Una superviviente de la matanza de Utøya: "Muchos tendrán siempre 16 o 17 años y nunca podrán realizar sus vidas"

Lisa Marie Husby, de 29 años, se escondió en una caseta en el bosque mientras Anders Behring Breivik disparaba indiscriminadamente a los adolescentes que encontraba a su paso en la isla noruega, tras haber colocado una bomba en el centro de Oslo. Se cumplen diez años del ataque que dejó 77 muertos.

Lisa Marie Husby
Lisa Marie Husby
Efe

Noruega conmemoró este 22 de julio el décimo aniversario de la mayor tragedia de su historia reciente: el doble atentado en Oslo y la isla de Utøya cometido por el ultraderechista Anders Behring Breivik, con 77 muertos.

"Falta gente, es lo más doloroso. Muchos deberían estar aquí y no están. Es horrible", dice  Lisa Marie Husby, de 29 años y superviviente de Utøya, que extraña una confrontación real con las raíces políticas.

Breivik colocó una furgoneta-bomba en el complejo gubernamental de Oslo. Disfrazado de policía, condujo 40 kilómetros, tomó el transbordador a Utøya, escenario del campamento anual de las Juventudes Laboristas (AUF). Y recorrió la isla durante 77 minutos, ejecutando a quienes consideraba defensores del multiculturalismo y una amenaza para Noruega.

"Dos meses después hubo elecciones, pero no se trató el tema. Muchos dijeron que no se podía, que había sido un ataque a toda Noruega, no solo al Partido Laborista. Hubo duelo nacional. Cuando quisimos hablar del extremismo decían que buscábamos réditos políticos, sacar la carta de Utøya", explica.

Husby recuerda cómo hace más de un año, visitando una escuela, descubrió que varios niños no habían oído hablar de Utøya. Pensó en hacer una gira por centros educativos. Fueron una veintena, en Trøndelag (centro), su región natal.

No ahorró detalles sobre sus vivencias para hacer comprender la dimensión de lo ocurrido. Fue una terapia. No era la primera vez que contaba su historia en público. Lo había hecho en un foro de la escocesa Universidad de Saint Andrews, donde estudió cuatro años.

Allí y en las charlas relata cómo su madre le avisó por teléfono de que podían ser el próximo objetivo; cómo empezó a escuchar ruidos que parecían fuegos artificiales y vio a gente corriendo.

"Perdí el control. Corrimos al bosque y entramos en una cabaña. Sabía que estaban disparando, pero solo podía pensar en dónde había dejado el bolso. Quería ir a buscarlo. Me dijeron que si me iba, cerrarían con llave y tendría que buscar otro refugio. Justo llegó una chica contando que le habían disparado y cerramos", recuerda.

Permanecieron tres horas. Y escucharon pasar a Breivik, que hizo varios disparos antes de desistir. Fueron rescatados por la policía, que les pidió salir con las manos en alto, mirando al suelo para no ver ni heridos ni cadáveres.

Días después vinieron los funerales de amistades, incluida su mejor amiga, tantos que había que elegir a cuál ir. La visita al psicólogo, el diagnóstico de estrés postraumático (TEPT). Las pesadillas, las imágenes retrospectivas que la asaltaban por el día, el cansancio: "Veía mi vida pasar sin sentirme involucrada. Existía pero no vivía. Nada me interesaba ni me importaba".

Dos años más tarde se dio de baja, dejó la política. Visitó un centro especial. Después de un año empezó a sentirse mejor, a hablar de sus problemas. Y decidió irse a Escocia.

Según un estudio del Centro Nacional para la Violencia y Estrés Postraumático, uno de cada tres supervivientes de Utøya tiene TEPT y cefaleas crónicas; la mitad, ansiedad, depresión y problemas para dormir. Y un tercio no ha recibido ayuda suficiente.

No es el caso de Husby, que entonces trabajaba para las AUF y recibió indemnización del Estado noruego.

Un tercio de los supervivientes ha sido objeto de expresiones de odio o amenazas. "Conozco a muchos que viven con dirección secreta", afirma Husby, que ha recibido mensajes de conspiranoicos.

"Pronto se aceptó que se podía criticar a quienes se salvaron y que los muertos casi lo merecían por ser tan radicales y atacar la política de inmigración. Algunos hasta decían entender a Breivik porque había que defender el país", lamenta.

Y señala a políticos que han sido duros con el Partido Laborista y las AUF. Paradigmático fue el caso de la ministra de Justicia, Sylvi Listhaug, del ultranacionalista y xenófobo Partido del Progreso (Frp), en el que militó de joven Breivik y que ha formado parte del Gobierno de la conservadora Erna Solberg.

En 2018, Listhaug acusó a los laboristas de dar más importancia a los derechos de los terroristas que a la seguridad nacional por no apoyar una propuesta para quitarle la nacionalidad a yihadistas.

"Ha sido difícil hablar de la dimensión política porque la amenaza salió de Noruega, no del exterior. Uno de nosotros, nació y creció aquí, con una vida normal. No conseguimos preguntarnos cómo se pudo radicalizar durante diez años y nadie lo paró", apunta.

Husby dice encontrarse "bien", aunque a medida que se acerca el aniversario está "más estresada". Irá a los actos en Utøya junto a Sofía, con quien compartió tres horas de angustia en una cabaña.

"Muchos sienten que ha pasado demasiado rápido. Somos optimistas porque vemos que las cosas parecen ir en la dirección correcta", señala Husby.

El regreso a Utøya hace aflorar una realidad difícil de asumir todavía: "Muchos se han casado, tenido hijos; otros tendrán siempre 16 o 17 años y nunca podrán realizar sus vidas". 

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