Harald de Noruega lamenta que el país no hiciera "lo suficiente" tras el ataque del ultraderechista Breivik

"Como sociedad, no hicimos lo suficiente para soportar esa carga unidos y contrarrestar las fuerzas oscuras", afirmó el monarca en el acto de estado por las 77 víctimas de esa matanza del 22 de julio de 2011.

El alcalde de Oslo, Raymond Johansen (i), el príncipe heredero Haakon (4i) y la princesa Mette Marit (2i), entre otras personalidades, en una ofrenda floral en la isla de Utoya, uno de los escenarios de los atentados de hace diez años.
El alcalde de Oslo, Raymond Johansen (i), el príncipe heredero Haakon (4i) y la princesa Mette Marit (2i), entre otras personalidades, en una ofrenda floral en la isla de Utoya, uno de los escenarios de los atentados de hace diez años.
BEATE OMA DAHLE/EFE

El rey Harald de Noruega lamentó este jueves en Oslo, en el décimo aniversario del doble atentado del ultraderechista Anders Behring Breivik, que su país no haya hecho" lo suficiente" frente a la ira extremista y llamó a defender la libertad y modelo de sociedad abierta de su país.

"Como sociedad, no hicimos lo suficiente para soportar esa carga unidos y contrarrestar las fuerzas oscuras", afirmó el monarca, en el acto de estado por las 77 víctimas de esa matanza, 69 de las cuales asistían a un campamento de verano de las juventudes laboristas.

"Tengo una gran fe en el pueblo noruego. Hemos demostrado ser fuertes ante todo tipo de pruebas y defendido los valores fundamentales. La fe en la libertad es más fuerte que el miedo", añadió Harald, de 84 años, al término de una jornada de duelo para el país escandinavo.

Su mensaje a los ciudadanos siguió al repicar de 77 campanadas desde el ayuntamiento de Oslo, después de que a lo largo del día el estamento político y el príncipe heredero Haakon hubieran alertado del odio que sigue presente en la sociedad noruega.

"Es nuestra responsabilidad, individual y colectiva, trabajar cada día contra el extremismo", apuntó Haakon, desde la idílica isla de Utøya, uno de los escenarios de los ataques de Breivik.

Haakon y su esposa Mette-Marit se reunieron a lo largo de la jornada con supervivientes y familiares de los fallecidos, tras lo cual apeló a hacer "todo lo necesario" para superar el trauma dejado por Breivik.

El 22 de julio de 2011 se produjo "un ataque a la democracia", había advertido la jefa del Gobierno noruego, la conservadora Erna Solberg, en el primer acto de la jornada, desde el Ayuntamiento de Oslo.

"El odio sigue presente en nuestra sociedad", apuntó por su parte el ex primer ministro y actual secretario general de la OTAN, el socialdemócrata Jens Stoltenberg, en la catedral de la capital noruega.

"Respondimos a ese ataque con amor. Recuperamos la isla de Utøya como lugar de encuentro y no de muerte. Pero el odio sigue ahí", añadió el político.

Stoltenberg era entonces el jefe del gobierno y como tal debió afrontar una tragedia que se había cebado contra las juventudes de su partido y que sumió al conjunto del país en un trauma colectivo.

La misma catedral donde habló en este aniversario fue, en los días siguientes al ataque, un lugar de encuentro para ciudadanos necesitados de consuelo ante el peor ataque sufrido por Noruega en tiempos de paz.

Los alrededores del templo adoptaron forma de mar de flores, recordatorios y velas, depositados por noruegos comunes, líderes políticos y miembros de la casa real.

Con su alerta sobre el odio aún presente en la sociedad noruega aludió Stoltenberg a otros atentados ultraderechistas e islamófobos que siguieron al de Breivik.

Entre ellos, el cometido hace dos años por otro joven noruego, quien tras matar a su hermanastra -de origen asiático- trató de irrumpir en una mezquita de Oslo con intención de causar otro baño de sangre.

Tanto Breivik como este seguidor noruego cumplen condena a 21 años de cárcel prorrogables.

Del centro del poder a la isla de la tolerancia

La jornada de recuerdo se desarrolló entre la capital y la isla de Utøya, el lugar idílico al que verano tras verano acudían los jóvenes del partido, como había hecho el propio Stoltenberg. Ahí discurría la acampada que el partido organizaba bajo el signo de la tolerancia.

Ese fue el objetivo prioritario de Breivik, que pretendía impulsar una cruzada "contra los musulmanes y el marxismo cultural". Primero hizo estallar una furgoneta cargada de explosivos en el barrio gubernamental.

Mientras las fuerzas policiales se concentraban en asegurar la zona y buscar otros posibles artefactos, Breivik siguió en otro vehículo hasta la idílica isla de Utøya, a unos 40 kilómetros.

Ahí disparó, uno tras otro, sobre los jóvenes encontró a su paso. La mayoría de sus 69 víctimas eran menores de 20 años.

Breivik se entregó finalmente a la policía, cuya llegada a la isla se demoró entre múltiples contratiempos y fallos en el operativo. La lentitud en la actuación policial y la serie de errores o negligencias fue objeto posteriormente de un amplio debate y sucesivas investigaciones en Noruega.

De la motivación del fanático autor de los ataques no quedó la menor duda. En medio del horror salió a relucir un manifiesto colgado en internet exponente de sus delirios ultraderechistas.

Su juicio estuvo marcado sucesivas provocaciones neonazis. Ya en la cárcel donde cumple condena, en régimen de aislamiento, ha denunciado reiteradamente lo que considera un inhumano régimen penitenciario.

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