Contra la posverdad

La desinformación y su rápida difusión a través de las redes digitales se han convertido en una auténtica amenaza para los sistemas democráticos. Así lo reconoce la Unión Europea, que ha propuesto un plan para hacer frente a este fenómeno.

Todos somos sujetos en riesgo de desinformación.
Todos somos sujetos en riesgo de desinformación.

Sabemos que nuestro presente, que en su dimensión geológica ya ha sido bautizado como la Era del Antropoceno, por el alto nivel de influencia que nuestra civilización tiene en la evolución del planeta, es también denominado desde la perspectiva social, económica y cultural, como Era de la Información. Pero igualmente sabemos, por un lado, que el peso de la actividad humana está poniendo al límite nuestro ecosistema global y, por otro, que la superabundancia informativa ha terminado por convertirnos a cada uno de nosotros en sujetos en riesgo de permanente y peligrosa desinformación. Se diría que los humanos nos organizamos sin remedio, a lo largo de la Historia, dentro de una constante paradoja. La que en la actualidad nos alimenta deriva en buena parte de la progresiva digitalización de nuestras vidas. Muy especialmente de la digitalización multiconectada de las redes de comunicación, que ya no de información, puesto que todas las instancias reconocen la existencia general de un estado de desinformación que afecta a la ciudadanía, y que debilita como un caballo de Troya la naturaleza misma de la democracia, que cifra en el derecho a la información y en la coexistencia de criterios diversos, que se puedan contrastar en limpia lid, uno de sus pilares insoslayables.

La Unión Europea ha presentado recientemente un ‘Plan de lucha contra la desinformación’, con el objeto de «intensificar los esfuerzos para contrarrestarla, tanto en Europa como más allá» y «proteger los sistemas democráticos y sus debates públicos». El Plan va a entrar en vigor a partir de enero de 2019, «de cara a las elecciones europeas de 2019, a las que hay que añadir una serie de elecciones nacionales y locales que se celebrarán en los Estados miembros en 2020».

La preocupación de la Unión Europea a la que responde el Plan contra la desinformación (contra el imperio de la posverdad, contra la proliferación de ‘fake news’) tiene un punto de partida en las manipulaciones a través de las redes sociales (Facebook especialmente) de la última campaña electoral norteamericana a favor de Trump, con injerencia de la inteligencia rusa, o también en el proceso del ‘brexit’ o de la exacerbación del independentismo catalán. Un estado de cosas oscuro que nada tiene que ver con aquella primitiva ola de libertad y solidaridad a la que nació ligado el uso generalizado de las redes sociales: recuérdense, por ejemplo, momentos como el 11-M o la Primavera Árabe, en los que la comunicación digital tuvo singular relevancia.

En el mundo puramente analógico se decía aquello de que lo que no estaba en la prensa, o en el telediario, no existía. El poder de la información estriba, pues, realmente en su capacidad de generar, no solo opinión, sino realidad, sea esta de la naturaleza que sea: fáctica o virtual. La línea que separa una y otra cada vez es más tenue e indefinida y, posiblemente, uno de los problemas que debamos afrontar sea el de cómo gestionar esta indiferenciación, de la que ya se están aprovechando los creadores de posverdades. La Unión Europea propone en su Plan cuatro vías de combate: 1.- Aumentar los recursos para mejorar la detección de falsedades; 2.- coordinar las respuestas ante los ataques, creando un sistema de alerta rápida; 3.- exigir el cumplimiento de un código de buenas prácticas a las plataformas online; 4.- creación de grupos de verificación y contraste de datos, además de sensibilizar a los ciudadanos.

De todas ellas, la más complicada, pero sin duda la más necesaria, es la de la sensibilización, la de una formación que dote a los ciudadanos de métodos con los que afrontar los nuevos paradigmas, los nuevos comportamientos del poder. Como siempre, educación. Y, si se me permite y sin otro ánimo que el de reflexionar juntos, me gustaría poner un granito. Dicen los expertos que las campañas electorales ‘online’ han de basarse ahora en esta fórmula: "Impacto instantáneo, olvido instantáneo". Bueno, piensen que es la fórmula del prestidigitador.

Luisa Miñana es narradora y poeta