DEFENSA INTERNACIONAL

La OTAN cambia radicalmente su estrategia ante Rusia

Rasmussen
La OTAN cambia radicalmente su estrategia ante Rusia
REUTERS

El abandono por Estados Unidos del proyecto de Escudo Antimisiles en territorio checo y polaco forma parte de un cambio radical de estrategia de la Alianza Atlántica con respecto a Rusia, cuyas grandes líneas esbozó este viernes el nuevo secretario general de la organización aliada, Anders Fogh Rasmussen, en su primer discurso público de relevancia.


Rasmussen anunció en Bruselas una nueva era de colaboración con Rusia, que comprenderá áreas hasta ahora consideradas tabú, como una imbricación de sistemas de armamento que comprendería incluso, aunque sólo "cuando sea apropiado", la conexión de los dispositivos de defensa antimisiles de Estados Unidos, la OTAN y Rusia.


Durante el segundo mandato de George W. Bush, cuando el compromiso militar norteamericano con la República Checa y Polonia cobró una dimensión más aparente, Moscú ofreció a Washington una instalación de radar dedicada a la "adquisición de blancos" (la detección temprana de misiles hostiles), situada en Azerbayán, es decir, próxima a Irán. El ofrecimiento fue desdeñado por razones tanto políticas como operacionales, entre las que no era de menor importancia la inevitable revelación de las tecnologías comprometidas en un sistema tan innovador como el desarrollado por los norteamericanos.


Aquellas prevenciones se han visto allanadas por la Administración Obama, que ahora considera factible -y la OTAN asume, como en 2007 hizo también propio el proyecto de Escudo Antimisiles norteamericano- una colaboración tan estrecha como la referida, aunque sin plazos concretos.


La defensa antimisiles común no es, con todo, el aspecto más significativo de la nueva estrategia occidental con Rusia.


Rasmussen hablaba de "un nuevo comienzo" en las relaciones con la potencia euroasiática, que debería dar paso a una colaboración estrecha en áreas de interés mutuo como la seguridad, el refuerzo de los foros de contacto como el Consejo OTAN-Rusia, o el análisis de los retos estratégicos comunes del siglo XXI. Se trata, este, de un "wording", de palabras muy oídas estos últimos años, que no se han traducido, sin embargo, en una mejora sustancial de las relaciones entre los dos bloques, excepto durante la época de Yeltsin que Putin se preocupó pronto por borrar.


Lo que diferencia el palabreo de la época de Bush con este de la de Obama es el giro político subyacente, que parece, esta vez, mucho más creíble. No por nada los dirigentes europeos más inquietos por el tensionamiento de la cuerda con Moscú, como Angela Merkel, manifestaban anteanoche, al término de la cumbre de Bruselas, la esperanza de que el nuevo clima de entendimiento entre Washington y Moscú se traduzca en una colaboración más efectiva -y determinante- del Kremlin en el acoso al régimen de los ayatolás por el programa nuclear iraní. "Esta decisión -la del abandono del Escudo, decía Merkel-, es una señal de esperanza para dejar atrás las dificultades con Rusia y desarrollar un frente unido para contrarrestar la amenaza de Irán".


En 2007, la Alianza Atlántica contemplaba ya una colaboración antimisiles con Rusia, pero circunscrita a las denominadas "operaciones de teatro" en las que estuvieran desplegadas fuerzas rusas y aliadas porque acometieran juntas operaciones de interés común, de 2010 en adelante. La iniciativa está pendiente de desarrollo, entre otras cosas por la desconfianza generada por el Escudo Antimisiles norteamericano.


Las reacciones rusas al giro de la estrategia occidental respecto a Moscú continuaron cosechando elogios entre los mandatarios rusos. El Kremlin anunció este viernes que renuncia al despliegue de misiles previsto en Kaliningrado y el embajador ruso en Bruselas, Dmitri Rogozin, consideraba el discurso de Rasmussen "positivo" y "constructivo".