Por
  • Juan Antonio Falcón Blasco

Europa no puede convertirse en rehén de Estados Unidos y China

Una bandera europea ondea ante la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo.
Una bandera europea ondea ante la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo.
Patrick Seeger / Efe

Es evidente que para Europa la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China acarrea importantes consecuencias económicas y geopolíticas. Asimismo, en este contexto hay que destacar que posiblemente estamos viviendo el fin del orden internacional de posguerra liderado por Estados Unidos, el desplazamiento del centro de gravedad político y económico internacional hacia Extremo Oriente, y la reafirmación de China como nuevo poder mundial.

Cuando China comenzó su campaña de modernización bajo Deng Xiaoping a finales de la década de los setenta, su directriz política no fue cuestionar el orden internacional existente, y para ello trató de evitar a toda costa una confrontación con Estados Unidos. Pero el discurso del ahora presidente chino Xi Jimping y las actuales iniciativas de su país están dirigidos a desafiar el dominio de Estados Unidos en el mundo.

La nueva actitud de China se evidencia en su mayor agresividad militar, y en acciones como la estrategia ‘Made in China 2025’, cuyo objetivo es convertirla en el líder mundial de las industrias clave del futuro; o como su ‘Belt and Road Initiative’, que utiliza las inversiones en infraestructuras de comercio y transporte para establecer su dominio político y comercial en Asia, Europa, Oriente Próximo y África.

La nueva actitud de China se evidencia en su mayor agresividad militar, y en acciones como la estrategia ‘Made in China 2025’, cuyo objetivo es convertirla en el líder mundial de las industrias clave del futuro; o como su ‘Belt and Road Initiative’, que utiliza las inversiones en infraestructuras de comercio y transporte para establecer su dominio político y comercial en Asia, Europa, Oriente Próximo y África.

Frente a este desafío a su liderazgo, Estados Unidos ha cambiado su estrategia y ha adoptado una postura de confrontación con China. Fue Trump quien activó este cambio, pero la prevención norteamericana hacia el gigante asiático se extiende en la sociedad estadounidense desde hace tiempo. Así, Estados Unidos ha tomado una actitud más dura respecto al comercio entre ambas partes, pero la tecnología es la gran preocupación norteamericana. De hecho, estadounidenses y chinos están llevando a cabo una competencia muy áspera en el campo de la inteligencia artificial.

Sin embargo, lo substancial para Europa radica en que este nuevo orden mundial no es un buen entorno para ella. Además, lamentablemente, cuando el Viejo Continente se enfrenta a un gran reto global se queda contemplando su ombligo y preocupado por sus problemas internos, incluido el inefable ‘brexit’. Pero los europeos no pueden permitirse permanecer al margen de lo que acontece, porque Estados Unidos y China son sus dos principales mercados de exportación.

Por otra parte, Estados Unidos parece que ya no considera como un aliado preferente a Europa, y amenaza abiertamente con elevar aranceles comerciales a las importaciones europeas, a la vez que presiona e impone sanciones inaceptables a las empresas europeas que tratan con Irán o Cuba. De igual forma, las dudas que Trump lanzó acerca de la OTAN y de sus acuerdos de defensa con Europa fuerzan a esta a replantearse muchos posibles escenarios.

Igualmente hay que tener en cuenta que China avanza muy rápido y está construyendo un sistema político alternativo en el que un único partido controla digitalmente a las masas. De hecho, la postura de la Comisión Europea ha variado desde hace un tiempo y ahora considera al gigante asiático como un competidor económico y un rival sistémico. Es un competidor económico de la Unión Europea en la búsqueda del liderazgo tecnológico y un rival sistémico para promover modelos de gobernanza alternativos.

Europa no se puede esconder. El equilibrio geopolítico mundial está cambiando rápidamente y el antiguo continente que regía los designios del orbe debe adaptarse. En lugar de mirar hacia adentro, los líderes europeos necesitan una estrategia creíble para relacionarse con las dos superpotencias.

Es hora de que Europa pierda sus complejos y asuma que es capaz de potenciar su propia defensa e industria militar. De igual modo está llamada a ser un árbitro que genere respeto y aporte equilibrio en las relaciones internacionales. Y también es hora de que se convenza de que puede ser la primera potencia tecnológica y económica del planeta si se lo propone. Todo lo cual garantizará que la vieja Europa continúe siendo un remanso de paz y un paraíso para los derechos humanos y las libertades.

Juan Antonio Falcón Blasco pertenece al Movimiento Europeo

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