VENEZUELA

Hugo Chávez, contra el mundo

La escasez de alimentos y la baja popularidad azuzan los ataques del dirigente bolivariano, Hugo Chávez, a las empresas extranjeras.

«Bienvenido a casa». Así saludó el pasado día 12 el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, al nuevo embajador de España, Dámaso de Lario, aunque la cortesía no le impidió aprovechar la ceremonia de entrega de cartas credenciales para asegurar que a él le «acusan de todo».


El líder bolivariano tiene al Gobierno español entre ceja y ceja desde el golpe de mano que le apartó del poder durante tres días en abril de 2002. Con su encendido verbo, acusó a José María Aznar -entonces, en La Moncloa- de apoyar la fracasada intentona. A partir de ese momento, alinea a España con Estados Unidos en sus andanadas. La orden de captura contra Xabier de Irala es, por ahora, el último eslabón de una cadena de desencuentros entre ambos países que no ha dejado títere con cabeza, aunque los analistas lo interpretan como una estrategia para frenar su descenso de popularidad, agudizado por la escasez de alimentos básicos que sufre Venezuela.


Aún resuenan las descalificaciones posteriores al «por qué no te callas» que le espetó el Rey en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile. La pataleta chavista exigiendo una disculpa de don Juan Carlos se dirigió contra las empresas españolas. «Eso significa que van a tener que rendir más cuentas y yo voy a meterles el ojo para ver qué están haciendo aquí», amenazó. Ahora, oficialmente es la Justicia venezolana la que reclama responsabilidades al actual presidente de BBK por su participación en la «quiebra fraudulenta» en 1997 de la aerolínea Viasa, pero algunos ven la larga mano de Chávez detrás de la orden de captura cursada a través de la Interpol.


Mientras, la patronal venezolana navega entre los compromisos comerciales y las advertencias del cataclismo que se produciría si se cumplen esas advertencias. No en vano, las inversiones españolas ascienden a 1.900 millones de euros.

Sin crudo



La arremetida contra el ex directivo de Viasa es un coletazo a la crisis abierta con la petrolera estadounidense Exxon Mobil Corp, que se quedará sin recibir crudo venezolano después de que el Gobierno norteamericano apoyara la solicitud de congelar fondos de Petróleos de Venezuela. Inicialmente pidió bloquear unos 9.000 millones de euros, pero finalmente fueron 214.


El propio Chávez dirigía este jueves la disputa, azuzada casi diariamente con inflamadas declaraciones, contra el presidente George W. Bush. A su juicio, Estados Unidos y su máximo responsable son el primer país y la primera persona que debían ser anotados en la «lista de los terroristas del mundo; autoinclúyase».

 Dólares a espuertas



Lo que sí está claro, y así lo subrayan los analistas como explicación de tantos frentes abiertos, es que a pesar de que Caracas ingresa dólares a espuertas en concepto de exportaciones petroleras -el precio del barril ha pasado en menos de tres años de costar 25 dólares a venderse a casi 100-, la pobreza sigue siendo un problema en el país.


El 1 de enero se suprimieron tres ceros al bolívar, que ahora se llama 'bolívar fuerte', como medida para reducir la inflación y recuperar terreno frente al dólar y el euro. Chávez nacionalizó -no sin grandes manifestaciones en contra- empresas importantes como CANTV y Electricidad de Caracas. El «sinsabor» fue grande y le costó perder el referéndum constitucional que le hubiera permitido ser reelegido indefinidamente, amén de pasar a controlar más tajadas de poder.


Sin embargo, la escasez de alimentos como leche, carne y azúcar hace mella entre la población, incluidos sus ya no tan incondicionales simpatizantes -su popularidad cayó en unos meses del 65% al 38 %-. Y es que aunque el Gobierno impuso en 2003 un control de precios de unos 150 productos de la canasta básica, no puede controlar el contrabando ni el mercado negro, las estanterías vacías y las colas diarias.


En su ayuda, enviando carne y leche argentina, acudirá pronto la presidenta de esa nación suramericana, Cristina Fernández de Kichtner. Otros amigos latinoamericanos también le apoyan, pero las multinacionales todavía están temblando