Una generación de más de 210.000 niños, abandonada en Europa

Redes de trata, abusos sexuales, explotación laboral e incluso tráfico de órganos son la realidad a la que se enfrentan cada día estos niños, invisibles para un sistema.

Marta Rullán
Refugees and migrants from the destroyed Moria camp protest after the news about the creation of a new temporary camp, on the island of Lesbos, Greece September 12, 2020. REUTERS/Alkis Konstantinidis [[[REUTERS VOCENTO]]] EUROPE-MIGRANTS/GREECE-LESBOS
Refugees and migrants from the destroyed Moria camp protest after the news about the creation of a new temporary camp, on the island of Lesbos, Greece September 12, 2020. REUTERS/Alkis Konstantinidis [[[REUTERS VOCENTO]]] EUROPE-MIGRANTS/GREECE-LESBOS
ALKIS KONSTANTINIDIS

Los más de 210.000 niños no acompañados que han pedido asilo en Europa en los últimos cinco años son una generación abandonada: hacinados en campos de refugiados, tras un viaje en el que han sufrido todo tipo de abusos, sobreviven sin la perspectiva de un futuro, rechazados por las autoridades que debían protegerles y en una sociedad cada vez más hostil.

"Las condiciones infrahumanas en las que viven han vuelto a quedar al descubierto con el reciente incendio en el campo griego de Moria, en el que el 70 por ciento de sus habitantes eran menores", dice Jennifer Zuppiroli, técnica de incidencia política en migraciones de Save The Children.

Redes de trata, abusos sexuales, explotación laboral e incluso tráfico de órganos son la realidad a la que se enfrentan cada día estos niños, invisibles para un sistema que les niega, además, derechos tan básicos como la escolarización o la atención sanitaria, incluso en plena pandemia de COVID-19.

La punta del iceberg

"Lo más escalofriante es que tenemos la certeza de que la cifra de 210.000 es sólo la que recogen los Estados sobre los menores no acompañados que han pedido asilo. Fuera se quedan todos los que no son identificados como posibles solicitantes o como menores", dice Zuppiroli.

Ese número "probablemente sea solo la punta del iceberg", coincide el psicólogo alemán Jan Kilzihan, con más de 20 años de experiencia en tratar a víctimas traumatizadas en zonas de guerra.

Muy pocos logran el estatus de refugiado y la mayoría escapa por miedo a ser deportados o para intentar reunirse con sus familias, revela un informe de Save The Children al cumplirse cinco años de la muerte de Aylan Kurdi, el niño sirio cuya imagen inerte en un playa turca conmocionó al mundo entero.

Desde entonces, al menos 700 niños y niñas han perdido la vida en el mar ante la impasibilidad de las autoridades, según la ONG.

"Es una tragedia humana que pone en tela de juicio todos los valores morales y éticos del mundo 'moderno'", resume Kizilhan, que ha tratado a muchos de estos niños.

Miedo y abuso

El primer problema es la identificación, "pero también que se quedan 'atrapados' en el país de entrada: muchos necesitan ir con sus familias, pero conseguir un traslado seguro es muy complicado", explica Zuppiroli, que considera fundamental que Europa "opere de manera conjunta".

Sin posibilidad de reunirse con sus familiares, "muchos abandonan los centros para hacerlo de manera autónoma y son esos que desaparecen", afirma la experta.

Es en ese momento cundo las redes de trata de seres humanos aprovechan para explotarles en trabajos "informales", como el campo, o en actos criminales, como hurtos, hasta llegar a "situaciones mucho mas sangrantes, como la explotación sexual, sobre todo de las niñas".

Pero ya antes, han sufrido mucho en su largo viaje a Europa. "Sabemos por nuestro trabajo psicoterapéutico que niñas y niños son sometidos con mucha frecuencia a abusos sexuales, incluida la violación, durante una huida que dura varios meses", dice Kizilhan, que habla de menores "privados de su infancia".

"He visto niñas de 10 a 16 años que han sido violadas varias veces mientras huían y en los campos de refugiados. Y ahora, en Alemania, lloran, gritan, tienen miedo todos los días y no pueden hacer frente a estas experiencias".

La violencia, política de disuasión

Lejos de las promesas de mejorar la política migratoria europea formuladas cuando la muerte de Aylan sacudió las conciencias, hay "un retroceso" en casi todos los ámbitos.

"Para los niños es cada vez mas difícil llegar a Europa, por unas políticas de externalización del control fronterizo brutales, que han dejado esa responsabilidad a países terceros: Grecia con Turquía o Italia con Libia. Y en España llevamos 20 años viendo este proceso con las autoridades marroquíes", explica Zuppiroli.

Es en las fronteras donde los menores no acompañados sufren la mayor violencia y "los gobiernos de Europa son conscientes" porque "las ONG informan casi a diario de esas atrocidades", dice Kizilhan.

"Puede verse como una pérfida política de disuasión: la violencia sexual contra los niños y su muerte se acepta deliberadamente para reducir la huida a Europa. Pero no debe ser así. Es un crimen contra la Humanidad, mientras todos miramos hacia otro lado".

Y aunque los niños logren acceder al procedimiento, "las tasas de reconocimiento de protección son mínimas y totalmente dispares según el país", añade Zuppiroli.

"Desde agosto de 2019, cada día una media de 10.000 niños y niñas siguen atrapados en las islas griegas, de los cuales el 60% menores de 12 años", apunta Anita Bay Bundegaard, directora de Save the Children Europa, en el informe.

La vida en los campos provoca en niños ya traumatizados "numerosas enfermedades mentales, como depresión, estrés, ansiedad y miedo, con graves repercusiones físicas", relata Kilzihan.

"Sufren pesadillas, flashbacks, no pueden lidiar con sus sentimientos, tienen dolores de cabeza, de espalda y de estómago. Muchos desarrollan enuresis y se avergüenzan por ello", añade.

Pero lo peor es que "pierden la confianza en las personas y en la Humanidad" y "sin ayuda y atención psicosocial tendrán que vivir con ese trauma el resto de sus vidas".

Zuppiroli coincide en el "brutal impacto" que suponen los campamentos en la salud mental de los menores: "autolesiones, depresiones, intentos de suicidio, fenómenos que no deberíamos ver en la infancia, sobre todo porque son situaciones abarcables por Europa y sus estados. No son cifras imposibles".

Y por si el sufrimiento que padecen en su país, en el viaje y en los campamentos no fuera suficiente, al llegar a un lugar seguro los menores se enfrentan a un rechazo social en aumento, potenciado por el auge de los partidos de ultraderecha.

"Yo personalmente estoy recibiendo amenazas, a través de correos electrónicos y llamadas telefónicas, por estar comprometido en asegurar que los refugiados, por ejemplo de Moria, especialmente los niños, sean llevados inmediatamente a Alemania, Francia o España. No había experimentado esto antes", revela a Efe el doctor Kizilhan.

Zuppiroli habla de la necesidad de "sociedades mas inclusivas y acogedoras, porque "no es una cuestión de solidaridad, sino de responsabilidad" e insta también a reflexionar sobre "los intereses políticos y económicos que perpetúan los conflictos".

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