Ducha fría y apagón monumental, aperitivo del duro invierno alemán

Las piscinas públicas bajan la temperatura del agua, cierran las saunas y los monumentos y edificios públicos dejan de exhibirse al turista nocturno, puesto que apagan la iluminación de noche.

Un 52% de los hogares alemanes usan el gas para su calefacción, para cocinar o para el agua caliente.
Un 52% de los hogares alemanes usan el gas para su calefacción, para cocinar o para el agua caliente.
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Los depósitos de gas se siguen llenando, aunque a una lentitud exasperante, y Nord Stream no ha cortado -de momento- el gas a Alemania. Pero en algunas ciudades, sea Berlín o Múnich, el racionamiento en el sector público ya empieza a sentirse. Las piscinas públicas bajaron la temperatura del agua, cerraron las saunas y los monumentos y edificios públicos dejaron de exhibirse al turista nocturno, puesto que apagaron la iluminación de noche.

Son los primeros síntomas de que Alemania se toma en serio la necesidad de reducir el consumo del gas en un 15%, de acuerdo al plan de la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen. Parecen apenas un aperitivo de los sacrificios que acarreará un invierno bajo el signo de la escasez de gas ruso y de una factura energética en alza, puesto que las alternativas a los suministros de Nord Stream, que las hay, serán más caras. Los ciudadanos de Múnich, la capital de la próspera Baviera, empezaron a nadar en aguas varios grados más frías de lo habitual -22 grados, en las piscinas al aire libre, y 26, en las cubiertas-. Ello implica cierto shock en un país donde las olas de calor son de unos pocos días y donde a más tardar con la entrada en agosto empieza la cuenta atrás hacia el otoño. Las saunas públicas directamente cerraron. Son depredadores energéticos. Algo parecido ocurre en Hannover, en el centro del país, mientras que en Berlín se plantea ya la posibilidad de que, tras el corto verano, empiecen a cerrar algunas de las piscinas públicas cubiertas, grandes consumidoras de energía, para dejar las restantes limitadas a su uso para escuelas y deportistas.

De momento, los principales afectados por los primeros brotes de racionamiento público son los turistas. Unos 200 edificios públicos y monumentos de la capital alemana quedan a oscuras, sin iluminación nocturna sobre su fachada; algunos, a partir de las diez de la noche y otros hacia la medianoche. Ello incluye espectáculos de luminotecnia como los que en estas fechas suelen ofrecerse entre la emblemática Puerta de Brandeburgo y los alrededores del Reichstag, la histórica sede del Parlamento alemán. Cada 'land' alemán aplica estas medidas a su criterio. En la capital, el ciudadano tiene más o menos asimilado cualquier tipo de restricción, dada la reputación de ciudad pobre y sobreendeudada que tiene Berlín. En Múnich, cada una de estas medidas se encaja como una afrenta, puesto que si de algo presume la capital bávara, respecto a la del conjunto del país, es de prosperidad y confort.

Nueva tasa

A partir de octubre, más de la mitad de los hogares de un país con 83 millones de habitantes van a pagar en su factura las consecuencias de la escasez de gas ruso. Se aplicará a partir de entonces, y previsiblemente durante los 16 meses siguientes, la llamada tasa del gas sobre su consumo. Un 52% de los hogares del país usan el gas para su calefacción, para cocinar o para el agua caliente. No hay una estimación clara de cuál será su coste, aunque se barajan entre los 1,5 y los 5 céntimos por KwH, que se destinarán a evitar el hundimiento de las empresas del sector afectadas por la reducción de los suministros. El ministro de Economía y Protección del Clima, el verde Robert Habeck, hablaba hace unos días de «varios cientos de euros» anuales para un hogar tipo -es decir, con cuatro miembros y con un consumo de 20.000 Kwh anual-. El canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, había situado ese monto en unos 200 o 300 euros por año. Una situación explosiva, en un país con un mercado laboral saneado -la tasa de desempleo se sitúa en un 5,6 %- pero donde el empleo lleva más de una década precarizándose.

Es una "solución amarga", admitió Habeck, el político hoy por hoy mejor valorado del país, pese a las malas noticias que le corresponde transmitir casi a diario al ciudadano en medio de esta crisis. Al parecer se le reconoce la sinceridad y también el hecho de que es quien debe buscar soluciones de emergencia a una fuerte dependencia energética de Rusia heredada por el gobierno de Scholz de sus antecesores.

Encabeza la lista de grandes culpables el excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder, quien meses antes de dejar el poder (en 2005) pactó con su amigo y aliado político Vladímir Putin la construcción del Nord Stream, para pasar a sentarse luego en los consejos de administración de empresas controladas por el Kremlin. A este espectacular ejemplo de puertas giratorias siguieron los 16 años en el poder de la conservadora Angela Merkel, quien mantuvo y amplificó la dependencia energética.

Planes B

La búsqueda de responsabilidades entre los antecesores de Scholz ocupan estos días los comentarios y columnas de opinión dentro y fuera de Alemania. Habeck, mientras tanto, se encarga de capear la situación y, supuestamente, de trazar planes B para el caso de que Nord Stream cierre la llave del gas. De momento, los depósitos están sobre el 67,5% de su capacidad. El objetivo declarado por Habeck es tenerlos al 75% con el inicio de septiembre y al 95% el primero de noviembre. Se ha conseguido que sigan llenándose, pese a la interrupción durante diez días del suministro y la reducción posterior dictada desde Moscú, a base de recurrir a las reservas del carbón. Otra "solución amarga" para el socio verde de Scholz. El tripartito actual entre socialdemócratas, verdes y liberals abrió la legislatura post-Merkel el pasado diciembre con el propósito de acelerar el adiós a esta energía fósil. De pronto se ve forzado, a modo de mal menor, a convertir el carbón en una especie de refugio de emergencia.

Los Verdes de Habeck defienden, de momento, el calendario para el cierre de las tres últimas plantas atómicas a finales de este 2022. El 'Nein, Danke' a la energía nuclear es el signo de identidad fundacional del ecologismo alemán. Pero pocos descartan que no acabe, al menos, prolongándose la vida de estas últimas centrales. Incluso los sectores más realistas o pragmáticos de los Verdes empiezan a ser menos categóricos en su 'Nein, Danke'. Todo puede depender de que los depósitos se llenen al ritmo debido.

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