POBREZA

Casi dos millones de niños trabajan para mantener a su familia en Afganistán

El problema es grave en todo Afganistán pero aún más acuciante núcleos urbanos como Kabul.

Nasir es lavacoches en Kabul y uno de los 1,9 millones de niños que, según las autoridades, se ve obligado en Afganistán a dejar los estudios para trabajar y mantener a su familia, a veces como única fuente de ingresos del hogar.


El chico de 11 años friega automóviles en el complejo Macroryan Park, en el este de la capital y donde consigue 20 afganis (menos de medio dólar) diarios en un país donde tres décadas de conflicto armado explican el alto índice de trabajo infantil y de pobreza.


"No puedo ir al colegio porque somos pobres", dice el menor, que tiene que cuidar de los once miembros de su familia pero que afirma que tan pronto como cumpla la mayoría de edad se alistará en uno de los pocos estamentos donde no faltan oportunidades; el Ejército.


No igual pero el caso de Rokay, de 13 años, es parecido al de Nasir; cada día se desplaza de su casa en el norte de Kabul a la céntrica calle de Shar-e-Nao, para vender los huevos cocidos que su madre ha hervido de madrugada, antes de que se despertara.


Rokay vende cada huevo a 7 afganis (15 céntimos de dólar), y como le compran entre 15 y 20 al día, viene a juntar entre 2 o 3 dólares por jornada de trabajo, lo que supone un pilar fundamental para el sustento de los ocho miembros de su entorno familiar.


Además de Rokay, el único varón de su familia es su padre, que perdió las piernas por la explosión de una mina, por lo que la otra persona con capacidad de trabajar en la casa es su madre, que limpia a diario la de unos vecinos por unos 200 afganis (4 dólares).


"No estoy contento de que ella tenga que trabajar pero no tenemos otro remedio", se lamenta el menor.


El problema es grave en todo Afganistán pero aún más acuciante núcleos urbanos como Kabul.


La capital está plagada de niños que trabajan en la calle y en negocios de toda naturaleza -desde comercios a talleres de reparación de coches y de la industria metalúrgica-, un fenómeno motivado por una crisis económica y social acentuada por la guerra.


Con una renta per capita es de 800 dólares, el 42 por ciento de los 30 millones de afganos vive por debajo del límite de la pobreza.


La alta tasa tiene su origen en factores estructurales pero la sucesión ininterrumpida de conflictos armados que ha sufrido el país en los últimos 30 años la ha aumentado por traer un desequilibrio de género que choca contra los usos y costumbres locales.


Miles de hombres han muerto o arrastran secuelas graves por las heridas en combate, y aunque la caída del régimen talibán en 2001 forzó cambios legales respecto a la situación de la mujer, en muchas provincias afganas no se acepta culturalmente el trabajo femenino.


En caso de que el marido muera o quede incapacitado, el núcleo familiar pasa a depender de los otros varones de la casa, e independientemente de su edad, por lo que a menudo son los niños quienes se convierten en el nuevo cabeza de familia.


Y en ocasiones en la única fuente de ingresos de los suyos.


Consultado por Efe, el viceministro afgano de Trabajo y Asuntos Sociales, Waselnur Mohmand, confió en el éxito de iniciativas como la que pronto pondrá en marcha la UE, que con una donación de medio millón de dólares inaugurará una oficina para asistir a esos niños.


El funcionario también destacó que el Gobierno afgano ha emprendido un proyecto llamado Red de Acción de Protección de la Infancia (CPAN en siglas inglesas) la cual asegura que ya presta cuidados a estos menores en 28 de las 34 provincias del país.


Es improbable, sin embargo, que esos proyectos lleguen a tiempo para Nasir y Rokay, a quienes el trabajo diario no les ha robado los sueños; el primero quiere ser militar pero el segundo tira mas alto cuando se le pregunta qué quiere ser de mayor.


"Presidente de Afganistán", contesta, sin dudas de ningún género.