LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA

La locomotora de Obama amenaza el feudo de Clinton

En Filadelfia se juega la batalla final de Pensilvania, el último gran estado que falta por votar en las primarias. Hillary es la favorita en un estado que parece cortado a medida para encajar su patrón de votantes.

El ten silbó al entrar en la estación y la muchedumbre rompió en un aplauso estruendoso. De la locomotora de época engarzada a cuatro vagones de Amtrak emergió Barack Obama, resplandeciente por el baño de masas que se había dado la noche antes en Filadelfia, y dispuesto a desafiar el liderazgo Hilary Clinton en su propio feudo, en vísperas de la batalla crucial de Pensilvania.


"Anoche tuvimos una buena reunión", contó el sábado Obama con un guiño. "35.000 de mis amigos más cercanos". Se refería al mayor mítin que se haya visto en estas primarias y, posiblemente, en cualquier primaria de la historia. Por encima de los 29.000 que atrajo Oprah Winfrey en diciembre en Carolina del Sur. A manos con los 35.000 que reuniese John F. Kennedy en septiembre de 1960. Y casi tantos como los 45.000 que fueron el jueves al estadio de los Nationals de Washington a ver el Papa.


En Filadelfia se juega la batalla final de Pensilvania, el último gran estado que falta por votar en las primarias. Hillary es la favorita en un estado que parece cortado a medida para encajar su patrón de votantes: obreros, jubilados, mujeres y un tejido industrial en descomposición que añora la bonanza de la era Clinton. Además, Hillary es considera hija predilecta de Pensilvania, aunque naciera en Chicago.


Las raíces de su familia en este estado se remontan a siglo y medio atrás. Su padre volvió cada verano y cada Navidad, bautizó allí a todos sus hijos y estos a los suyos. La senadora sigue acudiendo a la casa del lago Winola, a los bautizos de sus sobrinas en la pequeña parroquia de Scranton, y durante sus ocho años de primera dama regaló a los vecinos de esta ciudad 10.000 invitaciones VIP para los tour guiados de la Casa Blanca. Ella no se olvida de sus raíces, y los vecinos de Pensilvania no olvidan que varios miembros de su gabinete procedían de este estado.


Habla de la fábrica de ribetes de Scranton, en la que trabajaba su abuelo y media comarca -cerrada hace seis años, después de haber sido la mayor del mundo-. De sitios como la pizzeria de Ravello y del entrenador de fútbol Joe Paterno. De cómo su padre le enseñó a disparar con latas de cervezas en la cabaña del lago.

Indecisos


Hasta allí llegó este domingo Obama, decidido a robarle indecisos en el corazón de su feudo. Tuvo que dejar atrás la locomotora, porque en la ciudad que un día fuese el mayor fabricante de raíles ya no llega el tren de pasajeros. Para atacarle en el corazón de su feudo se flanqueó de dos superhéroes, el senador Bob Casey, un hijo de Scranton que representa la aristocracia política del estado, y la última hija de Camelot, Caroline Kennedy.


Traía bajo el brazo un discurso recién estrenado el viernes por la noche en ese mítin masivo de Filadelfia. Allí la multitud emocionada rompió en lágrimas y abrazos cuando el cantante de Black Eyed Peas cantó su versión del "Yes we can".


Allí donde 200 años atrás se declaró la independencia de EEUU, Obama les retó a repetir la hazaña de un grupo de colonos que se enfrentó al ejército más poderoso del mundo porque consideró que ese gobierno no le escuchaba. "Vamos a declarar la independencia de las políticas de Washington que no funcionan", proclamó. "Estas elecciones son nuestra oportunidad para independizarnos de las sucias políticas, de los lobies, de los intereses petroleros ( ). Yo no estoy en esta competición para ser el mejor en este juego, sino para acabar con el juego mismo. Quiero cambiar Washington, no que Washington me cambie a mí".


La arenga funcionaba. Cuando Donna Levy fue a verle a la estación de Wynnewood no estaba segura de por quién votaría. Al marcharse el tren se había sumado al carro. "Hasta ahora nunca le había oída nada específico, sólo hablaba de sueños y esperanzas, pero hoy ha dicho las cosas que yo quería escuchar, así que voy a darle una oportunidad". Su marido lo tenía todavía más claro. "Tengo dos hijas de 16 y 19 años, que es la edad más impresionable. Quiero que tengan por delante otro modelo de gobierno en el que creer. Hillary es más de lo mismo".

Plan B


A los que no cabían en el prado de la estación los mandaron a la siguiente parada, Paoli, pero a partir de que el tren se alejó de los suburbios de Filadelfia y atravesó la comarca de los Amish en dirección a Harrisburg se despejaron las estaciones.


La estrategia de Obama para apretar las clavijas a Hillary, que hace un mes tenía 16 puntos de ventaja y ahora entre tres y seis, dependiendo de la encuesta, consiste en repetir la victoria del gobernador Ed Randel, que paradójicamente apoya a Clinton. El gobernador sorprendió a todos venciendo al padrino de Obama con sólo diez de los 67 condados de Pensilvania: los ocho que rodean Filadelfia, además de esta ciudad y la de Pittsburgh. O sea, los más poblados.


El Plan B es bajar drásticamente las expectativas. "No es un secreto que Hillary Clinton es la candidata del sistema en este estado. Si gana por menos de 10 puntos de ventaja lo consideraremos una victoria", declaró su secretaria de prensa, Adora Andy.


O'Bama y sus raíces irlandesas


Hillary Clinton juega a disparar pistolas en el bastión de la Asociación Nacional del Rifle. Barack Obama, primo lejano de Dick Cheney, ha encontrado con sorna su origen en irlandés en esta tierra de emigrantes.


Su nombre, dijo entre risas durante las celebraciones de San Patricio, lleva en realidad un apóstrofe: "O'Bama", y su apellido es céltico: "Baragh". Lo dijo durante su primera visita a Scranton, con una corbata verde que le había quitado a uno de sus ayudantes para la ocasión. En el rastreo de antecesores también encontró a un tal Moneygall que ubica en un pequeña aldea irlandesa, antes de establecerse en Ohio. "Nunca hace daño ser un poco irlandés si quieres ganar la presidencia", bromeó.


Con todo, quien más podía presumir de antepasados irlandeses era Caroline Kennedy, que había vuelto a abandonar su retiro para acompañarle en otra batalla crucial. Obama, con apóstrofe o sin él, ha invertido tres veces más en anuncios que Hillary Clinton durante la campaña de Pensilvania. Y aún así entre el 8% y el 11% de la población sigue indeciso, dejando margen suficiente para la emoción el martes por la noche.