EUROPA

Bruselas abronca a Praga por las maniobras de Klaus contra el Tratado de Lisboa

La República Checa recibió una sorda reprimenda en Bruselas, adonde viajó su primer ministro, Jan Fischer, para explicarle a Barroso la insólita situación creada por el presidente del país, Vaklav Klaus, que exige cambios en el Tratado de Lisboa para estampar finalmente su firma en el documento y cerrar con ello el proceso de ratificación del dichoso documento, que trae de calle a la Unión Europea desde 2005.


Fischer se presentó con Barroso ante los medios informativos. El presidente de la Comisión utilizó términos y una firmeza inusuales en él para abordar la situación. Dijo que las cosas de la Unión Europea seguían básicamente por el juego limpio, por lo que "ciertamente esperamos que no se levanten obstáculos artificiales en estos momentos" para la ratificación final del Tratado que, -Barroso lo recalcó- "ha sido democráticamente adoptado ya, tras el referéndum irlandés, por los 27 socios de la Unión europea, cuyos gobiernos han negociado y firmado el Tratado".


En realidad, la situación a la que el presidente checo, Vaklav Klaus, ha abocado a la Unión tiene mucho de surrealista. El Tratado de Lisboa ha sido negociado por los responsables constitucionalmente habilitados para hacerlo en cada país miembro; se han escuchado las demandas de cada país -las checas también- y, al final, el texto resultante ha sido aceptado por quienes tenían la capacidad legal para hacerlo. Pero Vaklav Klaus, que es uno de esos presidentes-florero de tantos y tantos ordenamientos constitucionales recientes, ha decidió abusar de la facultad que le atribuye su Constitución de sancionar los Tratados internacionales que suscribe su país para imponer exigencias de última hora al texto. Quiere una exención de la Carta de los Derechos Fundamentales, que forma parte del Tratado, a la manera de las conseguidas en su día por británicos y polacos. Alega que la Carta en cuestión abriría la vía a demandas de reparación por parte de los descendientes de los alemanes que fueron expulsados de los Sudetes tras la II Guerra Mundial.


Barroso le dijo a Fischer que las exenciones polaca y británica han sido aceptadas por todos y la de Klaus no; y que para aceptársela habría que reabrir toda la negociación del Tratado, lo cual es inimaginable. "A nadie le conviene, y menos a los intereses de la República Checa, retrasar más este asunto", dijo Barroso.


En Bruselas y en Praga se trabaja a marchas forzadas en busca de una fórmula para salvar la barrera de Klaus. La fórmula privilegiada es una Declaración, jurídicamente no vinculante ahora, aunque pudiera serlo en el futuro, que despejara las dudas del checo. O que le sirviera de justificación para firmar.