalde de Londres, Boris Johnson, que adoptó el papel de portavoz de los intereses de la 'city' financiera que se extiende frente a su Ayuntamiento, en la otra ribera del Támesis. El líder municipal pidió ayer que cesen "los golpes" a BP, que ya está pagando "un precio muy alto" por el desastre.


"Creo que hay algo ligeramente preocupante en la retórica anti británica que está llegando de América", dijo Johnson a la BBC. El ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, afirmó sin embargo que no había oído comentarios anti británicos durante esta crisis. Y el de Industria, el liberal Vince Cable, aclaró que no tenía intención de aleccionar al Gobierno de Washington sobre como debía tratar el problema.


El primer ministro, David Cameron, que viajó por sorpresa a Afganistán, aseguró que mantendrá durante el fin de semana una conversación con Barack Obama en la que se mencionará la situación del vertido y de BP. El líder británico dijo que su Gobierno está dispuesto a ayudar a la compañía. Le dará por ahora barriles de dispersante de sustancias químicas, almacenados en reservas para casos urgentes.


"Patadas en el culo"


El presidente Obama afirmó recientemente que quería "dar patadas en el culo" sobre este asunto y que el máximo directivo de BP, Tony Hayward, no mantendría su puesto si trabajase para él. Su portavoz, Robert Gibbs, afirmó que el Gobierno de Washington tenía entre sus tareas la de "mantener la bota sobre la garganta de BP".


Y la administración americana está exigiendo a BP que no reparta dividendos entre sus accionistas hasta que se haya resuelto el problema del vertido. Desde que ocurrió, la capitalización de la petrolífera, que valía entonces más o menos lo que ayer sumaban los valores en bolsa de Telefónica y el banco Santander, ha caído a casi la mitad. Los costes del vertido por el momento para BP son de unos 1.200 millones de euros, pero la pérdida del valor de sus acciones es más de 40 veces esa suma.


El ex ministro laborista Tom Watson presentó una moción en la Cámara de los Comunes para señalar que BP es una empresa de la que dependen las pensiones de muchos británicos. Dijo que una de cada seis libras que se reparte como dividendo en las compañías que se cotizan en la bolsa de Londres la reparte BP entre fondos de pensiones. Otros cálculos decían que es una libra de cada siete. Los ingresos fiscales de la Hacienda británica por los resultados de BP son equivalentes al presupuesto de Ayuda al Desarrollo.

Un ex embajador británico en Washington, sir Christopher Meyer, propenso a la declaración sonada en los medios, dijo que había llegado el momento de "marcar la raya al nivel más alto" y de decir a los amigos americanos que BP "es un interés británico vital".


Horas después, sin embargo, la situación se tranquilizó. El Gobierno estadounidense descartó que el vertido vaya a dañar las relaciones entre Washington y Londres, según informaron el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, P.J. Crowley, y el de la Casa Blanca, Robert Gibbs. Crowley recordó que "BP es una compañía privada". "No se trata de las relaciones entre EE. UU. y su aliado más cercano", apostilló. Indicó que Obama y Cameron se reunirán durante la próxima cumbre del G-20 y anticipó que el tema BP será, con toda probabilidad, un "asunto de discusión".


Efecto colateral del vertido


La crisis parece haber tenido un efecto colateral en los planes propagandísticos del primer ministro británico para concienciar a la población sobre los recortes necesarios del gasto público. La prensa decía el fin de semana que era inminente el nombramiento de John Browne, ex director ejecutivo de BP y ahora lord Browne, como uno de los cerebros del Gobierno para reformar la burocracia.


Ese espíritu de hacer más con menos que Browne habría introducido en BP fue provechoso, pero la acritud de la polémica sobre lo ocurrido en el golfo de México reaviva el reproche de que los recortes del ejecutivo y asesor de gobiernos, antes del laborista y ahora del conservador, redujeron también los controles de seguridad. Como los que, según informes oficiales, causaron la muerte de 15 trabajadores en una refinería de la compañía en Texas en 2005.