Exonerados en EE. UU. dos de los condenados por la muerte de Malcolm X

La disculpa llega tarde para Khalil Islam, que defendió su inocencia hasta morir en 2009 mientras que Muhammed Aziz tiene ya 83 años.

Muhammed Aziz, uno de los condenados que ha sido exonerado
Muhammed Aziz, uno de los condenados que ha sido exonerado
Reuters

¿Quién mató a Malcolm X? La pregunta con la que el periodista Mike Wallace tituló en 1980 su reportaje de investigación en el programa '60 minutes' seguirá sin resolverse, como las relativas al asesinato de John F. Kennedy o Martin Luther King, pero desde este jueves se sabe que dos de los tres hombres que han pasado su vida en la cárcel acusados de haber cometido ese crimen son inocentes. "No podemos reponer lo que le quitaron a estos hombres y a sus familias, pero admitiendo nuestro error tal vez podamos empezar a restaurar la fe (en el sistema)", entonó el fiscal de Manhattan Cyrus Vance.

La disculpa llega tarde para Thomas Johnson (que en prisión adoptó el nombre de Khalil Islam). Su hijo admitió que, "honestamente", nunca pensó que llegaría este día agridulce. Su padre mantuvo su inocencia hasta el día de su muerte en 2009, que según el abogado David Shanies "había estado a la vista durante décadas". Desde ese reportaje de Wallace, varias novelas y documentales, el último de Netflix, han documentado la maltrecha investigación que derivó en la falsa condena de Islam y Muhammed Aziz.

Este último se encontraba este jueves en la sala, digno y erguido, como quien no tiene nada que agradecer por algo que siempre le ha correspondido. "No necesito que este tribunal, ni los fiscales o un pedazo de papel me digan que soy inocente", proclamó. "Soy un hombre de 83 años victimizado por el sistema de justicia". Tenía 26 cuando ingresó en prisión, aunque obtuvo la libertad condicional en 1985 para convertirse en el líder espiritual de la mezquita de la Nación del Islam en Harlem. La jueza entendió su resentimiento. "Lamento profundamente que este tribunal no pueda revertir totalmente la gran injusticia cometida y devolverle los años perdidos", expresó.

El tiempo ha derrotado la sed de justicia que tiene la historia. Pese a haberle dedicado casi dos años de investigación, el fiscal de Manhattan se declaró impotente para averiguar la verdad de lo ocurrido en la Sala Audubon aquel 21 de febrero de 1965 en que Malcom X fue acribillado delante de 400 personas. Entre ellas había al menos siete agentes del FBI infiltrados, pero su testimonio no salió a la luz durante el juicio, como muchas otras cosas que, "sin duda", dijo la jueza, habrían cambiado el veredicto. Con ello, "no solo se hubiera cambiado la vida de estos acusados, sino la historia de los derechos civiles", apuntó Shanies.

Una etapa convulsa

Eran tiempos convulsos. Kennedy había sido asesinado y Malcom X no lo había condenado. Hasta había insinuado que su muerte le hacía feliz. Predicaba el uso de la violencia para defender la causa racial y eso le convertía en alguien muy peligroso a ojos del FBI, que le vigilaba sin descanso. Ni los agentes del FBI ni la Policía de Nueva York movieron un dedo para salvarle la vida cuando los pistoleros le acribillaron sobre el escenario. Algunos testigos dijeron haberse sorprendido de que ni siquiera desenfundaran sus pistolas, lo que dio pie a pensar que el FBI estaba detrás del asesinato.

Cyrus no ha podido encontrar un testigo vivo. Tampoco queda en pie ninguno de los investigadores que participaron en el caso. Hasta los casquillos de las 21 balas que se le extrajeron a Malcom X han desaparecido, al igual que las pruebas recabadas durante la histórica investigación. No eran "rrores inocentes", aclaró su abogada, sino "falta de ética profesional". Mujahid Abdul Halim, el hombre que confesó su autoría durante el juicio, declaró que ninguno de estos dos acusados eran sus cómplices.

Al sistema le interesaba más culpar a la Nación del Islam, de la que Malcom X se había distanciado dos años antes. Esa misma mañana, "el príncipe negro" al que llorarían más de 30.000 personas en el funeral de Harlem, retransmitido por televisión para todo el país, había contado que la Nación del Islam le amenazaba de muerte. Solo hacían falta un par de cabezas de turcos para completar el caso, y los encontraron.

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