ITALIA

El terror de la normalidad

En Italia, y allá donde llegó por Internet, causó este jueves una enorme conmoción un vídeo. Mostraba un asesinato en plena calle en Nápoles, con tres tiros por la espalda y en la nuca. Un ajuste de cuentas de la Camorra. Un fiscal autorizó, en una decisión a la que no se le recuerdan precedentes, la difusión de la grabación para intentar identificar al asesino y su cómplice, aunque parte del debate surgido ayer residía en si era necesario divulgar toda la secuencia y no bastaban unos fotogramas. Otra discusión era sobre la oportunidad de emitir el vídeo, un dilema al que ya no sólo se enfrenta la televisión, sino también las ediciones digitales de los diarios.


Pero la gran cuestión de fondo es que sólo con estas brutales imágenes un asesinato de la Camorra ha sido noticia. Los hay prácticamente cada semana pero apenas ocupan unas líneas en los diarios italianos. A veces mueren inocentes que pasan por allí, como un pobre acordeonista callejero rumano que murió desangrado en el torno del metro, ante la indiferencia general, en otras imágenes que aterraron a Italia en mayo. Las de ayer gritan en la cara a Italia que esto ocurre rutinariamente en sus calles sin que ya cause alarma. Al resto del mundo le recuerda que este país, donde el Estado en muchas zonas no existe, es una monstruosa anomalía.


La rutina es la del crimen, como muestra la secuencia. Es el Rione (barrio) Sanità, frente a la 'Antica Caffetteria' de Via Vergini, 15.40 horas, el pasado 11 de mayo. Uno de los muchos callejones antiguos de la ciudad, llenos de actividad. Se ve, por ejemplo, el tradicional vendedor de tabaco de contrabando. La víctima, que fuma en la puerta del bar, es Mariano Bacio Terracino, 53 años, veterano atracador de bancos y miembro del clan Misso.


¿Motivos para matarlo? Corría el rumor de que tenía una relación con la mujer de un mafioso condenado a cadena perpetua y, además, en el pasado fue acusado del homicidio de un capo de la familia Moccia, aunque fue absuelto. Los siete acusados de crímenes contra este clan han sido todos asesinados.


Un cómplice, encargado de señalar la víctima al sicario, se detiene junto a él. Es el llamado 'specchiettista' (espejista).


Tras un par de minutos mira el reloj -probablemente la señal convenida- y se va. Luego llega el asesino. Poco antes una madre con tres niños ha comprado unos helados a un metro de la víctima.


El sicario entra en el bar, para asegurarse de que no hay riesgos, y al salir le dispara. Impacta la tranquilidad y rapidez de movimientos. En Italia han subrayado un detalle: parece que hace el signo de los cuernos con la otra mano. Quizá es 'scaramanzia' (gesto de superstición para alejar el mal fario) o desprecio.


Pero la rutina que hiela la sangre también es la de la gente.


Tras el pánico y la huida de los presentes, incluida una niña que presencia la escena, los viandantes siguen como si nada. Nadie se acerca a mirar y varias personas pasan por encima del cádaver como quien salta un charco. Sólo una mujer con la compra le tira del cuello de la camisa para verle la cara y sigue su camino. Es indiferencia, la costumbre del crimen, pero también el miedo, porque cuanto menos se sepa mejor, una ley básica de la ciudad. Han pasado cinco meses y la Policía no ha encontrado nadie que identifique a los dos sicarios. Ahora se confía en el soplo anónimo. La Camorra, activa en Nápoles y su región, Campania, lleva casi 4.000 muertos desde 1979, más de un centenar al año. Eso si no hay guerras de clanes, como en la última de 2006. Están bajo sospecha de infiltración mafiosa 40 municipios de los 91 de la provincia de Nápoles. Pero hace mucho que nada de eso es noticia.