Ideas para tejer sociedad

Haima los tejedores bodas isabel de segura. Foto Javier Escriche. 19/02/1
Construyamos un tejido social que mejore la vida de todos.
Javier Escriche

El tejido social es una metáfora de la vida real. Puede interpretarse literalmente: algo que se entrelaza en conjunto, dando hilvanes acompasados o no, quitando nudos y enredos, con algún zurcido y costuras pespunteadas. Aun así, si ha habido empeño, al final queda un paño existencial de calidad, sin demasiados flecos ni deshilachados. Suficiente para cubrirnos todos, aunque sea con ropajes diversos, para soportar mejor la intemperie que probablemente llegará. Se entiende a escala próxima -incluso un barrio valdría-, pero también con dimensiones de estado o supranacionales. A menudo se identifica con la parte de la estructura social que no domina el poder político. Imaginemos un asunto concreto, del cual hablen o no los medios de comunicación, y tratemos de ver si la sociedad es más o menos desigual, si camina hacia objetivos compartidos, si jóvenes y mayores van de la mano, si la política y la economía sirven de impulsos de progresión ética.

A lo largo del tiempo ha habido intentos varios, más o menos mayoritarios y con ideología de signos diversos, para hacer realidad ciertas utopías sociales. Hoy vivimos sobre ellas. Pero el tejido que cubre buena parte de Europa y el mundo está gastado, o tiene evidentes agujeros. Por eso, se nos ocurre proponer la confección de una nueva malla, más sólida y duradera, aunque construirla nos mantenga ocupados bastante tiempo. Se podría componer a partir de una serie de conceptos que el filósofo Michael J. Sandel, Premio Princesa de Asturias, apunta a veces en la pizarra antes del comienzo de sus multitudinarias clases: libertad, utilidad, virtud, dinero, tiempo y necesidad. Son sencillos en su inicial planteamiento, por eso vehiculan a menudo la vida corriente. Esas ideas se manejan tanto individual como colectivamente, unas más que otras según en qué momentos; ahí reside parte de su grandeza y, a la vez, su familiaridad también dificulta una gestión razonada.

Si la libertad fuese lo primero -hay mucha gente que individualmente piensa y siente así- cabría contrastarla con un argumento más social que personal: la virtud de la que habla Sandel en forma de equidad y solidaridad. Si aquella, que es siempre multiforme, dominase sobre el resto de los atributos sociales se haría visible en forma de los imprescindibles dinero y tiempo, pero bien medidos y útiles para toda la gente. Sin embargo, no resulta fácil. Tenemos la sensación de que los mercados y el dinero pueden comprar casi todo lo demás, por eso hay que hacer un esfuerzo colectivo para combinar cada día las ideas reseñadas.

Imaginemos dos posibles escenarios éticos (tan cerca y a la vez tan lejos): el recambio climático y la más igualitaria distribución de la riqueza. Ambos son útiles y necesarios, los administra mucho más el tiempo social que el natural, llevan implícitos recursos económicos enormes que los mercados empujan o detienen. Si se consigue atemperar sus desperfectos, mucha más gente desarrollará sus virtudes y podrá ejercer la tan difícil libertad cooperativa. Para que el tejido social transforme esos teatros de vida, habrá que incentivar tanto la capacidad de escucha como el deseo de comprensión, sobre todo en los jóvenes, para que no tengan obediencia ciega a las modas vanas y sepan gestionar su libertad, para que dirijan una mirada hacia la equidad y adquieran un papel protagonista en la progresión ética. En este cometido, ayudaría bastante que el discurso público, tanto de los políticos como de los medios de comunicación y sectores económicos, se implicase en lo mismo.

La escritura de estas hipótesis intenta incentivar el diálogo en familia, con las amistades, o mejor: engrasar los pensamientos para que nos protejan de las avalanchas que llegan por las redes sociales. Construyamos tejido para componer una agenda social que haga la vida más llevadera, escrita con la tinta de la moralidad global. Mantengámonos ocupados en desentrañar las interacciones de esas ideas/conceptos, tanto en el escenario personal como en el colectivo, en el ámbito social y político. Este menester nunca es definitivo en la compleja y cambiante sociedad actual, en la que hoy nos vemos reflejados. En esencia, la vida propia y ajena no es un pasatiempo solitario. Habrá que recordarlo a todos los políticos, triunfadores o no en las citas electorales.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión