REINO UNIDO

Gordon Brown cumple su primer año en el poder con la popularidad bajo mínimos

El 86% de los ciudadanos en Reino Unido le acusan de ser total o parcialmente responsable de la incertidumbre económica.

Ha pasado sólo un año, pero parece un siglo. Los últimos doce meses han sido los más difíciles para la carrera política del primer ministro británico Gordon Brown. Se le ve cansado, desgastado, dicen que no podrá aguantar el tirón y se teme que pase a la historia como "Brown el breve". En las encuestas lo tiene complicado. Según un sondeo publicado en The Guardian, sólo cuenta con el apoyo del 25% del electorado, frente a un 45% que votaría al partido conservador de celebrarse ahora las próximas elecciones legislativas, previstas para 2010.


Había empezado con buen pie Gordon Brown. Cuando asumió el poder el 27 de junio del pasado año, relevando a un descalabrado Tony Blair, su seriedad y fama de buen gestor generaban confianza en los británicos. Le faltaba el carisma de su antecesor, pero precisamente por ese perfil introvertido muchos esperaban que no podría engañar al electorado con juegos mediáticos. El lema de su campaña de imagen 'No Flash, just Gordon' (No Flash, simplemente Gordon), un juego de palabras que aludía al personaje de cómic Flash Gordon, incidía precisamente en esta idea. Su imagen no es arrolladora, le cuesta sonreír, pero es muy trabajador, y tiene solvencia.


Tras asumir el cargo de primer ministro, los sondeos en los primeros meses de mandato impulsaban al alza la popularidad de Brown. Había respondido bien, con firmeza, ante los atentados terroristas fallidos en Londres y Glasgow y también había afrontado con brío los problemas causados por las inundaciones y los brotes de fiebre aftosa el pasado verano. Un Brown exultante soñó con convocar elecciones anticipadas y ganarlas con amplia ventaja, para reforzar su mandato. Las semanas de especulaciones sobre esta posibilidad se zanjaron con un repliegue cabizbajo por parte del primer ministro. Las encuestas habían empezado a no ser tan esperanzadores y el premier no quiso arriesgarse a tirarse a la piscina. Una retirada a tiempo, que no obstante dañó severamente la imagen de Brown. Ante la opinión pública quedó retratado como un político indeciso, débil.


Y a partir de entonces empezó el camino del calvario para el premier. Despropósito tras despropósito, su popularidad se ha ido viendo cada vez más mellada. Primero fue la crisis del banco hipotecario Northern Rock, por la cual se le critica por no haber sabido responder con soluciones adecuadas, luego el extravío de datos confidenciales de millones de familias y los sucesivos escándalos de financiación del laborismo. Dos medidas altamente controvertidas, además, le han costado la pérdida de confianza entre sus propias filas: una reforma fiscal que implicaba la subida de impuestos para los contribuyentes con salarios más bajos, y la ampliación a 42 días del plazo de detención sin cargos para sospechosos de terrorismo, que ha sido aprobada recientemente por los pelos, con la abstención del ala izquierda del laborismo.


Pero sin duda, el yugo que más oprime en estos momentos a Brown es el contexto actual de desaceleración económica. La subida del precio del petróleo ha provocado un fuerte encarecimiento de la factura del gas y la electricidad, que ha venido acompañado con el aumento de los precios de los alimentos. La inflación se acerca al 4%, el doble de lo previsto. Las protestas no se han hecho esperar.


Los transportistas han bloqueado las carreteras en las pasadas semanas para exigir al gobierno ayudas que les permitan afrontar las elevadas tarifas de la gasolina, y los trabajadores públicos amenazan con la convocatoria de severas huelgas para forzar un aumento salarial.


Responsable


A pesar de la dimensión global de la crisis, los británicos culpan a Gordon Brown de no ser capaz de remar en aguas turbulentas. Según un sondeo publicado en The Guardian, el 86% de los ciudadanos en Reino Unido le acusan de ser total o parcialmente responsable de la incertidumbre económica. Una paradoja del destino para Brown, que precisamente había ganado su prestigio como gestor al frente de la cartera de Hacienda, durante los diez años del mandato de Tony Blair, quien lo calificó como el mejor "mejor ministro de Hacienda británico de los últimos 100 años".


Con un partido laborista debilitado, que en mayo sufrió un tremendo debacle en las elecciones municipales, su peor resultado de los últimos 40 años, cada vez son más las voces, incluso entre los simpatizantes laboristas, que pronostican un pronto final para Brown en el poder. Algunos incluso se atreven a afirmar que ni siquiera llegará a las elecciones legislativas de 2010.