CARLOS TAIBO

"Con Obama hay menos tensiones con Rusia"

El director del programa de estudios rusos en la Autónoma de Madrid ha impartido en Zaragoza un curso sobre Rusia, organizado por el Seminario de Investigación para la Paz.

Carlos Taibo, la semana pasada en Zaragoza.
"Con Obama hay menos tensiones con Rusia"
JOSé MIGUEL MARCO

¿Se puede aplicar el término democracia a Rusia?

Probablemente Rusia es una democracia de baja intensidad, en la que se cumplen formalmente las reglas del juego (hay elecciones, partidos y división de poderes) pero la riqueza del juego democrático falta. Lo que ocurre es que también tendríamos que preguntarnos si no falta entre nosotros, si no empiezan a acumularse los datos que invitan a cuestionar la hondura de la condición democrática de los países occidentales. Me temo que es un debate planetario, no circunscrito a Rusia.

¿Tenemos los españoles una imagen estereotipada de Rusia?

Sí. Hay una imagen que tiene, en cierto sentido, su origen en la Guerra Fría y que, pese a los cambios operados, se mantiene. La de una gran potencia rival, que juega sucio en el panorama internacional y que en el ámbito interno se caracteriza porque no acaba por germinar un sistema democrático. Creo que nadie juega limpio en el panorama internacional, ni Rusia ni EE. UU. ni la UE.

¿Cuál es la situación interna rusa?

Rusia en los últimos 15 años del siglo XX experimentó un retroceso económico salvaje. Por cifrarlo, los niveles de producción de la economía se redujeron en un 50%. Y lo que ha intentado hacer en el primer decenio del siglo XXI ha sido salir de ese atolladero. En cierto sentido lo ha conseguido más por una circunstancia externa que por la calidad de las políticas internas. La subida que en su momento experimentaron los precios internacionales del petróleo fue un auténtico balón de oxígeno para la economía rusa, que empezó a crecer de manera rápida. Lo que sucede es que la crisis que padece todo el planeta desde 2007 ha tocado a Rusia de manera visible y probablemente ha frenado esa etapa de bonanza, con lo cual el país se encuentra inmerso en un escenario de dudas.

Rusia es el país más grande del mundo.

Y el más rico en términos brutos. Es el único país del planeta que cuenta con todas las materias primas importantes. Es una potencia internacional con todas las consecuencias. No solo por su riqueza natural sino por su ubicación geográfica: es el único país que tiene fronteras con la UE, Oriente Próximo, China, Japón y con EE. UU.

¿Quién manda en el país?

La respuesta convencional sugiere que Putin. Si en su etapa el peso del poder recaía sobre la presidencia ahora recae sobre el primer ministro, que es Putin. Lo que ocurre es que es un esquema un poco manido, que genera algunas dudas en dos sentidos. Uno, el puesto de presidente en Rusia lleva una impronta de poder tan fuerte que aunque inicialmente el proyecto fuera ese, que Medvedev fuese un presidente de cariz representativo, ha acabado por asumir un papel más notable. Y el segundo es que a Putin le ha tocado hacer frente a la crisis general y esto ha estimulado cierta mecánica de descrédito de las políticas oficiales que obliga al presidente a asumir un papel para que el que inicialmente no estaba preparado.

¿Qué imagen tienen los rusos de sus dirigentes?

Las encuestas de opinión reflejan que la popularidad de Putin y Medvedev ha descendido. Aun así sigue siendo muy alta. Lo que ocurre es que a la hora de valorar lo que piensan los rusos tenemos que recordar que uno de los éxitos lamentables de las políticas de Putin consistió en aniquilar a aquellos medios de comunicación que tenían eco entre la población y que transmitían mensajes disonantes con respecto a los del poder.

La oposición denunció hace unos días la indefensión de los que son críticos con el poder tras las agresiones a varios periodistas.

Esta actitud de los gobernantes rusos ante quienes denuncian violaciones de los derechos humanos me parece muy llamativa. Pudiera parecer que están en una situación muy delicada, a punto de perder el poder. No es así. La posición de poder del aparato es muy cómoda.

¿Y cómo lo explica?

No es muy fácil de explicar a no ser que invoquemos a una especie de inercia histórica de represión rotunda de quien disiente.

¿Qué papel juega la oposición?

En términos político-electorales es muy reducido. El partido de Putin dispone de una comodísima mayoría en el Parlamento, puede legislar sin prestar ninguna atención a los opositores.

¿Qué relación debería tener la UE respecto a Rusia?

La relación entre Rusia y la UE es fluida, no nos engañemos. Pese a las apariencias que se derivan por ejemplo de esos contenciosos vinculados con el gas, la UE antepone la defensa de sus intereses a la defensa de los principios que retóricamente anuncia. Esto lo estamos viendo estos días en el Sahara. Cuando llega el momento de enfrentar situaciones de violación clara de derechos humanos, España o la UE miran hacia otro lado.

¿Y EE. UU.? Usted dice que su propósito es evitar que Rusia renazca como gran potencia.

Cuando juzgamos de forma hipercrítica la política exterior rusa olvidamos que, desde los atentados del 11-S de 2001 hasta 2006 y 2007, Rusia fue un país dócil y complaciente. Apoyó la intervención militar norteamericana en Afganistán y con la intervención en Iraq dejó hacer. Mi tesis es que sorprendentemente los gobernantes norteamericanos no cayeron en la conclusión de que tenían que premiar esa docilidad de Rusia, porque si no esta buscaría caminos independientes, que es lo que ha ocurrido en los últimos años. De todas maneras, no sé si este es un debate un poco del pasado porque uno de los pocos cambios claramente saludables que se ha derivado de la irrupción de Barack Obama ha sido un descenso sensible de las tensiones con Rusia.

¿Es factible ese resurgir como primera potencia que va buscando?

Es difícil. Arrastra problemas tecnológicos muy graves. Como candidato a configurar una gran potencia internacional que compita activamente con EE. UU. y la UE es débil. Lo que ocurre es que el peso bruto del país en cierto sentido corrige esas deficiencias y obliga a prestar atención a lo que hace. Rusia en el mejor de los casos podría ser un socio de segundo plano procurando la aproximación a otro socio de primer plano.