guerra en ucrania

La vida en Chasiv Yar bajo atronadoras explosiones

Una gran parte de la población, de 12.000 habitantes, ha huido, pero todavía quedan centenares de personas escondidas en los refugios.

Ludva camina por el centro de Chasir Yar sin preocuparse de las detonaciones.
Ludva camina por el centro de Chasir Yar sin preocuparse de las detonaciones.
Gervasio Sánchez

Los proyectiles abandonan las bocas de los cañones con estruendosas explosiones. Son tan regulares que apenas hay intervalos de 30 segundos entre una y otra en Chasiv Yar, un pueblo de 12.000 habitantes, donde es difícil ver a alguien caminando por sus calles. Una gran parte de la población ha huido, pero todavía quedan centenares de personas escondidas en los refugios.

Elena se sobresalta cada vez que escucha una explosión. Aunque lleva semanas bajo continuos cruces de artillería entre las fuerzas ucranianas que defienden el pueblo y las rusas que se encuentran en las afueras, no es capaz de diferenciar el sonido de salida de un proyectil de uno llegada.

"Llevamos semanas viviendo en los refugios. No tengo dinero y no podría ir a ningún sitio. Sólo espero que un día llegue la paz", comenta la mujer mientras se estremece por un nueva explosión atronadora. La mayoría de los refugios están habitados por soldados que descansan de los combates y esperan que se intensifiquen en Chasiv Yar si Bajmut, estrangulada por las fuerzas rusas, cae en los próximos días.

"Llevamos semanas viviendo en los refugios. No tengo dinero y no podría ir a ningún sitio. Sólo espero que un día llegue la paz"

Tatiana reconoce que "estoy muerta de miedo". Se extraña cuando se le pregunta por qué no se va y responde emocionándose: "¿Dónde quiere que me vaya?". Igual que otros civiles clarifica sus deseos: "Sólo quiero que dejen de bombardearnos y me da igual quién controle militarmente la ciudad si por fin llega la paz".

El ruido impulsivo de las baterías artilleras alcanza tanta intensidad que puede ser extremadamente peligroso para la audición. O para la mente. Porque la guerra arrasa la sensación de seguridad y provoca transformaciones de la personalidad. La desesperación puede provocar trastornos muy profundos.

Ludva camina por el centro de Chasiv Yar sin preocuparse de las detonaciones. Va cargada con varias bolsas y parece que su mente descansa en una placida deriva. Por sus ojos azules aparece la luz de la vida y una sorprendente y abatida belleza presente en un rostro cuarteado por el cansancio y el dolor. Pero le cuesta expresarse y sólo repite: "Me pueden llevar a mi casa".

El presidente Volodímir Zelenski ha decidido enviar más efectivos a esta localidad estratégica luego de reconocer que los combates se han recrudecido.

Tras una larga espera, Ludva comienza a alejarse hasta que su figura se pierde tras una arboleda confundida entre edificios golpeados por los impactos de los proyectiles. Las calles están vacías y sólo se ven de muy en tanto en tanto a personas mayores o incluso ancianos que no están dispuestos a marcharse del lugar donde siempre ha estado su hogar, se ha desarrollado su vida y donde tienen enterrados a sus queridos familiares.

En uno de los llamados "punto de invencibilidad", que son centros preparados generalmente en refugios con todos los servicios básicos, incluido electricidad, cobertura telefónica, acceso a internet, calefacción, agua potable y atención sanitaria, Alexander no tiene duda de que "no seguiría aquí sino fuera por mi esposa que no quiere irse del pueblo".

El hombre parece mantener la cordura en un lugar de personas de miradas perdidas que se sobresaltan con las explosiones. Una de las mujeres que se niega a dar su nombre comenta que "paso aquí la mayor parte del día porque en mi casa no tengo ni luz, ni agua, ni calefacción, ni señal telefónica".

En el lugar aparece una unidad de los llamados Ángeles Blancos, que son agentes de la policía que recorren las localidades de la primera línea de la guerra para ayudar a evacuar a los ciudadanos y el transporte de cadáveres a la morgue. Michael es un australiano voluntario que está acompañado a la patrulla. "Llevo tres meses aquí y he participado en evacuaciones de residentes en lugares como Bajmut", explica.

Artem es el jefe del operativo de cinco personas. Están recogiendo nombres de personas dispuestas a ser evacuadas. "En Bajmut hemos conseguido sacar a centenares, pero aquí sigue habiendo muchas que no se quieren marchar", cuenta. Asegura desconocer el número de habitantes que siguen en el pueblo ya que es el primer día que trabaja en él. "Puedo confirmarles, eso sí, que en Bajmut quedan unas 4.000 de las 77.000 que vivían".

Muchos edificios han sido alcanzados por proyectiles y es imposible ver un solo ventanal con el cristal intacto aunque el nivel de destrucción es menor que en otros lugares del este de Ucrania. Todos los vehículos que circulan son militares que van y vienen de la primera línea de combate a la retaguardia y viceversa.

El gobierno ucraniano no descarta retirarse de Bajmut tras las continuas embestidas rusas. Un asesor del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, explica a la CNN que "nuestros militares están sopesando todas las opciones y, si es necesario, se retirarán estratégicamente para evitar sacrificar a toda nuestra gente por nada".

Uno de los llamados Ángeles Blancos, agentes de la policía que recorren las localidades de la primera línea de la guerra
Uno de los llamados Ángeles Blancos, agentes de la policía que recorren las localidades de la primera línea de la guerra
Gervasio Sánchez

También el Ministerio de Defensa anuncia, al mismo tiempo, la decisión de enviar refuerzos adicionales para combatir a las unidades rusas que quieren tomar la ciudad de Bajmut a cualquier precio.

La retirada de Bajmut obligaría a fortificar las posiciones en los alrededores de Chasiv Yar para evitar que los rusos puedan llegar a la carretera principal que lleva hasta Kramatorsk, una ciudad muy importante de 150.000 habitantes y nudo de comunicaciones tanto terrestre, ferroviario como aéreo.

"Cada ser humano tiene que ganar la guerra interna para superar la externa".

El personaje más singular que circula por Chasiv Yar es Alex, un ucraniano treintañero, a quien no le importa las continuas explosiones y aparenta no inmutarse. Tampoco parece que el intenso frío sea un problema.

Se ha esquinado en la plaza principal del pueblo, ha desplegado una colchoneta, se ha descalzado y se dispone a meditar por la paz en Ucrania y el mundo. Su eslogan lo explica con cierta excentricidad: "Cada ser humano tiene que ganar la guerra interna para superar la externa".

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