Guerra en Ucrania

A la guerra, en tren

Quizás se pregunten si volverán vivos. Parada a parada, los soldados van llenando el tren que les conduce al frente.

Sentados en los vagones del tren que les conduce el frente de Bajmut, la zona donde se libran los combates más encarnizados.
Sentados en los vagones del tren que les conduce el frente de Bajmut, la zona donde se libran los combates más encarnizados.
Gervasio Sánchez

El hombre de barba rechaza un pañuelo de papel y se vuelve hacia el gran ventanal para ocultar las lágrimas. Es como si se avergonzara de emocionarse. Unos segundos antes de que el tren arrancase se despedía de otro hombre que le doblaba en edad, pero que era un calco suyo. De un padre lloroso que le decía adiós agitando una mano y de una madre, en segundo término, con un rostro compungido como si le hubieran arrancado el alma. El hombre de barba parece pensar que un hombre nunca debe llorar aunque quiera. Y menos si es militar y, aún menos, si se va a la guerra en tren.

Los soldados se dirigen al frente de Bajmut en tren
Los soldados se dirigen al frente de Bajmut en tren
Gervasio Sánchez

El tren a Kramatorsk ya iba lleno de soldados cuando salió de Kiev, la capital de Ucrania. En las paradas suben más y más militares. El tren se dirige a la zona donde se están produciendo los combates más encarnizados. Todos saben a lo que van y quizás se pregunten si volverán vivos. Porque el número de bajas en el frente de Bajmut está siendo muy alto.

Algunos se despiden de hijos muy pequeños que entienden más de lo que parece. Que seguro que les cuentan a sus compañeros de la escuela que tienen miedo de que a su padre lo maten o que entran en un ensimismamiento que les impide pronunciar una palabra durante semanas, como le pasó a la hija de 8 años del soldado Viktor.

El arquitecto y hoy soldado Dimitrov se perdió el nacimiento de su preciosa Alina, que hoy tiene cinco meses. La pudo tocar cuando ya había cumplido un mes. No exterioriza ninguna sensación de ternura cuando se le pregunta qué sintió cuando la tuvo en sus brazos. Desvía la conversación para afirmar que la vida militar es más interesante que su vida profesional. "Quizá me he vuelto un adicto a la adrenalina", confiesa.

Una soldado, a bordo del tren que conduce al frente
Una soldado, a bordo del tren que conduce al frente
Gervasio Sánchez

La soldado Ilya ya ha vivido la guerra en Zaporiya, su ciudad natal. Lleva dos años en el ejército, igual que su marido. Reconoce que tiene miedo, pero "no puedo hacer nada por cambiar la situación".

Los soldados aprovechan el viaje para ver vídeos, dormir a pierna suelta, leer informes militares o hablar por teléfono sin parar. Los fumadores esperan las paradas para encender pitillos. Algunas dan para tres caladas, otras permiten consumir todo el cigarro. Por los pasillos, el trajín al bar es continuo. Cafés, magdalenas industriales y ‘hotdogs’ en boca de muchos.

El reclutamiento es forzoso entre los 18 y los 60 años. Antes de la guerra era obligatorio entre los 18 y los 27 y duraba como mínimo un año. Esta regla, y también una forma alternativa al reclutamiento, se ha suspendido mientras dure la movilización. Eso significa que si te llaman a filas, no hay fecha de caducidad y tienes que servir militarmente por tiempo ilimitado.

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