"Y esta medicina, ¿para qué es, por favor?": todo vale como ayuda a Ucrania

Anna Boryachenko ha impulsado en su cafetería de Valladolid para recoger "cualquier cosa" que pueda ser de utilidad a sus compatriotas en medio del conflicto armado.

Anna Boryachenko, una ucraniana que lleva 20 años en España, recoge en su cafetería de Valladolid "cualquier cosa" que pueda ser de ayuda para Ucrania.
Anna Boryachenko, una ucraniana que lleva 20 años en España, recoge en su cafetería de Valladolid "cualquier cosa" que pueda ser de ayuda para Ucrania.
EFE

"Y esta medicina, ¿para qué es, por favor? Es que tenemos que consignarlo todo". La pregunta la hace Anna Boryachenko, una ucraniana que lleva 20 años en España y que habla un español fluido, tal vez algo acelerado este martes por los nervios, aunque explica perfectamente la iniciativa que ha impulsado en su cafetería para recoger "cualquier cosa" que pueda ser de utilidad a sus compatriotas en medio del conflicto armado.

Está desbordada. Llega constantemente a su local, en un goteo incesante y asombroso, gran cantidad de juguetes, alimentos, ropa y medicinas, y lo cierto es que hay bastante espacio, pero todo se va amontonando y hay que clasificarlo y organizarlo. Ahora, lo de menos es el café con tostada que oferta en un cartel a la entrada de su establecimiento. Por cierto, se llama bar Book y está en la vallisoletana plaza de la Trinidad.

No es que Anna haya hecho un estudio de mercado, pero sabe que su negocio está en un lugar de muchísimo paso: enfrente se halla la biblioteca más grande de la ciudad, la gente pasa por allí casi sin querer y, viendo el panorama, pregunta en qué puede ayudar.

Ella no estuvo en la concentración de unas doscientas personas el pasado viernes en Valladolid, pero sí conoce a Vasyl y a Victor, que estuvieron en la plaza Mayor, donde germinó este proyecto. Ellos se preguntaron entonces cómo podían ayudar a sus compatriotas, y la madre de Anna participó casualmente de esa conversación.

"Vasyl ha estado aquí ayudándome, tengo mucha ayuda, yo solamente he puesto un local donde cualquiera puede venir a cualquier hora", asegura Anna a Efe, con su mirada puesta en lo que sigue llegando y su pensamiento en cómo puede organizarlo.

Es un ambiente en el que la tentación de sumarse es imparable, hasta lógica. El medicamento al que hace referencia el titular se llama Premax, pero Anna no puede guardarlo sin más: tiene que clasificarlo y poner una nota en su idioma. Buscamos en el móvil y es, entre otras cosas, para la ansiedad.

"Es que llegan objetos o alimentos de todo tipo", dice Anna, mientras percibe en primera persona que también las guerras despiertan del letargo el lado más humano de la gente, ya que "todo ha sido en cuestión de horas", subraya.

Tiene un niño, rubio y con cara de avispado, presente en la conversación. Sonríe cuando ve a su madre tan atareada, aunque, en este contexto, Anna no puede evitar hacer una reflexión y dice: "Como madre, pienso muchísimo en los niños que hay allí y en su situación; ahora mismo un bote de leche en polvo en Ucrania vale oro".

"Los niños en Ucrania están durmiendo en sótanos, son lugares fríos y oscuros, que resultan traumáticos para un niño; el mío tiene suerte de estar aquí", agrega.

Cuenta que, para la logística y el transporte de todo lo que les llega, hay personas que se ofrecen voluntarias con sus furgonetas para llevarlo a la frontera con Polonia, donde ya hay gente esperando.

Mientras se produce esta conversación, entre las cosas para recoger llegan lotes de pilas, linternas, vendas y la referida caja de Premax. Una vez sabido el efecto de esa medicina, Anna exclama, "Esto no vendrá mal tampoco".

Relata que llegó a España con 14 años y que es natural de una ciudad cercana a Kiev, tiene contacto casi a diario con su familia allí, aunque las conexiones "no están siendo fáciles en este momento".

Ironiza al afirmar que la clientela y la caja de su negocio no van a subir mucho, porque prácticamente no están atendiendo a nadie. Ahora eso no importa, están a la labor humanitaria que espontáneamente han organizado en un tiempo récord, apenas dos días.

Emulando a la película "Qué bello es vivir", el barrio de San Nicolás entero se ha movilizado. Así por ejemplo, la farmacia de la calle Conde de Benavente, a cincuenta metros del referido bar Book, ha puesto un cartel para colaborar y dar mayor impulso a la idea.

Esta iniciativa, que Anna Boryachenko ha arrancado a través de las redes sociales, pone de manifiesto la fuerza brutal de este cauce para transmitir e influir en todo, en lo bueno y en lo malo, A veces las redes albergan odio, "zascas" o bulos, pero también consiguen llegar a miles de personas para ser el origen de algo tan edificante como la cooperación en medio de un conflicto armado.

Anna cuenta, y lamenta, que los ucranianos no tienen en Valladolid una asociación, así que necesitaban de un enorme amplificador y, en este contexto, las redes sociales han hecho ya su milagro

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