HAITÍ

El holograma haitiano tras la catásfrote

Un año después del terremoto, el moribundo Haití languidece, solo ha llegado un 10% de la lluvia de recursos y los datos apuntan que aún puede ser peor.

El ex dictador Duvalier, a su llegada el pasado domingo a Puerto Príncipe.
El holograma haitiano tras la catásfrote
EFE

Puede que el inicio de 2011 pase a la historia. Estas navidades no nos hemos desayunado con ninguna catástrofe de fin de año. Los accidentes aéreos, tsunamis, terremotos e incendios en discotecas que nos suelen acompañar días antes o después de las uvas no nos han venido a visitar.


Quizá por ello Haití ha vuelto a ocupar nuestra atención en estas fechas. Ávidos de sensaciones fuertes y de una buena excusa para sentirnos solidarios y mejorar nuestra imagen, hemos desempolvado el terremoto de hace un año. Haití era literalmente engullido por un seísmo de magnitudes apocalípticas que acababa con lo que ya de por sí era un país apocalíptico. Hasta aquí nada nuevo.


Más llamativo ha sido el inusitado despliegue internacional que en el último año se ha dirigido a la reconstrucción del país. Instituciones públicas y privadas, partidos, universidades y ciudadanos más o menos de a pie han hecho un esfuerzo sin precedentes para enviar una ingente ayuda económica y material -solo la DGA, más de 640.000 euros-. Si trasladamos las cifras individuales a parámetros globales es fácil imaginar un fenómeno meteorológico poco visto: lluvia de recursos en un pequeño país de nueve millones de habitantes.


Sin embargo, un año después la lluvia no ha llegado, el moribundo Haití languidece y los últimos datos apuntan que aún puede ser peor. El cólera campa a sus anchas, la cantidad de superficie reconstruida es anecdótica, la población civil se revela contra la comunidad internacional y en el ámbito político las cosas se complican cada vez más. Como si del camarote de los Marx se tratara, en medio de un proceso electoral suspendido por serias sospechas de pucherazo, el dictador 'Baby Doc' Duvalier, huido tras años de expolio y muerte por la puerta trasera, regresa "para ayudar", es aclamado en el aeropuerto de Puerto Príncipe como la solución a todos los problemas y unos días después conducido ante la Fiscalía. Envalentonado por el ejemplo, otro ex, Aristide, ya está llamando a la puerta? Y mientras tanto ¿qué ha pasado con la ayuda humanitaria? Según la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití, controlada por las potencias donantes, solo se ha desembolsado el 10% de la ayuda institucional comprometida para 2010 y 2011. La "razón": la desconfianza hacia el Gobierno haitiano. El resto del dinero: en el limbo. Tampoco las organizaciones de la sociedad civil salen bien paradas. En su caso, la queja se centra en la falta de coordinación de los esfuerzos. Mientras la mayoría de los donantes ha aportado recursos para construir alojamientos temporales, se ha olvidado el presupuesto para despejar los 20 millones de metros cúbicos de escombros: un 95% siguen en las calles.


De lo que no se habla es de las consecuencias que Haití está teniendo en una parte importante del resto de la ayuda al desarrollo. Ese esfuerzo económico dirigido hacia el país caribeño ha tenido una víctima colateral: muchas de las instituciones que habitualmente dedican partidas a la cooperación se encuentran sin fondos con que sostener otros proyectos educativos, sanitarios, de infraestructuras, en otros lugares del mundo.


Y es que el efecto llamada de Haití a las conciencias de ciudadanos y Estados con recursos ha hecho que algunos olviden que existe otra cooperación, con menos repercusión mediática, menos rentable en votos y titulares, pero que es precisamente la que puede llegar a paliar e incluso acabar con los destrozos que -no solo a fin de año- provocan los terremotos y los políticos corruptos. Sin ir más lejos, en Aragón la respuesta de muchos de los responsables de cooperación al desarrollo de ayuntamientos y empresas ya es casi una letanía:


- Este año el presupuesto es mucho menor?


- Pero? ¿cómo?


- Se lo ha llevado Haití.


Haití se ha convertido en un holograma al borde del camino, una tragedia mediática necesitada de atención pero que nos ha distraído del objetivo final, el desarrollo de los pueblos. Y una vez más demuestra que el sinsentido vende. Mientras nuestras conciencias solidarias están tranquilas, los haitianos siguen sin ver cumplidas las promesas y, lo que es más grave, la cooperación silenciosa, de largo recorrido, comienza a pasar momentos difíciles y en algunos casos está pendiente de echar el cerrojo.


Es preciso que instituciones y sociedad se planteen un compromiso de desarrollo con objetivos a largo plazo, que incluya el establecimiento de fondos para los casos de emergencia y la racionalización y coordinación de los esfuerzos. Pero ¿quién dijo que eso vende?


Una última reflexión. Lo cierto es que no hemos celebrado el cambio de año sin catástrofes, las catástrofes están siempre ahí, acompañándonos silenciosas e invisibles, sobre todo para quienes no quieren oír ni ver. El inicio de 2011, tristemente, no pasará a la historia.

*Director estratégico para Latinoamérica y África del IAEE