CONFLICTOS OLVIDADOS

La droga que alimenta el conflicto en Somalia

El kath es la droga que consumen ocho de cada diez somalíes y genera un beneficio anual de más de 50 millones de dólares. Este narcótico es el elemento sobre el que los señores de la guerra han consolidado su posición. Sólo pueden mascarla los hombres, las mujeres pueden venderla pero no consumirla en público.

Casi ocho de cada diez de hombres somalíes son adictos al khat, una planta con un poderoso efecto narcótico que, al ser mascada, genera un estado de euforia leve seguido de un largo período de estupor. El khat es uno de los principales pilares de la economía somalí y genera beneficio anual de más de 50 millones de dólares, una cifra superior al presupuesto nacional del Gobierno somalí.


Es el elemento sobre el que los señores de la guerra han consolidado su posición durante los últimos años, origen de enfermedades mentales entre los combatientes como paranoia o esquizofrenia, y una pieza clave que asegura la tranquilidad de la región autónoma de Somalilandia, escindida de Somalia en 1991, y principal punto de recolección de la planta, considerada ilegal en Estados Unidos y gran parte de Europa.

La planta y la tradición

 

La planta de khat, ‘Catha edulis’, mide entre 1,5 y 20 metros, dependiendo de las precipitaciones. Una vez cortada, sus hojas conservan las propiedades narcóticas con un máximo de dos días.


Sus efectos son estimulantes. Producen en la persona una sensación de alegría, de liberación, acompañada de extrema locuacidad, risas, y finalmente degenera en un estado de semicoma. Usado de manera permanente, puede desembocar en un caso de delirio tremendo. Entre sus otros efectos secundarios se advierte de cáncer oral y gástrico, hemorragia cerebral, hipertensión, degeneración de los genitales, y una adicción similar, por intensidad, a la de la cocaína.


La droga es originaria de Etiopía y comenzó a extenderse por África subsahariana en torno al siglo XV. En Yemen llegó a usarse como precedente del café, transportado directamente de las montañas. Desde ahí, se extiende a Tanzania, Arabia, Congo, y la parte de Rodesia que ahora es Zimbabue.


Como droga social que es, siguiendo el modelo de africano, sólo los hombres pueden mascarla. A las mujeres se les permite venderla, pero no está bien contemplado que la usen en público. Su uso tradicional tiene un fin mucho más noble que el que se emplea en la actualidad. Antes, se usaba como mecanismo para relajar tensiones cuando había algún conflicto.


"El khat jugaba un rol importante en nuestra sociedad", explica el traficante Mohamed Moge, más conocido como Mohamed ‘el Gordo’. "Es un estimulante que, bien empleado, no te afecta, pero sí que es verdad que hay gente que está enganchada, pero eso es porque no tienen trabajo, y no tienen otra cosa mejor que hacer", en declaraciones a 'Global Post'.


El problema es que la tasa de desempleo en Somalia es enorme, el salario mínimo está por los suelos, pero aún así no es extraño ver a hombres gastarse entre cinco y diez dólares en su dosis diaria de khat. Algunos de ellos se pasan a traficar para ‘El Gordo’, miembro del grupo 571 Alá Amin, que opera desde una enorme mansión en Hargeisa, la capital de Somalilandia. Se estima que acumulan, al final del día, un beneficio estimado de más de 320.000 dólares.


"Movemos en torno a 80 toneladas de khat al día", explica ‘El Gordo’. "Contamos con muchos vehículos y dos aviones para transportar nuestro producto. El mercado es nuestro", explica el traficante mientras sus hombres reciben un cargamento fresco, que envuelven en balas de paja para conservar las hojas. El jueves suele ser el día en el que más se trabaja. El viernes, todo el mundo descansa siguiendo la doctrina musulmana, para recuperarse de la resaca de la droga.


La droga en Somalilandia proporciona seguridad. Nadie se atreve a atacar esta fuente de beneficios. "Gracias a la paz, nuestro negocio va bien", explica la vendedora de khat Shamis Abdullahi Nur. "Llevo vendiendo desde hace más de 30 años y no recuerdo un momento mejor que éste".


Por ello, el número de adictos, "la gran mayoría" en Somalilandia según el doctor Yassin Arab Abdi, se ha disparado. "Hay muchas razones para relacionar esta droga con los trastornos mentales que experimenta la gente de aquí. Antes solían mascar un rato a cierta hora del día, ahora mascan a todas horas. Son adictos", lamenta.


En los países adyacentes, los beneficios son proporcionales a la población: en Kenia se exporta al año esta planta por valor de 250 millones de dólares, más que el té.

Prohibición de los islamistas


A pesar de lo extendido que está el uso de la planta, los islamistas de Al Shaabab, grupo que abandera la insurgencia actual en Somalia, han prohibido su uso de acuerdo con los preceptos del Islam, que prohíben el alcohol, pero son más bien difusos cuando se trata de droga mascada, lo que ha desencadenado varias protestas en la ciudad de Baidoa, una de las ciudades recientemente tomadas por las milicias.


Allí, las milicias de Al Shabaab ordenaron a los vendedores de la planta que se fueran lejos de la ciudad para vender el producto, lo que despertó la indignación tanto de los traficantes como de los clientes. Según indicaron fuentes de Al Shabaab, cerca de 40 personas fueron encarceladas, entre ellos los organizadores de la protesta.


El grupo tiene la intención de imponer la prohibición de khat según vaya conquistando territorios porque "mascar khat es anti-islámico y la mayor parte del beneficio se lo llevan los países vecinos, como Etiopía y Kenia, e intentaremos prohibirlo poco a poco", declaraba el comandante del grupo para las regiones de Bay y Bakool, Hassan Mohamed ‘Abu Ayman’.