Los 90 años de Estela, símbolo de la búsqueda de los bebés robados en Argentina

La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo advierte de que, hasta el último aliento que le quede de vida, seguirá trabajando por encontrar a los más de 300 niños, hoy ya hombres y mujeres, que aún no conocen su identidad.  

Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, en una imagen de archivo.
Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, en una imagen de archivo.
David Fernández/EFE

Estela de Carlotto, símbolo de la búsqueda de bebés robados por la dictadura en Argentina, cumple este jueves 90 años. Y lejos de bajar los brazos, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo advierte de que, hasta el último aliento que le quede de vida, seguirá trabajando por encontrar a los más de 300 niños, hoy ya hombres y mujeres, que aún no conocen su identidad.

"Me tocó hacer algo tan serio, grave y doloroso, pero a la vez tan necesario, como ha sido buscar a una hija y a un nietito, y eso me llevó y me va a llevar toda la vida buscando lo que falta", cuenta a Efe esta "mujer común" que, a pesar de que tuvo una madre y abuela longevas, nunca imaginó llegar a los 90 "activa y con ganas de hacer cosas".

Maestra, esposa y madre de cuatro hijos, la vida de Estela dio un vuelco cuando en 1977 su hija Laura, miembro del grupo guerrillero Montoneros, fue secuestrada por el régimen de facto (instaurado en 1976 y que se alargó hasta 1983) y llevada a un centro clandestino de detención y tortura.

Cuando desapareció estaba embarazada de tres meses y, tras dar a luz en cautiverio, fue asesinada: "Acá no hubo guerra ni sucia ni limpia, acá hubo una dictadura cívico militar terrorífica que sembró el espanto, con miles de centros clandestinos de detención en todo el país que ahora son lugares de memoria. Esto fue terrorismo de estado", remarca la nonagenaria activista.

Nada se supo del niño que su hija había dado a luz. Hasta 36 años después.

El terror que lo cambió todo

Esos últimos años de la violenta década de los 70 cambiaron para siempre el destino de infinidad de familias como la de Estela y su esposo, Guido Carlotto, quien antes de perder a su hija sufrió en carne propia las torturas de la dictadura.

"Estos genocidas buscaban a mis dos mayores hijas, Laura y Claudia, y se lo llevaron prisionero 25 días torturándolo y viendo cómo torturaban a otras personas", recuerda.

El hombre salió con 15 kilos menos y enfermo, pero sobrevivió, y junto a su mujer debió enfrentarse a la cruda realidad: "Laura fue asesinada y nos entregaron su cuerpo. Tuve ese privilegio, entre comillas, por una promesa que hizo uno de los militares del Gobierno de entonces, porque yo conocía a su hermana, que era maestra como yo", evoca Estela.

Consultada por qué le diría hoy a su hija si pudiera, De Carlotto se sincera: "Que su mamá nunca dejó de pensar en ella. La sueño, pero no puedo verla envejecer, porque no me la imagino, siempre la veo joven y con sus maneras de ser".

Las Abuelas de Plaza de Mayo

Pero el inmenso dolor no la amedrentó y el tiempo que había empleado en buscar a su hija y clamar por su vida se acabó convirtiendo en una lucha de por vida junto a otras mujeres que, como ella, querían saber dónde estaban sus nietitos, a pesar de la represión.

"Nunca tuve miedo de salir, y si me pasara lo que me pasase, me daba lo mismo, porque yo estaba buscando nada más y nada menos que una hija y un nieto, y el riesgo que corríamos sabíamos que era serio pero lo desafiábamos", subraya.

En 1978, tras jubilarse, pasó a integrar la organización Abuelas de Plaza de Mayo que, casualidades de la vida, había sido creada el 22 de octubre del año anterior, el mismo día de su cumpleaños. Y juntas iniciaron un intenso periplo de visitas a juzgados de menores, orfanatos y oficinas públicas. Tareas detectivescas que combinaron con sus viajes por el mundo para dar a conocer su causa.

Mientras, su marido -que falleció en 2001- quedó a cargo del hogar: "Nosotros dijimos que no fueran a hacerse visibles, porque ellos para los militares eran los peligrosos, en cambio a nosotras nos llamaron locas y mujeres, como desprestigiándonos", señala.

"A los hombres que se quedaron esperándonos los llamo los héroes anónimos, porque asumieron el cambio de rol de su esposa, la ausencia por nuestros viajes y actividades. Representaron el apoyo, la comprensión, la espera y la muerte quizá más prematura", agrega.

El reencuentro con su nieto

Según los organismos de derechos humanos, la dictadura hizo desaparecer a unas 30.000 personas -militantes políticos, de grupos armados y no armados, sindicalistas o estudiantes- que, sin ser sometidas a juicio fueron secuestradas, torturadas y la mayoría tiradas con vida al mar.

Y alrededor de 500 hijos de desaparecidos fueron apropiados por las fuerzas represivas y entregados a familias afines al régimen y se le anuló su verdadero origen.

Es el caso de Ignacio, quien, tras enterarse de que el matrimonio con quien se había criado no eran sus padres biológicos, logró recuperar su identidad y reencontrarse con Estela, su verdadera abuela, en 2014, lo que emocionó a toda la sociedad argentina.

"El nieto que busqué durante 36 años junto a mis compañeras me ha traído de alguna manera de regreso a mi hija Laura con él, es su hijo, y bueno, encuentro parecidos y además sobre todo nos queremos muchísimo y nos llevamos muy bien", enfatiza.

Guido, nombre que su fallecida hija había elegido para su bebé, se había criado, según la activista, con "un matrimonio de buena gente pero siempre con el delito de haberlo criado como hijo propio siendo que no lo era y ocultándole a él el derecho a saber de dónde venía".

En 2017, la pareja fue procesada por esa apropiación, aunque Ignacio ya se ha mostrado en contra de que puedan ser condenados.

"Son gente muy sencillita pero no tengo relación con ellos, no me da el ánimo, porque no quiero que me cuenten otros lo que tendría que haber vivido yo con mi nieto", asevera la anciana.

La fuerza de la ciencia

A mediados de la década de 1980, las Abuelas impulsaron la creación de un banco para almacenar sus perfiles genéticos y garantizar la identificación de sus nietos, y ya en 1987 el Congreso creó por ley el Banco Nacional de Datos Genéticos, que se encarga de resolver la filiación de los niños apropiados en la dictadura.

En todo este tiempo, en el que todos los chicos y chicas con dudas sobre su identidad han podido acercarse a la sede de Abuelas para iniciar el proceso, el banco ha ido sumando técnicas avanzadas de identificación genética y forense.

Tras cuatro décadas, las Abuelas -hoy ya pocas pero acompañadas de un eficaz equipo de colaboradores- han logrado recuperar la identidad de 130 nietos y han impulsado el juzgamiento de los responsables del terrorismo de Estado y de los apropiadores de sus nietos.

Pero aún queda mucho para saber "la verdad completa": "Faltan más de 300 nietos de encontrar que estarán en algún lugar del mundo o de Argentina", indica Estela, presidenta de la Asociación y su rostro más visible.

Y sus 90, que espera festejar el año próximo si la pandemia lo permite, no son en absoluto un freno, y así lo asegura: "Seguimos caminando y caminaremos mientras tengamos vida".

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