NICARAGUA

La hijastra del presidente Ortega le acusa de abusos sexuales durante 20 años

El proceso comenzó en Nicaragua en 1998, donde una juez sandinista lo sobreseyó por haber "prescrito". Recurrió ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que ha admitido el caso contra el Estado de Nicaragua por "denegación de justicia".

"Afirmo que, fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra desde la edad de los 11 años, manteniéndose estas acciones por casi 20 años de mi vida", así comienza la causa de Zoilamérica Narváez contra su padre adoptivo y actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra.


El proceso comenzó en Nicaragua en 1998, donde una juez sandinista lo sobreseyó por haber "prescrito" pero Narváez recurrió ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) -con sede en Costa Rica- que ha admitido el caso contra el Estado de Nicaragua por "denegación de justicia".


Los fundamentos se recogen en el testimonio, sobrecogedor y crudo, desgranado aquel año a través de casi 50 páginas. Más difícil será presentar pruebas, aunque la hijastra de Ortega asegura que hubo personas que presenciaron los abusos.


"Afirmo que mantuve silencio durante todo este tiempo, producto de arraigados temores y confusiones derivadas de diversos tipos de agresiones que me tornaron muy vulnerable y dependiente de mi agresor", escribió quien fuera activa militante sandinista.


Graduada con 28 años en Sociología, hoy se dedica en cuerpo y alma a su ONG de atención a víctimas de abusos sexuales, supervivientes de la herencia de la cultura patriarcal que hace que muchas mujeres, niñas, niños y adolescentes -no solo de Nicaragua- sufran en carne propia episodios de violencia tan brutales como los vividos por Zoilamérica.


Para la mujer de 41 años, dos matrimonios a sus espaldas y tres hijos, "el poder se aprovechó de la ingenuidad propia de mi niñez y adolescencia y estrenó en mí todos los instrumentos posibles de dominación: físicos, psicológicos, políticos, familiares y militares".


Relata las frases soeces y "juegos malintencionados, en los que me manoseaba y obligaba a tocar su cuerpo". Cuando comenzó a menstruar le decía "vos ya estás lista".


Zoilamérica asegura que con apenas 11 años, "Enrique" -así le llamaban en la clandestinidad- la asaltaba por los rincones oscuros para toquetearla y la espiaba mientras se bañaba por encima de la cortina del baño y se masturbaba. "Fue horrible ver, a la edad de entonces, la imagen de un hombre de pie sostenido de una pared y sacudiendo su sexo como perdido e inconsciente de sí mismo", continúa su relato.


Por las noches el "comandante" de 34 años se escurría en la habitación que compartía con su hermano, le quitaba la manta y tras manosearla concluía su acto de placer solitario. "Ya verás que con el tiempo esto te va a gustar", le decía.


La niña se lamentaba de que su madre, Rosario Murillo, lo prefiriera. Ortega le daba miedo y fue incapaz de decirle a ella lo que sufría "no sabía si me creería".


Dice que su tía Violeta le "recordó" que una vez vio Ortega "manosearme y tocar mis partes genitales. Hasta hace poco recordé que también ponía su pene en mi boca". La tía lo comentó con Murillo pero "recibió como respuesta amenazas y presiones para que guardara silencio". Se puso al lado de compañero en la vida y en la causa revolucionaria


En aquella época comenzaron "pesadillas con imágenes difusas y sensaciones extrañas de miedo". Cuando tenía 13 años en 1980, Ortega le mostraba películas pornográficas y revistas como Play Boy. También "un vibrador que intentó usar, pero no le funcionó".


Conforme pasaron los años y los abusos se convirtieron en violaciones dieron paso a episodios de angustia, falta de aire, sonambulismo, problemas de salud, como nauseas, vómitos sin explicaciones físicas aparentes.


Zoilamérica colocó cerraduras qué Ortega rompía con destornilladores o cuchillos. Levantó obstáculos como sillas y muebles que tampoco lo contenían. Años después la perseguía con llamadas telefónicas.


De los 15 a los 18 años la violación fue continuada. "Daniel Ortega me violó en el año 1982 ( ) Fue en mi cuarto, tirada sobre la alfombra ( ) con agresividad y bruscos movimientos me dañó, sentí mucho dolor y un frío intenso. ( ) eyaculó sobre mi cuerpo para no correr riesgos de embarazo y así continuó haciéndolo durante repetidas veces".


La vergüenza y el miedo la hacían callar y mantener el secreto.


Ortega le decía que ella "con la consumación del acto sexual, contribuía a su estabilidad emocional ante la supuesta frialdad de mi mamá". Así siguió hasta los 30: "Llegué a creer que mi sacrificio realmente aportaba a la Revolución".


Para colmo de males, la atendía y se preocupaba por ella más que su madre, por lo que "me hizo ser muy dependiente de él, a pesar de mi dolor y rechazo". Al mismo tiempo, aumentaban las aberraciones obligándola a realizar el acto sexual frente a terceros y sugiriendo escenas de lesbianismo.


Asegura que Ortega le chantajeaba diciendo que su madre "sabía todo lo que pasaba" y que "jamás la perdonaría".


Ortega ha callado siempre, aunque el escándalo le costó perder su tercer intento de llegar a la presidencia. ¿Será porque el que calla otorga? Sin embargo, no todos se compadecieron de la mujer o la consideran valiente. Hay quien opina que está enferma, loca, otros que consintió el trato carnal, e incluso apuntan a intereses económicos.


Mientras, Zoilamérica Narváez hace oídos sordos a las críticas.


Su conclusión se mantiene invariable: "Mientras Daniel Ortega me usó como basura, mi madre me trató como desecho".