La lucha de cuatro ciudades por dejar helados a los turistas

La localidad china de Mohe y las rusas de Yakutsk, Oymyakon y Verjoyansk, con temperaturas inferiores a 50 grados bajo cero, son tres de las zonas habitadas más frías del planeta y pujan por atraer a viajeros extremos.

Ciudad helada, en una foto de archivo.
Ciudad helada, en una foto de archivo.
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El frío siberiano que deja tiritando a media España ha cobrado toda su auténtica realidad en Mohe, ciudad china fronteriza con Rusia que ha batido posiblemente la temperatura más baja registrada por el gigante asiático desde que es medida por sus servicios meteorológicos: 53 grados centígrados bajo cero. Se la conoce como el 'Polo Norte de China', está situada en la provincia de Heilongjiang, es la urbe más septentrional del país y en ella viven 80.000 personas que deben hacer frente a complicaciones tan inéditas para el resto del mundo como que los motores se rompan si permanecen más de media hora parados a la intemperie o que las lágrimas se congelen si la gente no camina por la calle suficientemente protegida.

Mohe no es el único lugar habitado donde la vida transcurre en un congelador. A mil kilómetros de allí está Yakutsk, a solo 450 kilómetros del Círculo Polar Ártico. Censa a nada menos que 300.000 habitantes; un volumen inédito en un territorio extremo que permanece desde el final del verano hasta bien entrada la primavera a una media de 40 grados bajo cero. Mientras Mohe anotó el lunes -53º, en esta localidad cayó a 62,7 grados centígrados bajo cero. ¿Es posible vivir en esas circunstancias?

La realidad así lo indica. Los científicos forman una parte importante de esta comunidad. La región constituye en sí misma un objeto de estudio, que permite comprobar los efectos ambientales y geológicos de las oscilaciones de temperatura más radicales. En verano el termómetro asciende a 20 grados centígrados. Las casas se sostienen sobre pilotes y una especie de contrafuertes se reparten por el lugar para evitar que el veloz deshielo inunde todas las calles. Eso sí, el barrizal es inevitable. Además de científicos, otro porcentaje amplio de moradores son los mineros que trabajan en la extracción de diamantes, el gran negocio de la región, y los estudiantes. En un rincón tan alejado y extremo arde la llama del conocimiento. La Universidad Federal del Noreste, fundada en 1934 y una de las más importantes de Rusia, matricula a unos 20.000 estudiantes en nueve facultades (desde Geología e Ingeniería hasta Derecho) y una decena de institutos superiores.

Yakutsk en una ciudad adversa para muchos, pero peor resulta Oymyakon, otra población siberiana sumida en la profundidad del hielo. Con un millar de habitantes, la localidad ocupa una depresión entre dos montañas. Eso favorece que el frío se intensifique debido a su propia concentración y a la ausencia casi total de luz solar. No hay termómetros de tipo occidental. Estallan. Los vecinos deben controlar la hora en que se levantan de la cama para encender la chimenea, ya que las casas (de madera) se congelan literalmente en poco más de ocho horas. Tampoco se ven apenas coches. "Todo lo que no esté cubierto, corre peligro de helarse", advierte la Oficina de Turismo, que pide a los visitantes cumplir una serie de medidas de seguridad porque, en caso contrario, "pueden morir de frío en poco tiempo". En 1933 Oymyakon marcó 67,8 grados bajo cero, aunque buena parte de su vecindario reivindica los dudosos -71,2º que un geólogo dató en 1926 en base a diferentes cálculos.

Ciudad polar

A unos cientos de kilómetros está Verjoyansk. Se disputa con Oymyakon el título de ciudad polar más gélida. Por un solo grado. Así está de áspera una rivalidad motivada no sólo por su posibilidad de atraer turismo, sino por una suerte de honor histórico y también de recepción de ayudas oficiales. La población es mayor, vive de la minería y la crianza de ganado. El combustible básico es la madera y el carbón porque la gasolina se congela. Aún así, la distribución de diésel está garantizada para alimentar los generadores eléctricos. El móvil e Internet son fundamentales para comunicarse con el resto del país. Cuando llega el frío, la tierra se congela y es posible viajar en coche por la denominada ruta de invierno. En verano la única conexión con estas remotas localidades reside en el avión porque la región se convierte en un lodazal. Cualquier alimento a la intemperie se congela en medio minuto.

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