cumbre del clima 2019

El pinchazo de Madrid deja a Glasgow sin margen de error si quiere frenar el cambio climático

La COP26 deberá multiplicar la reducción de emisiones de CO2 y diseñar un mercado mundial de carbono en el tiempo de descuento.

Cumbre del Clima, imagen de archivo.
Cumbre del Clima, imagen de archivo.
EFE

La Cumbre del Clima de Madrid se puso en marcha con dos grandes objetivos. Primero, lograr que los 195 firmantes del Acuerdo de París se comprometiesen a aumentar de forma significativa en 2020 sus planes de recortes de emisiones de CO2 para la próxima década (sus actuales compromisos son totalmente insuficientes). Segundo, pactar las normas para la creación de un mercado mundial del carbono, que fije un precio disuasorio para los estados y las empresas por la emisión de gases de efecto invernadero y les empuje a apostar con rapidez por la economía verde, y que, entre tanto, financie proyectos de transición ecológica en los países más desfavorecidos y castigados por el cambio climático.

Ambas fueron las prioridades enunciadas en la apertura de la COP25 por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, porque son las acciones pendientes que permitirían comenzar a aplicar el Acuerdo de París, que debe estar a pleno rendimiento como muy tarde para el 31 de diciembre de 2020, cuando expira el Protocolo de Kioto.

Pero es que, como recordó Guterres, el mundo debe empezar a ejecutar este compromiso de inmediato, no solo por los plazos pactados en 2015, sino porque los informes científicos indican que la concentración de CO2 en la atmósfera no para de crecer, que se encuentra en su máximo histórico, y que si no se inicia ya, de inmediato, un profundo recorte en las emisiones, el calentamiento global alcanzará antes de 2030 el punto de no retorno, el momento en que ya será imposible parar el aumento de la temperatura en los 1,5ºC y las catástrofes climáticas serán una constante.

El plenario de la XXV Cumbre del Clima se cerró el domingo sin haber cumplido ninguno de sus dos grandes cometidos y con ello metió toda la presión posible a los organizadores británicos de la COP26, que reunirá entre el 9 y 20 de noviembre de 2020 en Glasgow a unos 30.000 delegados y que, a diferencia de la de Madrid, también debería contar con la presencia de los primeros ministros y presidentes de las principales potencias mundiales si quiere forzar un compromiso de calado.

La COP26, que se celebrará en los minutos de descuento, tanto de la aplicación del Acuerdo de París como del punto en que aún es posible frenar el calentamiento global, no tiene margen de error. O es un éxito, o el pacto nacerá herido y devaluado y la Tierra se encaminará a un futuro más que incierto.

Su gran prioridad es lograr que los estados amplíen de forma considerable los recortes de CO2 que tienen comprometidos para 2030 y que pacten llegar a 2050 con cero emisiones. Los científicos han puesto números a la tarea. Si se quiere evitar que la temperatura de la Tierra supere 1,5º la de la época preindustrial -lo único que evitaría que las catástrofes fuesen a más-, deben multiplicar por cinco sus actuales compromisos y recortar emisiones a un ritmo medio del 7,6% anual toda la década (reducir un 55% los gases de efecto invernadero que lanzaron en 1990). Si no ambicionan más que frenar en los 2ºC, aun así deberán triplicar sus compromisos y recortar un 2,7% hasta 2030.

Cuatro países clave

Hasta 84 países han prometido que anunciarán antes o durante la COP26 compromisos más ambiciosos, pero solo suman el 35% de las emisiones. La UE es la única potencia que ha anticipado que el próximo verano acordará alinearse con las medidas exigidas por la ONU. Los otros cuatro países más contaminantes, China, Estados Unidos, India y Rusia, con el 55% de las emisiones, no dan señales de mayor ambición y Donald Trump avanzó que dejará el pacto y sus compromisos justo después de la Cumbre de Glasgow.

La regulación de los mercados de carbono tampoco está asegurada. Ya ha sido una tarea imposible en las últimas tres COP. La UE reclama que sea un mercado transparente, que realmente potencie el tránsito obligado a la economía verde, para lo que no se pueden permitir ni dobles contabilidades de recortes de emisiones (por el país o empresa vendedor y el comprador) ni transacciones con antiguos derechos de emisión (del Protocolo de Kioto) que oculten una falsa reducción de las emisiones a la atmósfera.

En Glasgow también deberán pactarse otros dos elementos clave del Acuerdo de París. El compromiso de un Fondo Verde para impulsar la descarbonización en los países desfavorecidos que debe tener una dotación anual mínima de 100.000 millones de dólares y un calendario concreto que fije los compromisos de reducción de emisiones a partir de 2030, el mecanismo que tiene que asegurar una atmósfera neutral en CO2 para 2050.

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