Una chica en un barco

La capitana del barco de la ONG Sea Watch, Carola Rackete, durante su detención.
La capitana del barco de la ONG Sea Watch, Carola Rackete, durante su detención.
GUGLIELMO MANGIAPANE

Carola Rackete ha estado detenida en Italia por intentar llevar a tierra a 40 inmigrantes rescatados en alta mar.

Una juez dejó ayer en libertad a la joven capitana porque –dijo– solo cumplía con su deber de salvar vidas, pero podía haber sido condenada a entre 5 y 12 años de cárcel.

Busco en internet información sobre el caso, y leo decenas de comentarios contra Rackete. Se censura su trabajo, se la acusa de ayudar a las mafias que trasladan a los inmigrantes desde África, de fomentar el ‘efecto llamada’, de llenar nuestras calles de irregulares sin documentación.

Y me parece que, a veces, nos perdemos en disquisiciones teóricas y nos olvidamos de la terrible realidad de la inmigración. A todos esos que arremeten contra Rackete, ¿qué harían ellos si se encontraran en alta mar una barca a la deriva llena de gente desesperada? ¿Los abandonarían a su suerte? ¿Los dejarían morir?

La capitana es una heroína, una mujer valiente que sabe que nada hay más valioso que la vida humana. Y está allí, al mando de su buque, para ayudar. Porque como ha quedado demostrado, cerrar las puertas a los inmigrantes no impide que intenten llegar a Europa, solo los condena al infierno al otro lado del Mediterráneo.

Por eso, a muchos les da miedo Rackete, porque su valor deja en evidencia la cobardía de quienes ponen su miedo por delante de la supervivencia de otros.

Ella, una chica a bordo de un barco, representa lo mejor de este viejo continente que nació para defender los derechos de todos y que, por el camino, olvida demasiadas veces lo que significa la piedad.

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