Indonesia y la tragedia cíclica del tsunami

En el 14 aniversario del gran maremoto que dejó 230.000 muertos, el país llora a los casi 500 fallecidos hace solo unos días.

Tsunami en Indonesia
Tsunami en Indonesia

Hace 14 años que un gigantesco tsunami arrasó las costas del Océano Índico. Indonesia, el país más afectado por los efectos secundarios de aquel maremoto de fuerza 9,1 en la escala de Richter, debería recordar a las víctimas en pasado. Pero los muertos que llora son muy recientes. No en vano, la ola gigante provocada por la erupción del Anak Krakatoa el pasado sábado ha dejado ya 429 víctimas mortales, un número que cada día que pase se quedará un poco más corto.

Porque los equipos de rescate todavía no habían logrado acceder a todas las zonas afectadas, un proceso dificultado por el mal tiempo en las islas de Java y de Sumatra, y porque cada hora que pasa se pierde un poco más la esperanza de encontrar supervivientes entre las 154 personas que constaban como desaparecidas. Aunque el Ejército acudió provisto de material suficiente, tecnología punta, y perros adiestrados en esas labores, el responsable de la Agencia de Búsqueda y Rescate de Indonesia, Yusuf Latif, reconoció que "hay más localidades afectadas de las identificadas inicialmente".

Por ejemplo, en la isla de Sebesi, situada a solo 12 kilómetros del Krakatoa, han quedado totalmente aislados. "Estamos completamente paralizados y necesitamos desesperadamente agua, medicinas, y alimentos", dijo a la cadena local Metro TV el secretario del ayuntamiento, Syamsiar, durante una entrevista telefónica. Allí, y en otras localidades remotas o aisladas por los daños en las infraestructuras viarias, los lugareños solo tienen sus manos y herramientas rudimentarias para buscar a sus allegados entre los escombros y bajo el lodo.

Salvo por su magnitud, las imágenes de destrucción de ahora son las mismas de hace 14 años. Playas arrasadas, edificios destruidos, vehículos volcados, y barcos varados tierra adentro. Son, también, estampas idénticas a las de los pasados meses de agosto y de septiembre, cuando diferentes seísmos sacudieron las islas de Lombok, Bali y Sulawesi. Terremotos, tsunamis, y la licuefacción de la tierra dejaron entonces casi 3.000 muertos. Por eso, y teniendo en cuenta que la tecnología para reducir el trágico impacto de estas catástrofes ya existe, muchos se preguntan cómo es posible que todavía no se hayan puesto en marcha sistemas de alerta temprana.

Los expertos reconocen que la falta de recursos y de cooperación entre países es un problema, y que muchas de las boyas que sirven para detectar cambios bruscos en el nivel del mar no funcionan desde hace años. Pero ayer también revelaron que el sábado solo pasaron 24 minutos entre el corrimiento de tierra provocado por la erupción del volcán y la llegada del tsunami que se formó a continuación.

Olas a gran velocidad

Incluso si los sistemas hubiesen funcionado a la perfección, no habría sido posible emitir a tiempo la advertencia. No en vano, las olas gigantes pueden viajar a más de 800 kilómetros por hora, una velocidad que hace inútil cualquier sistema de alerta cuando el epicentro del seísmo se encuentra cerca de la costa. Y, lógicamente, que muchas construcciones estén en primera línea de playa no ayuda. Muchos de los muertos se encontraban en los hoteles que gozan de especial atractivo por su cercanía al mar.

Ajenos a estos debates cíclicos de los que no se parecen sacar conclusiones prácticas, los más de 4.000 desplazados por el tsunami del sábado continúan sufriendo una situación dramática. "Muchos niños están enfermos, tienen fiebre, y están deshidratados. No hay suficiente agua, hace falta más comida, y tenemos pocas medicinas. La gente está durmiendo en el suelo. No es sano que los evacuados estén aquí", contó a la agencia AFP Rizal Alimin, un médico de la ONG local Aksi Cepat Tanggap que trabaja en uno de los refugios habilitados por las

Autoridades

Además, el miedo se ha apoderado de una población que tampoco puede regresar a sus hogares por la posibilidad de que se produzca un nuevo tsunami. El Krakatoa continúa activo y los vulcanólogos advierten de que las consecuencias de sus erupciones son imprevisibles. De hecho, algunos auguran una explosión cataclísmica como la que en 1883 desintegró el volcán original, en cuya caldera los ríos de lava siguientes crearon el cráter actual a partir de 1929.

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