Por
  • Ignacio Peiró Martín

Angelus novus

Notre Dame cathedral is pictured in Paris, France April 18, 2019. Michel Euler/Pool via Reuters [[[REUTERS VOCENTO]]] FRANCE-NOTREDAME/TRIBUTE
La catedral de París después del incendio.
Michel Euler (pool) / Reuters

Cuando escribo estas líneas Notre-Dame de París es un edificio en ruinas y Macron acaba de hablar en televisión. El presidente ha centrado su breve mensaje en el objetivo patriótico de la reconstrucción de la catedral. De manera inmediata, la emoción colectiva y la defensa del patrimonio monumental han sustituido por sublimación al que, hasta esos momentos, era el gran debate nacional: los ‘gilets jaunes’. De hecho, la alocución presidencial, programada para la tarde del lunes en que se inició el fuego, fue aplazada y con ella el esperado anuncio de las medidas en respuesta a la cólera de los ‘chalecos amarillos’. Por razones muy distintas, hace cien años, la capital parisina también era una caldera en ebullición. En la primavera de 1919, la diplomacia mundial preparó los Tratados de Paz que finalizaban la Gran Guerra y anunciaban el triunfo de las democracias occidentales. Poco después, Paul Klee pintó el ‘Angelus novus’ que miraba paralizado el mundo en ruinas del pasado, mientras el huracán del incierto futuro le impedía cerrar sus alas. En la actualidad, la alegoría escasamente optimista del ‘ángel de la historia’ aparece ante nosotros para recordar a los europeos, primero, que los Estados son algo más que símbolos; después, que no bastan las palabras para construir naciones; y, sin duda, que la democracia, además de ser frágil y sustentarse en valores, se trata de una conquista histórica que debe continuarse día a día. En el camino, es importante celebrar el día de San Jorge, patrón de Aragón (y de la comunidad autónoma de Cataluña). Pronto votaremos.

 Ignacio Peiró Martín es catedrático de Historia Contemporánea (Unizar)

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