JUBILADOS EN LA RUINA

La quiebra de un sueño británico

La inflación, el descenso de la libra y el colapso del mercado inmobiliario amenazan a más de un millón de ingleses que han decidido vivir una parte del año en España

En una inteligente novela de J. G. Ballard, 'Noches de cocaína', que tiene como escenario una ficticia urbanización en la Costa del Sol, el protagonista describe a la empresaria inglesa que es dueña y siniestra señora del lugar de una manera que puede extenderse a la visión que los británicos tienen de la vida en la costa española: «encantadora, agradable y totalmente corrupta».


Ballard publicó la novela en 1996 y en su urbanización viven un retiro de paradisíaco aburrimiento gerentes de banco, contables o magnates menores del cine, más médicos, abogados o 'hippies' reconvertidos que aún tienen que trabajar, sirviendo a los rentistas, para ganarse la vida.


El retrato sociológico corresponde a los años noventa, pero el cambio ocurrido en la última década aún no tiene su novela. Aunque en 1992 un culebrón televisivo de la BBC, 'Eldorado', que contaba las peripecias de una comunidad de británicos en una ficticia urbanización en Coín (Málaga), fue retirado de antena por su fracaso para captar audiencias, el sueño de la vida en las costas se extendió más allá de los propietarios de yates. Los turistas estacionales que se habían beneficiado de la expansión del paquete de vacaciones baratas en los años setenta y ochenta también aspiraban a fijar allí su residencia, con Alicante y Málaga como destinos predilectos.


Funcionarios, bomberos, jubilados con una sola pensión, querían ahora vivir donde hay sol y la vida es más tranquila, entre simpáticos españoles. Y, además, la gran inflación de la vivienda en Reino Unido y la fortaleza de la libra con respecto al euro les permitía pagárselo. Hubo otros factores añadidos: los vuelos de bajo coste, el tratamiento benigno por el fisco británico de la segunda residencia en el extranjero como si se tratase de un plan de pensiones y la popularización en programas de la televisión británica de la posibilidad de hacerse millonario con el negocio relativamente simple de comprar para alquilar.


Malas noticias


El esfuerzo más serio de entender las consecuencias de esta nueva oleada lo realizó, en octubre de 2005, la Oficina Española de Turismo en Londres. El estudio analizaba el impacto que esa expansión y el alquiler 'alegal' de las viviendas entre británicos estaba teniendo en el sector turístico. En 2005 se vendieron dos millones de paquetes turísticos menos que en 2001, aunque el número de turistas era superior. Y, según la estimación del estudio realizado por Ignacio Vasallo y Carmen Hernández, los británicos eran propietarios de medio millón de viviendas en España y estaban adquiriendo anualmente unas cincuenta mil. Según el Foreign Office, más de un millón de británicos viven en España durante buena parte del año o de modo permanente.


El fenómeno era tan visible en la expansión de la construcción en las costas como en la promoción inmobiliaria en Inglaterra. Las casetas de los promotores recorrían ferias locales en todo el país o llenaban cada año el gran recinto de Olympia, en Londres. Una inmobiliaria española, Llanera, patrocinó la camiseta de un club de fútbol de la Premier, el Charlton. Y los promotores de una urbanización compraron ocho páginas de publicidad en un periódico español para alardear, con fotos de una o dos famosas de la televisión y un texto plagado de aberrantes faltas de ortografía, de la apertura de una oficina en Oxford Street.


Pero, en los últimos meses de 2007, el sueño de Eldorado comenzó a quebrarse. Los periódicos británicos contaron la triste peripecia de los Prior, un matrimonio de jubilados ingleses que vio cómo la vivienda que habían comprado por medio millón de euros en Vera (Almería) era demolida por infringir la Ley de Costas, cuando la ex ministra Cristina Narbona impulsó el tardío cumplimiento de una legislación que promotores y ayuntamientos habían burlado. Si en la novela de Ballard la corrupción en las costas era obra de los británicos y las autoridades españolas -en particular el afable inspector Cabrera- se conforman si los desmanes quedan contenidos en las urbanizaciones de los extranjeros, ahora la corrupción de las autoridades españolas causaba la ruina de los foráneos.


Un movimiento, 'Abusos Urbanísticos No', agrupó en Alicante a españoles y extranjeros contra los percibidos abusos de la chocante Ley Urbanística Valenciana. En Mojácar, se formó un partido político, Ciudadanos Europeos, para influir en la marcha del municipio.


Desde entonces, no hay semana en la que los periódicos británicos no se hagan eco de la quiebra del sueño de sol y costa; y la demolición de viviendas construidas en suelo no urbanizable es el menor de los problemas.


Nueva coyuntura


En el último año, la libra ha caído un 16% con respecto al euro y ha creado dificultades a pensionistas británicos que tienen que pagar una vida más cara por la inflación de alimentos y servicios básicos y a veces una hipoteca española en euros. Y los vuelos que permitían el ir y venir de Reino Unido a España son ahora más caros.


Bancos británicos que ofrecían hace unos meses préstamos hipotecarios del cien por cien del precio de la vivienda han subido los tipos de interés y se encuentran con clientes que no pueden pagar. Despachos de abogados británicos desarrollan ahora ramas para ejecutar embargos por bancos españoles a británicos que han regresado a Reino Unido ante las apreturas.


Y quienes intentan vender lo que compraron con el menor daño posible se encuentran con un mercado colapsado. Las agencias inmobiliarias que llenaban aviones con británicos dispuestos a comprar una vivienda tras ver unas cuantas fotos en una feria de casas ideales, de casas al sol, de casas en la costa, están en quiebra o cerrando oficinas, mientras los precios caen en picado.


Una indicación de que el problema es serio para muchos británicos es que el diario 'The Sun', el más vendido del país, ha dedicado hace unos días dos páginas y un editorial para hablar de 'La pena en España' y contar las peripecias de británicos que, por ejemplo, han regresado y viven ahora en un colchón, en el cuarto de sus nietos, atrapados entre el miedo a que su casa española sea embargada en cualquier momento y la certeza de que, si logran venderla muy descontada, no podrán pagar una vivienda en el inflado, aunque también colapsado, mercado inglés.


Mark Stucklin, que publica una columna semanal en 'The Sunday Times' sobre el mercado inmobiliario español y ha creado una página de Internet -www.spanishpropertyinsight.com- explica que lo peor está ocurriendo en el mercado saturado de pisos junto a la costa, pero que aún hay compradores para viviendas más lujosas y que han tenido la paciencia de esperar la evolución del mercado.