BUTÁN

El rey más joven del mundo

Bután, la democracía más joven del mundo, ha coronado al rey más joven del planeta.

Bután, un remoto país del Himalaya inmerso en una lenta y peculiar transición democrática, ha entronizado a su quinto rey, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck, que con 28 años se ha convertido en el monarca más joven del mundo.


Con el canto de "sutras" o versículos budistas de fondo, el rey saliente, Jigme Singye, posó sobre la cabeza de su hijo la tradicional corona con forma de cuervo que lo encumbró como el quinto "dragón" de la dinastía Wangchuck.


Esta escena simbólica tuvo lugar a las 08.31 hora local (02.31 GMT), el momento auspicioso previsto por los astrólogos de la Casa Real, que ya recomendaron al monarca que aplazara su coronación hasta 2008, a pesar de que podría haberse entronizado el año pasado tras la abdicación de su padre.


Los cantos mántricos se prolongaron durante horas con el máximo líder espiritual butanés, Je Khenpo, como maestro de ceremonias.


El primer ministro, Jigme Thinley, y otras autoridades entregaron al monarca pequeños objetos simbólicos como una rueda del "dharma" o ley natural, un elefante símbolo de la fortaleza y un caballo signo de la velocidad.


Los monjes le han ofrecido incienso, frutas y conchas marinas en la pequeña sala, con la presidenta india, Pratibha Patil, como único jefe de Estado presente, aunque una visita de este nivel no se producía desde hace 20 años, según una fuente diplomática india consultada por Efe.


Tras la ceremonia central, transmitida en circuito cerrado por la televisión pública butanesa (BBS), Khesar se trasladó a otro salón del imponente fuerte de Thimbu, donde bendijo a los lugareños que se pudieron acercar a él.


El joven monarca pudo deleitarse también con los bailes de grupos étnicos de diferentes regiones de Bután, un país con unos 600.000 habitantes que desde hace años lucha por mantener su homogeneidad cultural y religiosa.


Una cola de cientos de personas se agolpaba en los aledaños del edificio real y la Policía forcejeaba para evitar la entrada masiva de butaneses, ataviados para la ocasión con las vestimentas tradicionales del reino budista.


"No puedo expresar lo que siento por el rey... Será un gran monarca", declaró ante las puertas del fuerte un profesor de 30 años, Tshering Tobgay, quien no logró saludar a Khesar.


El primer ministro justificó el papel del rey como "garante de la democracia" arguyendo que es el encargado de dar "seguridad" a los butaneses.


"Hay momentos en que el pueblo siente inseguridad, incertidumbre y desilusión. Y esto puede desembocar en inestabilidad. En tiempos como éstos, el rey tiene un papel muy importante al proporcionar unidad y una sensación de seguridad psicológica y emocional", expuso Thinley.


El monarca será quien guíe al país en su apertura democrática, tal y como admitió ayer Thinley en rueda de prensa, aunque el rey no tiene poder de veto sobre las leyes aprobadas por el Parlamento, según una fuente gubernamental.


Pero la veneración que profesa el Gobierno hacia su rey -un responsable ministerial se permitió incluso bromear ante un grupo de periodistas sobre el "éxito" que tuvo Khesar entre el público femenino durante su última visita a Tailandia- deja ver el papel clave que tendrá el rey en el manejo de los asuntos de Estado.


El monarca Singye (cuarto "dragón") emprendió en 2006 un proceso de reformas que incluía abdicar en favor de su hijo y la convocatoria de las primeras elecciones democráticas.


En marzo de 2008, se formó la primera Cámara Baja del reino del Himalaya, dominada por el Partido Virtuoso, que obtuvo 45 de los 47 escaños en juego.


La dinastía Wang, que ha ideado el concepto de "Felicidad Nacional Bruta", ha puesto su empeño durante las últimas décadas en abrir el país al mundo pero preservando su identidad, moldeada en torno a las tradiciones de la etnia "drukpa" (dragón), de origen tibetano y que profesa el budismo mahayánico.


A finales de la década de 1980, el Gobierno, integrado por la elite "drukpa", emprendió una violenta campaña que empujó a unos 100.000 butaneses de origen nepalí al exilio en el país vecino.


A pesar del advenimiento de la democracia en Bután, parte de esta comunidad ya ha abandonado la idea de volver a su país natal y ha aceptado este año las ofertas de acogida de países como EEUU, Noruega, Australia y Nueva Zelanda.