Rusia se prepara para la Guerra Fría

Al etiquetar a Putin de "asesino", Biden "ha lanzado una señal a sus aliados europeos de cómo hay que actuar con Moscú".

Al etiquetar a Putin de «asesino», Biden «ha lanzado una señal a sus aliados europeos de cómo hay que actuar con Moscú»
Joe Biden y Vladimir Putin
Joe Biden y Vladimir Putin
Agencias

Pese a que el presidente Vladímir Putin ha intentado escenificar indiferencia, fingiendo que quita importancia al hecho de que su homólogo estadounidense, Joe Biden, crea que es un "asesino", lo cierto es que la procesión va por dentro. Putin intentó el jueves mostrar que no se siente ofendido, deseó salud a Biden -lo que unos interpretan como una clara insinuación de que es una persona de avanzada edad y otros como una amenaza- y le propuso un encuentro por videoconferencia retransmitido en directo a todo el mundo.

"Biden ha cruzado una línea roja (...) que conducirá a una nueva guerra fría"

Pero las palabras del inquilino de la Casa Blanca han causado verdadera indignación en el entorno presidencial, en el Gobierno ruso y, en general, entre los políticos, empresarios y periodistas afines a Putin. Hasta el politólogo ucraniano Tarás Berezóvets opina que "Biden ha cruzado una línea roja (...) que conducirá a una nueva guerra fría".

El senador y periodista, Alexéi Pushkov, estima, por su parte, que el mandatario norteamericano "ha lanzado una señal a sus aliados europeos de cómo hay que actuar con Moscú", justo en la víspera de la cumbre europea del próximo jueves en Bruselas, que incluye una nueva discusión sobre las relaciones entre la UE y Rusia. Según Pushkov, que aconseja a Biden "hacer un cursillo de diplomacia", "Estados Unidos se prepara para asediar política y económicamente a Rusia".

Navalni y ciberataques

Muchos analistas están convencidos de que el jefe de la Casa Blanca convino en que Putin es un homicida "carente de alma" tras leer los informes de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional estadounidense que su predecesor, Donald Trump, dejó apilados en el Despacho Oval sin dedicarles la más mínima atención.

Tales documentos hablan de los intentos de injerencia de Rusia en las elecciones en EE UU, en las de 2016 y 2020, de diversos ciberataques, de la muerte de oponentes políticos de Putin, como Borís Nemtsov, y del envenenamiento que sufrió en Siberia el año pasado, Alexéi Navalni, actualmente en la cárcel con una condena de dos años y cinco meses de privación de libertad.

Para explicar la animadversión de Biden hacia Putin, la periodista rusa Karina Orlova recuerda cómo la propaganda del Kremlin sacó a relucir los trapos sucios de los negocios en Ucrania de Hunter, hijo del líder demócrata estadounidense, para socavar sus posibilidades en los comicios del pasado noviembre. O cómo el Kremlin se alineó con las tesis de su predecesor, Donald Trump, sobre un supuesto fraude perpetrado en aquellas elecciones y cómo Putin tardó más de un mes en felicitarle cuando con el republicano lo hizo al día siguiente.

Pero el actual presidente estadounidense no es más que el heredero de unas relaciones con Rusia ya degradadas de antemano. Un punto de inflexión lo supuso el abandono por parte de EE UU del Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM) en diciembre de 2001, un acuerdo que fue firmado en 1972. A Putin no le gustó nada aquella decisión de Washington y siempre ha considerado que abrió la puerta al "desmantelamiento del sistema de seguridad mundial".

El dirigentee ruso vio además con recelo la intervención estadounidense en Irak de 2003. Así que, con los cuchillos bien afilados, Putin acudió a la Conferencia de Seguridad de Múnich, en donde, el 10 de febrero de 2007, lanzó su vitriólica diatriba contra Estados Unidos, a quien acusó de tratar de imponer por la fuerza un mundo "unipolar" y de acercar la OTAN hasta la mismísimas fronteras de Rusia.

En agosto de 2008, Rusia mantuvo una guerra relámpago con Georgia, convirtiendo en sus protectorados Abjasia y Osetia del Sur y, justo cinco años después, Putin concedió asilo político al fugitivo estadounidense Edward Snowden, lo que motivó que Barack Obama cancelara un encuentro con el líder ruso que había sido programado para septiembre de 2013.

Mucho más tensaron las relaciones de Moscú con Estados Unidos la crisis ucraniana de 2014, la anexión de Crimea y la guerra en Donbass, que supusieron el comienzo de la era de las sanciones. Trump, cuya victoria en las presidenciales de 2016 causó regocijo en el Kremlin, terminó decepcionando a Putin. Con él se incrementaron las sanciones contra Rusia, se malograron importantes acuerdos de desarme y se agravaron las tensiones geopolíticas.

Llamada a consultas

Tras llamar a consultas al embajador en Washington, Anatoli Antónov, que este sábado regresó a Moscú, Rusia se dispone a trazar una "nueva estrategia" en las relaciones con EE UU. Los analistas dibujan distintos escenarios, algunos inquietantes como que el Kremlin se lance a una nueva aventura bélica otra vez en Ucrania, en las repúblicas bálticas o en Moldavia. Pero el realismo aconseja a Putin evitar aspavientos peligrosos para él, para su país y para la seguridad del planeta en general.

Todo indica que, en el contexto actual, la más perjudicada va a terminar siendo Rusia, contra la que Washington prepara más sanciones. Entre ellas figura la paralización del proyecto de construcción del gaseoducto Nord Stream 2, destinado a llevar gas ruso a Alemania a través del fondo del mar Báltico, y el cierre del acceso internacional a los préstamos bancarios y al sistema de transferencias Swift.

La politóloga Lilia Shevtsova pronostica que, "a corto plazo, la confrontación con Occidente puede fortalecer la autocracia en Rusia", pero, a largo, "tenemos que irnos a 1991 para adivinar el desenlace". sugiriendo que el país puede correr la misma suerte que la desaparecida Unión Soviética. En cualquier caso, Shevtsova piensa que, "mirando a los dirigentes occidentales, especialmente en la Europa continental, parece dudoso que vayan a renunciar a una cómoda relación con Rusia basada en el interés, en cuyo caso nos pudriremos juntos". "No obstante, si Biden quiere realmente consolidar la lucha contra la corrupción y la cleptocracia, la élite rusa tiene entonces de qué preocuparse", concluye.

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