JESUÍTA Y EX MINISTRO DE NICARAGUA

Fernando Cardenal: "La corrupción explica la evolución de Daniel Ortega"

Nueve meses con los pobres en un barrio de Medellín (Colombia) lo marcaron para siempre. De ahí surgió su juramento de trabajar por la justicia y por la transformación de la pobreza en Latinoamérica.

Quizá su hermano Ernesto sea más conocido. Su imagen arrodillado ante Juan Pablo II en la misma pista del aeropuerto, en una visita del Pontífice a Nicaragua en 1983, aguantando las críticas del Papa por formar parte del Gobierno sandinista dio la vuelta al mundo. No obstante, Fernando Cardenal también jugó un papel muy importante en la revolución sandinista, en la que militó durante 22 años y a la que renunció tras "denunciar públicamente la corrupción". Este jesuita nicaragüense llegó a ser ministro de Educación del Gobierno sandinista entre 1984 y 1990. Asimismo fue en 1977 el coordinador de la Cruzada Nacional de Alfabetización. Hace unos días presentó en Zaragoza su libro de memorias 'Junto a mi pueblo, con su revolución', en un acto organizado por el Centro Pignatelli. Con él quiere inspirar, sobre todo a los jóvenes, "de lo maravilloso que es entregarse a una causa cuando es grande, noble e importante para el país".


¿En qué momento se encuentra Nicaragua?


Por desgracia hay un Gobierno que está asumiendo todas las fuerzas de las instituciones con deseo de perpetuarse en el poder y con actitudes muy autoritarias. Ahora hay una serie de personas importantes que están bajo fuego, como perseguidos políticos, entre ellos mi hermano Ernesto, Sergio Ramírez, Carlos Fernández Chomón, Sofía Montenegro, etc. Es tremendo.


Entonces, no hay una democracia como tal.


No. La crítica les molesta muchísimo y atacan hasta con calumnias para hacer daño.


Para usted, que fue ministro del Gobierno sandinista, será toda una decepción.


Fue un dolor muy grande cuando en 1990, después de perder las elecciones, me fui dando cuenta de que había habido corrupción en algunos altos dirigentes del Frente Sandinista. Habían tomado bienes y dinero del Estado para ellos o para el partido entre los meses del 25 de febrero de 1990, que perdimos los comicios, hasta el 25 de abril, en que entregamos el poder al nuevo Gobierno. En esos meses se inició la corrupción. Me causó mucha tristeza y decepción. Eran mi compañeros de lucha. Cuando vi que no podía cambiar nada, renuncié y denuncié públicamente la corrupción. No quise salir calladito por la puerta de detrás.


Usted nunca ha estado callado ante las injusticias.


Eso me puede crear persecución política en Nicaragua.


¿Teme que sus palabras en España puedan acarrearle problemas cuando vuelva a su país?


En este momento el Gobierno está ocupado con esos personajes que le he citado. Pero estaría en lista de espera, ¿no? Daniel Ortega no va a perdonar las críticas que he hecho.


¿Cómo era el Frente Sandinista por el cual usted se involucró en la revolución?


Jóvenes llenos de amor con los pobres, con una gran mística de trabajo y de entrega, nobles y fantásticos. Daniel Ortega estuvo siete años preso y no se dobló ante la tortura, cuando otros estaban estudiando. Estuvo preso y no denunció a sus compañeros. Eso son cosas heroicas.


Usted ha comentado que si le hubieran dicho que fuera al monte a coger las armas, hubiese ido.


Sí. Una vez que acepté la militancia me puse en manos de la revolución. Me pareció sensato lo que me dijo, que mejor siguiera trabajando en la universidad, en la sociedad y en la Iglesia.


Y, ¿cómo explicaría la evolución de Daniel Ortega?


La corrupción lo explica todo. La corrupción no se detiene.


¿Cómo valora la alianza entre Daniel Ortega y Hugo Chávez?


Chávez está enviando mucho dinero a Nicaragua y ese dinero no entra en el presupuesto nacional. Va directo a Ortega, quien no le rinde cuentas a nadie.


¿La llegada de Obama a la Presidencia puede cambiar la mirada de EE. UU. hacia su país?


Ahí hay dos personas y hay que ver cómo actúa cada uno. Yo tengo esperanzas en Obama, aunque todavía no conozco su proyecto de relaciones con América Latina. El problema con Ortega es que ha tenido un lenguaje muy confrontativo muchas veces. Además, en Nicaragua no se sabe cuál es su política exterior.


Bajo la realidad que describe, ¿cómo ve el futuro de su país?


Muy triste, negativo y peligroso. ¿Hasta dónde seguirá tapando los huecos Hugo Chávez? En Nicaragua hay un 70% de pobres y un 34% de extrema pobreza. Con un Gobierno como he definido, ¿cuándo vamos a salir de ahí?


En otro tiempo sí que creyó que era posible salir de esa situación.


Claro, estuvimos trabajando 10 años para ello. Eso fue la revolución.


¿Cómo llegó a implicarse en la revolución?


El último curso de formación de los jesuitas lo hice en un barrio marginal de Medellín (Colombia). Nueve meses viendo a los pobres me marcaron para siempre. Al salir de allí hice un juramento ante amigos del barrio de que dedicaría lo que me quedara de vida a la liberación de los pobres, a trabajar por la justicia y por la transformación de la pobreza en América Latina. Ese juramento lo sigo cumpliendo después de 39 años. Cuando regresé a Nicaragua, comencé a trabajar en todo lo que hubiera a favor de los pobres. Eso despertó el interés en los dirigentes del Frente Sandinista y me invitaron a entrar en la revolución. Acepté y milité 22 años.


¿Qué peso tiene ahora la Teología de la Liberación?


Se difunde menos en los escritos, pero está viva en muchas comunidades populares, en lo que se llama comunidades de base cristiana. Siguen viviendo esa misma espiritualidad con fuerza.


¿Y qué queda de su labor de alfabetización durante su etapa de ministro de Educación?


Muchas cosas. El que aprendió a leer, eso queda. Dos millones de hectáreas que se repartieron, eso queda. El sentido de dignidad ante EE. UU. y ante cualquiera, eso no se borra. También quedan miles de muertos, y esa es la otra cara de la moneda. El triunfo de la revolución tuvo un costo muy caro en vidas humanas. Todo eso es culpa del general Somoza, del Ejército y del apoyo norteamericano al general. Hubo que hacer una guerra para salir de esa dictadura.