etcétera de verano

Ámsterdam decide acabar con el morbo en sus escaparates

La capital holandesa prohibirá en enero los 'tours' turísticos por el Barrio Rojo y contempla cerrar las cristaleras donde se exhiben las prostitutas.

Dos signos distintivos de Ámsterdam: las bicicletas y el Bario Rojo.
Dos signos distintivos de Ámsterdam: las bicicletas y el Bario Rojo.
PETER DEJONG/Buendía Tours

El porno y la prostitución accesibles en internet (todo más discreto) han cambiado las costumbres en el Barrio Rojo de Ámsterdam. Creado en 1911, es ahora cuando las trabajadoras sexuales tienen menos clientes, espantados también por las hordas de turistas que visitan la zona. Algunos les sacan fotos pese a que está prohibido, se burlan de ellas e, incluso, las insultan y acosan, casi siempre pasados de alcohol. Quizá es que no llegan a enfocar bien para leer la frase que acompaña a la estatua de 'Belle' en la plaza Oudekerksplein, una prostituta apoyada en el quicio de una puerta: "Respeta a las trabajadoras sexuales en todo el mundo".

A otros les mueve la curiosidad, o el morbo, por la historia de un barrio que lleva mucho siendo una de las principales atracciones de la capital holandesa, que en 2018 recibió a 17 millones de turistas, buena parte de los cuales realizaron este recorrido para descubrir al millar de profesionales del sexo que trabajan en él. Hablamos de un promedio de mil grupos de visitantes cada semana, según el Ayuntamiento de la ciudad; hasta treinta llegan a coincidir en las horas punta. Los vecinos se quejan del constante ruido en el barrio, que añade entre sus atractivos algunos de los famosos ‘coffee shops’ donde se permite fumar cannabis (solo se pueden vender cinco gramos por persona). Muchos allí creen que esta clase de locales y los burdeles atraen a un tipo de turista del que reniegan, apostando más por la tranquila clientela del Rijksmuseum o el de Van Gogh, aunque ambos tipos de visitante sean en buena parte uno mismo, combinando los dos intereses.

Testigos y protagonistas de la evolución del barrio son las gemelas Martine y Louise Fokkens, de 76 años, 50 de ellos ejerciendo la prostitución aquí. Dicen haberse acostado con 355.000 hombres. Aunque "repartidos entre entre las dos", tranquilizan. "No lo hacía solo por dinero. Antes solía pensar que me aburriría, pero no, nunca. Es un deporte que ayuda a sentirte joven. La prostitución no siempre es sexo. A veces nos sentamos, disfrutamos de una taza de té, de café. O un poco de vino. Hay invitados que vienen solo a charlar", dice Louise.

Juntas siempre, fundaron La Lucecita Roja, el primer sindicato independiente de prostitutas, con el que denunciaron a proxenetas y la trata de blancas: "En nuestra época, nos protegíamos entre nosotras. Pero ya no es así. Los sentimientos han abandonado el Barrio Rojo hace mucho". Ya jubiladas, en la actualidad ejercen de guías para una agencia (www.amsterdamredlightdistricttour.com), que las ofrece de esta manera: "Escuche lo que es ser prostituta ¡durante 50 años! Las más famosas de Holanda, salúdelas y conozca las historias secretas y divertidas de las gemelas Fokkens. Pregúnteles lo que quiera". Hora y media por 30 euros.

"Monos de feria"

Las cosas parecen haber llegado tan lejos que los 'tours' desaparecerán en enero. Se hace caso, dice el Ayuntamiento, a las prostitutas, que, desde su sindicato, Proud, insisten: "No queremos ser monos de feria".

Y las cosas van a seguir cambiando, ya que la alcaldesa, la ecologista Femke Halsema, ha lanzado un debate para determinar el futuro de la zona, planteando cuatro escenarios posibles: uno, cerrar o cubrir solo los escaparates; dos, disminuir el número de burdeles; tres, clausurar todos ellos; o, cuatro, en el otro extremo, incrementar su número. También podría darse una combinación de todos.

Todo esto afectará a turistas y empresas del ramo. Manuel González es el manager para Europa de Buendía Tours, una de las empresas con más experiencia en visitas en castellano. "En 2018 tuvimos 20.000 personas en nuestro tour por el Barrio Rojo". Insiste en que, por el fácil acceso al material sexual, "lo que antes movía gran flujo turístico hoy queda en segundo plano". Asegura que "muchos de los visitantes con una actitud crítica respecto a la actividad sexual profesional cambian de opinión al acabar el tour".

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