Javier Negro: "En el Congo, los jóvenes están hartos de vivir sin futuro"

Javier Negro, escolapio, vive entre Alcañiz y Zaragoza tras su última misión en el Congo, donde una fundación lleva su nombre.

Javier Negro: “En Congo no han podido votar de 8 a 10 millones de personas”
Javier Negro: “En Congo no han podido votar de 8 a 10 millones de personas”

Hasta agosto fue misionero en el Congo y hace poco regresó allí, ¿cómo era el ambiente preelectoral?

Había tensión, expectativa y desconfianza. Pienso que se habrá convertido en violencia, represión y decepción, porque se consideraba que habían sido unas elecciones apañadas.

Y accidentadas: falta de material, mesas en locales prohibidos, retrasos en aperturas…

Se calcula que de 8 a 10 millones de electores no pudieron ejercer su derecho. En principio iban a votar con máquinas electrónicas, pero muchas de ellas fueron incendiadas. Además, miles de votantes no estaban en el censo... Un caos.

¿Le han sorprendido los resultados?

En parte sí, porque se apuntaba que el ganador iba a ser el delfín del presidente. Aunque los compañeros de allí creen que detrás del elegido en las urnas también está el actual dirigente.

Se calificaron como un momento histórico para el país.

Así es. Han sido las primeras de su historia, aunque hayan sido en estas condiciones.

¿Qué es lo último que le han comentado?

Antes hablaba por Whatsapp, pero ya no tienen internet. Por teléfono me cuentan que a final de enero quieren proclamar al elegido, pero sin que haya votado todo el país y ahora informan que los jefes de estado africanos han pedido que se comprueben los resultados.

Hace 15 años de la última guerra, ¿hay miedo a que se pueda repetir algo similar?

Tienen mucho miedo, pero están dispuestos a morir. En el Congo, los jóvenes están hartos de vivir sin futuro. Algunos decían que no aguantaban más viviendo así, piensan jugarse la vida.

¿Qué fue lo que más le llamó la atención cuando llegó?

La gran miseria. También la sanidad, por ejemplo, las familias esperan en la calle durante horas para conseguir una cama de hospital para sus hijos. Pero lo que más me impresionó fueron los chavales de la calle. Solo en Kinshasa, la capital, se habla de 40.000 niños abandonados.

¿Educar es un reto en este contexto?

Sí. Sin embargo, no por el ambiente, sino por la carencia de medios. Más de la mitad de los niños no tiene escuela y los colegios que hay están en muy mal estado. Necesitan libros y los profesores no están formados. ¿Unpaís sin educación a dónde va? Y en el caso de las chicas la situación todavía es más alarmante, con todo el machismo existente.

¿Cuál es su labor?

Reconstruimos una escuela, hemos hecho un grupo de formación para la mujer africana y un médico camerunés imparte clases de prevención de enfermedades. Una religiosa les enseña aleer y escribir, además de costura. También aprenden agricultura con un escolapio. Ahora queremos hacer una escuela infantil y un centro de salud, entre otros proyectos.

¿Cómo se aborda todo esto?

En la ciudad de Kikonka, por ejemplo, gracias a la ayuda de Aragón. Con una aportación económica se ha podido empezar a construir un centro para los menores sin recursos.

Hay minas de cobre, oro, diamantes, coltán… pero, ¿cuál es su verdadera joya?

La gente, en especial los más pobres. El Congo es una gran burbuja de pobreza, pese a su riqueza. Hay políticos que tienen miles de millones de dólares en cuentas bancarias de Europa, como se publicó hace un año.

Una fundación congoleña lleva su nombre.

Fue una sorpresa. Han visto que nos hemos preocupado por su educación. Así que un grupo de ocho congoleños han creado una asociación que se llama Prejan (‘por los niños al estilo de Javier Negro’, en francés). Me gusta porque van a seguir luchando por los menores. Ya han empezado a trabajar en la capital. Estoy muy contento por este gesto.

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