Trump consolida su dominio sobre el Partido Republicano

Defenestra a la hija del histórico Dick Cheney como número tres de la formación conservadora, mientras su líder en la Cámara Baja se mantiene del lado del expresidente.

Liz Cheney habla con los periodistas en el Capitolio tras ser defenestrada en el Partido Republicano
Liz Cheney habla con los periodistas en el Capitolio tras ser defenestrada en el Partido Republicano
JONATHAN ERNST/Reuters

Para quienes piensen que Donald Trump solo fue un accidente en la historia del conservadurismo estadounidense, la defenestración este miércoles de Liz Cheney como número tres del Partido Republicano en la Cámara Baja debería sacarles de su error. La congresista, que se ha negado a sumarse a las acusaciones de fraude electoral a las que se aferra el expresidente, fue expulsada de manera sumaria por sus compañeros de partido tras varias amenazas.

No era una anécdota interna, sino la maniobra por la que Trump consolida su poder mediante una purga que solo dejará leales en la formación de Reagan y Bush. De los diez diputados republicanos que votaron a favor del 'impeachment' de Trump tras el asalto al Capitolio, Cheney era la más destacada. Un peso pesado con pedigrí. Irónicamente, la hija del siniestro vicepresidente Dick Cheney es ahora la heroína de la izquierda por atreverse a decir en voz alta contra viento y marea lo que han certificado las actas, el Congreso y hasta los jueces: Joe Biden ganó limpiamente las elecciones. 

"Soy una republicana conservadora, pero el más conservador de todos los principios es la reverencia a las leyes", entonó en su último discurso como presidenta de la conferencia republicana. "El colegio electoral ha votado, más de 60 tribunales estatales y federales, incluyendo múltiples jueces designados por el ex presidente han rechazado sus recursos. El Departamento de Justicia de Trump investigó sus acusaciones de fraude generalizado y no encontró pruebas que las apoyasen. Las elecciones se han acabado. Esta es la ley. Este es nuestro proceso constitucional", concluyó. Y ese es el irreverente discurso que le ha costado el puesto.

Cómo si se avergonzarán de lo que hacían, los líderes del partido no quisieron dejar este miércoles actas de la votación, que cerraron en cuestión de minutos para pasar a los asuntos del día, corriendo así un tupido velo sobre el embarazoso episodio. Cheney dijo no tomárselo a nivel personal. Simplemente "es una indicación de dónde se encuentra el Partido Republicano", observó con tristeza. "Tenemos que traerlo de vuelta a una posición desde la que podamos luchar por los principios conservadores. No podemos dejar que lo arrastren las peligrosas mentiras de un expresidente".

Una guerrera política

Muchos de sus compañeros se han achantado ante las amenazas de Trump y sus acólitos, pero no ella. Cheney, como su padre, es una guerrera que lleva la política en la sangre. De hecho, este miércoles prometió que hará "todo lo que esté en su mano" para evitar que Trump vuelva al Despacho Oval. 

El exmandatario ha reiterado que tiene toda la intención de volver a presentarse a las elecciones presidenciales de 2024. Pero incluso si eso fuese una estrategia para seguir recaudando fondos, como sospechan algunos, lo que está claro es que cualquiera que represente al partido en esas elecciones tendrá que rendirle pleitesía y asumir como ciertas sus mentiras. Entonces, ¿por qué se someten a él los legisladores republicanos? Sencillamente, porque en noviembre obtuvo 74 millones de votos. O sea, doce más que en las elecciones anteriores. El líder de la Cámara Baja, Kevin McCarthy, que tras superar el susto del asalto al Capitolio decidió reconciliarse con él, sabe bien que la única manera de recuperar la mayoría en el Congreso es contentando a los votantes de Trump. Son esos mismos que estos días llamaban a Cheney "traidora" y pedían su cabeza.

Este miércoles era un día triste para los que creen en los principios conservadores, entre los que se encuentran antiguos colaboradores de su padre. Era el caso del congresista Ken Buck, que lamentó que se la hubiera censurado "por decir lo que piensa" y estar en desacuerdo con la narrativa de Trump. "No se puede tener a una presidenta de la formación que recite el discurso demócrata", le replicó su colega Jim Jordan, también miembro del Freedom Caucus, que encarna la herencia del Tea Party en el Congreso.

En todo caso, a McCarthy su apuesta por utilizar la lealtad a Trump como instrumento electoral para recuperar el poder podría salirle mal si Cheney decide canalizar su disidencia a través de un nuevo partido. No obstante, por el momento su intención es defender el alma de la formación de Lincoln y Reagan. 

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