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Marruecos, una cárcel sin barrotes

El país alauí ha expulsado este año a 19 españoles del Sahara por motivos políticos. No quiere periodistas ni observadores. La censura oculta las torturas, palizas y detenciones arbitrarias que sufre la población saharaui.

El desierto del Sahara.
Los niveles de violencia en Marruecos disparan las alertas nacionales e internacionales.
Pixabay

En 1975, Marruecos invadió la entonces provincia española con la Marcha Verde y estalló una guerra sin cuartel contra el Frente Polisario. La expansión, que incluía Ceuta y Melilla, se enmarcó en el sueño del ‘Gran Marruecos’. Los niveles de violencia siguen intactos en la actualidad. Un combinado de torturas descabelladas, penas de cárcel desorbitadas, prohibiciones de moverse libremente y el muro minado convierten al Sahara en un correccional a cielo abierto.

Las organizaciones saharauis de derechos humanos combaten pacíficamente por el referéndum de independencia. Una votación reconocida por las Naciones Unidas y que fue prometida por España cuando ejercía como potencia administradora de su entonces colonia. Los colectivos están vigilados constantemente por las autoridades marroquíes y la violencia es su herramienta para disuadir sus protestas o asambleas. Sus acciones quieren evitar la censura. Denuncian la brutalidad policial incluso ante agentes de la Minurso, la Misión de Naciones Unidas para el referendo.

El bloqueo mediático es total y ya se cuentan 19 españoles expulsados del territorio en lo que va de año. Sus intenciones políticas fueron la causa. Diez de ellos eran juristas que acudían como observadores internacionales a diversos juicios que se desarrollaban contra activistas locales. Reporteros sin Fronteras (RSF) denuncia frecuentemente que Rabat obstaculiza deliberadamente el trabajo de los periodistas. Consideran que informar en el Sahara es un inconveniente crítico. Dos profesionales españolas fueron forzadas a abandonar El Aaiún en los pasados meses de febrero y junio.

Polizones

Patricia e Irati inauguraron la serie de expulsiones a principios de enero. Fueron acusadas de promover la independencia de la región. Les siguió el jurista aragonés Luis Mangrane, interceptado tras aterrizar en El Aiaún y a quien se prohibió la entrada por ser "una persona non grata para Marruecos". Ni siquiera llegó a salir del aeropuerto.

En febrero, tres activistas navarros fueron expulsados tras permanecer varios días en El Aaiún. María, Iratxo y Alberto, miembros de la Asociación Navarra de Amigos del Sahara, conversaron con la comunidad de forma clandestina durante su estancia. "Cada país tiene sus límites", sentenciaba un agente de Policía con cigarrillo en la boca durante el interrogatorio a esta redactora, quien fue expulsada semanas más tarde. Para los cuerpos de seguridad de Rabat, reunir información política en el Sahara rompe todas las reglas.

En marzo, se siguió el mismo procedimiento con una joven gallega y en abril se produjo la sexta salida forzosa. Se trataba de dos activistas vascas que se habían reunido con militantes saharauis. Las personas con las que se encontraron fueron golpeadas, según el medio local ‘Equipe Media’. A mediados de mayo les tocó el turno a cinco abogados españoles que llegaron a El Aaiún para asistir al juicio de Nazha El Khalidi. Fueron retenidos en el aeropuerto de la capital y después trasladados al de Casablanca. Un mes más tarde expulsaron a Judith Prat, fotoperiodista oscense premiada a escala internacional. La Policía marroquí fue a buscarla dos horas después de recalar en la zona. También, tres observadores del Consejo General de la Abogacía fueron obligados a volver a España nada más aterrizar.

El singular urbanismo de las casas saharauis suele sorprender al viajero que las visita por vez primera. Las ventanas de los inmuebles pueden contarse con los dedos de una mano y los muros de las azoteas llegan a medir dos metros de alto sin apenas vanos. La comunidad solo se siente libre a cubierto, entre paredones de hormigón.

"No hay una solución por falta de voluntad política"

Aminatou Haidar, activista.
Aminatou Haidar, activista.
HA.

El rostro más conocido de la revolución dicta su sentencia: "He sacrificado todo en la vida". Aminatou Haidar llegó a las televisiones en 2009 por su huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote tras ser expulsada del Sahara Occidental. Para regresar debía pedir disculpas al rey Mohammed VI y anunciar públicamente que era marroquí. Se levantó el veto después de 32 días.

A los 20 años fue encarcelada en una de las prisiones secretas marroquíes por manifestarse a favor de la autodeterminación. No se presentaron cargos contra ella, ni se celebró un juicio; pero pasó cuatro años retenida y con los ojos vendados. Vivió hacinada con una decena de mujeres más en un pequeño habitáculo. "El techo era de chapa y el calor, insoportable; sobre todo, cuando dormíamos. Era una lata de sardinas", cuenta.

"Perdí el miedo la primera vez que me torturaron"

Ahmed Ettanji, filólogo español.
Ahmed Ettanji, filólogo español.
HA.

Cuando era más joven, Ahmed Ettanji temía a la Policía. Había oído muchas historias sobre las comisarías de El Aaiún. A sus 30 años, no duda en responder a las provocaciones. "Cuando los agentes me amenazan con llevarme a una, insisto en que lo hagan; perdí el miedo cuando fui torturado por primera vez", asegura tranquilo.

Cada noche que pasó retenido llenaba su estómago con un mendrugo de pan. "Me daban lo justo para que no me desmayara", recuerda. Permaneció cuatro días sometido a interrogatorios. Su familia desconocía su paradero. De nuevo, los ojos vendados. Atado de pies y manos, obligado a golpes a quedarse quieto. Cuando pensaba que no había nadie, movía el cuerpo y sentía los puños por todas partes. No sabía cuántos hombres había en la celda, pero siempre solía haber vigilancia. Ettanji se ha encontrado en numerosas ocasiones con los policías que lo torturaron.

"Se llevaron a mi padre a comisaría y nunca volvió"

Mohammed Mayara, historiador.
Mohammed Mayara, historiador.
HA.

Pese a sus méritos, Mohammed Mayara engrosa la lista de parados saharauis desde hace diez años. A sus 44, es uno de los activistas más acosados por las autoridades marroquíes. Desde que era joven, motivado por el asesinato de su padre durante la Marcha Verde (la invasión marroquí del Sahara español), se convirtió en un diligente defensor de los derechos humanos. A su progenitor se lo llevaron a comisaría en su ciudad natal, Tan Tan, y no regresó. Está oficialmente desaparecido, porque no se ha encontrado su cuerpo.

Fue profesor de Historia en aulas de secundaria a finales de los 90. Perdió su puesto seis años más tarde porque no explicaba "la propaganda marroquí". Una de las consignas que el régimen de Rabat enseña en sus libros de texto y que justifica la ocupación es que el Sahara Occidental tenía conexiones históricas y geográficas con Marruecos.

"Dijeron que nos violarían y con qué objetos lo harían"

Nazha El Khalidi, periodista.
Nazha El Khalidi, periodista.
HA.

Los tribunales de El Aaiún condenaron a Nazha El Khalidi con una multa de casi 400 euros por ejercer como reportera sin la autorización estatal. El Khalidi es una ciudadana saharaui de 27 años que se convirtió en periodista para contar la situación de su pueblo. La vista se celebró en junio y se enfrentaba a una posible pena de hasta dos años de prisión. En el vídeo, de cuatro minutos, se observa una protesta pacífica repleta de mujeres..

Habla de "un día en el infierno" para referirse a su primera tortura. Tenía 13 años. Participaba en una concentración contra la soberanía marroquí en las calles de la capital cuando comenzaron las cargas policiales. "Pedí ayuda en una casa que tenía la puerta abierta y estuve segura hasta que las autoridades empezaron a registrar los edificios", recuerda. Los agentes sacaron a decenas de personas de sus viviendas y buscaron entre ellas a los manifestantes.

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