CRISIS ECONÓMICA

Cameron impone al Reino Unido una dieta radical de austeridad económica

En sus primeros cien días de gobierno, la coalición que preside David Cameron ha impuesto al Reino Unido una dieta radical de austeridad económica, con la suerte para el primer ministro de que, al menos de momento, los ciudadanos parecen aceptarla.

Cameron, en una cumbre europea
300 británicos muertos en Afganistán desde 2001
JULIEN WARNAND/EFE

En sus primeros cien días de gobierno, la coalición que preside David Cameron ha impuesto al Reino Unido una dieta radical de austeridad económica, con la suerte para el primer ministro de que, al menos de momento, los ciudadanos parecen aceptarla.


El semanario 'The Economist' no oculta su satisfacción con la valentía demostrada por Cameron y su equipo al coger al toro por los cuernos sin escuchar a agoreros como el premio Nobel de la economía Joseph Stiglitz, que han advertido reiteradamente del peligro de aplicar tan drásticos recortes cuando aún no se ha dejado atrás la crisis económica.


La revista califica en su último número a la coalición conservadora-liberaldemócrata como el Gobierno "más osado" de Occidente por el carácter "brutal" de sus recetas y pronostica que otros países, y no sólo las "tambaleantes Grecia y España, seguirán con seguridad el mismo camino".


Lo más sorprendente - o acaso no tanto si se tiene en cuenta la apatía que se atribuye generalmente a los británicos- es la aparente resignación con la que la población en general parece aceptar la dieta de austeridad de los "tories".


Así, según una encuesta que publica el diario 'The Guardian', un 44% de los ciudadanos aprueban la gestión de la coalición de Cameron y Nick Clegg frente a un 37 por ciento que la critica.


El líder 'tory' parece haber convencido a sus compatriotas de la imperiosa necesidad de recortar drásticamente los gastos del Estado hipertrofiado, excesivamente centralizado y dirigista, fruto en buena medida, aunque no exclusivamente, de trece años ininterrumpidos de gobierno laborista.


Su ministro de Finanzas, George Osborne, "halcón fiscal" donde los haya, no sólo ha querido subir el IVA, sino que, desoyendo a los neokeynesianos, ha decidido aplicar sin contemplaciones la tijera a prácticamente todos los departamentos del Gobierno con la única excepción de la Sanidad.


No es la primera vez, según recuerda 'The Economist', que un Gobierno aplica recortes casi brutales al sector público - lo han hecho antes, por ejemplo, Canadá y Suecia-, pero, a diferencia de ahora, eran tiempos de bonanza económica general, y esos países podían depender del tirón de otros para salir a flote.


Según sus defensores, entre ellos la citada revista, el Gobierno de Cameron no actúa sólo por motivos ideológicos, como fue el caso, por ejemplo, de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, aunque algo hay también de eso: la creencia de que el Estado ha crecido demasiado, opinión compartida con sus aliados liberaldemócratas de Nick Clegg.


Pero el factor que puede haber pesado más es la necesidad, según los "tories", de reducir un déficit totalmente desproporcionado - equivalente al 11 por ciento del PIB-, y hacerlo desde el primer momento, sin tratar de aplicar paños calientes.


Cameron pretende en efecto rebajarlo a un 2,1% del PIB para 2014/15, lo que representa el mayor recorte fiscal acometido por un país del G7.


A ese adelgazamiento del Estado contribuirá también la segunda parte del programa de reformas de David Cameron, consistente en "apoderar" a la sociedad para que se responsabilice de modo creciente de muchos servicios públicos, entre ellos la educación, profundizando en la vía abierta por el ex primer ministro laborista Tony Blair.


Así se anima a empresas, grupos de padres, fundaciones benéficas y universidades a crear y administrar sus propias escuelas, que seguirán estando financiadas con dinero público, pero tendrán independencia a la hora de establecer currículos, vacaciones y salarios del personal docente o administrativo.


Al mismo tiempo se pretende que los médicos de cabecera, agrupados en consorcios, sustituyan a los entes públicos del sector sanitario y sean quienes administren sus propios presupuestos, al tiempo que se les ofrecerán incentivos para que eviten innecesarias y costosas hospitalizaciones de sus pacientes, algo que muchos médicos no se sentirán, sin embargo, en condiciones de hacer.


Mientras tanto, según se queja hoy el diario 'Daily Mail', las clases medias pueden perder muchos beneficios universales como los viajes gratuitos en transporte público, las pruebas oculares también gratuitas a partir de los 60 años o ciertas reducciones fiscales por combustible para la calefacción en invierno.