Transiciones sociales

mundus
Se ha extendido una visión muy pesimista sobre el estado del mundo.
Krisis'19

El concepto no es fácil de abarcar pues se aplica a la población mundial, un conjunto muy complejo y cambiante; desigual en ritmos, en atributos y deseos entre los diferentes grupos de individuos y en cada persona en particular. De ahí que cueste precisar si avanzamos o retrocedemos en el bienestar social colectivo. Hace unos meses Bill Gates regalaba a todos los nuevos graduados de su país que lo pedían un ejemplar de ‘Factfulness’, una optimista lectura de Hans Rosling sobre el estado del mundo. En él presenta argumentos para levantar el pesimismo que nos hace ver la situación global de la humanidad cada vez peor, o sin mejoras compartidas. Recoge que demasiadas veces, tanto los expertos como los políticos o la gente común, opinamos a la ligera -sin apoyarnos en datos fiables- sobre cómo va la esencia mundial. Algo de razón tiene, pues nos cuesta apreciar ciertos cambios operados en las últimas décadas: la reducción de la mortalidad infantil, del trabajo forzado, de la población desnutrida; el aumento de la esperanza de vida; el incremento de los PIB global y parciales en los países desarrollados; la extensión de las democracias o la limitación de los conflictos bélicos, en relación con los de principios del siglo pasado.

En parecido sentido se expresaba recientemente Jacques Lecomte, presidente de honor de la Asociación Francesa de Psicología Positiva, que enumera hasta cincuenta razones -entre ellas la reducción de la pobreza mundial, el analfabetismo y las enfermedades; el considerable aumento de la esperanza de vida incluso en los países pobres; el progresivo avance de los derechos humanos- para mostrarse optimista con el futuro. Señalaba que el sesgo de negatividad domina nuestras vidas, lo cual nos hace estar más atentos a los peligros para reaccionar ante ellos. Pero defiende que se debería primar el optimismo activo, si bien se necesita realismo para no caer en la ilusión fácil y servirse de la prudencia por lo que pueda venir. Por eso, critica a los que él llama ‘profetas de la desgracia’, que lanzan catastróficas noticias -hoy las buenas se venden mal-; lo cual puede generar un sentimiento de impotencia y la consecuente inacción, personal o colectiva. Será por esto que medio centenar de periódicos impulsaron ‘Impact Journalism Day’. Allí publican reportajes cargados de pequeñas ideas, innovaciones y soluciones para mejorar la vida de las personas. Nos queda la duda de qué lugar ocuparía el aluvión de noticias sobre el cambio climático, que todo lo impregna.

Quizás el tránsito de la sociedad mundial se ve con pesimismo porque vivimos a finales del siglo pasado momentos espectaculares -el ‘apartheid’ fue abolido, cayó el Muro de Berlín, la Unión Soviética se disolvió sin excesivos cataclismos, se empezó a hablar del fin de la Guerra Fría y en Europa se veía de forma eufórica la Unión Económica y Monetaria-, que llevaron a pensar que democracia y futuro global próspero eran sinónimos permanentes y universales. En eso estábamos cuando la civilización se tambaleó con los atentados terroristas, las guerras en el Próximo Oriente y la debacle monetaria y social de la crisis de 2008. Ahora recogemos buena parte de sus consecuencias.

¿Hay tanta diferencia entre percepción y realidad? ¿O es que a pesar de apreciar los avances como que cada día más personas dispongan de electricidad o agua potable desearíamos ir más deprisa? Quizás la percepción pesimista que ven algunos es debida a la superficialidad -cada vez más compartida incluso por parte de los dirigentes políticos de dentro y fuera- en los mensajes de todo tipo que, disfrazados de espectáculo, nos inundan cada día a través de las redes sociales e impiden la buena gestión de la información. Antes daba tiempo a digerir los buenos datos y desechar los malos. O nos encontramos en ese momento de volatilidad del que hablaba Daniel Innerarity en el que van a dominar, y nos hemos de acostumbrar a vivir con ellos, futuros más abiertos y con menos certezas en lo social y en lo político. Otros opinan que tampoco andamos sobrados de líderes éticos que atraigan a los ciudadanos callados que cumplen con sus deberes y trabajan, que expliquen a los jóvenes que las transiciones sociales son más duraderas si se asientan sobre dos pilares: democracia compartida y lucha por el medio ambiente global.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión