Túnez vuelve a hervir en protestas ocho años después de la revolución

"Nada ha cambiado en ocho años. Nos engañaron, tenemos que volver a exigir nuestros derechos. Este es el único lenguaje que conocen los políticos", explicó uno de los manifestantes.

Imagen de archivo de protestas en Túnez.
Imagen de archivo de protestas en Túnez.
AFP

Las poblaciones empobrecidas del oeste de Túnez retomaron las violentas protestas contra el Gobierno ocho años después de que prendiera en ellas la revolución que acabó con la dictadura de Zinedin el Abedin Ben Alí y desencadenó las llamadas "primaveras árabes".

En una secuencia similar a la ocurrida en diciembre de 2010 en la localidad occidental de Sidi bou Sid, decenas de personas se echaron a la calle anoche en la ciudad vecina de Kaserine en respuesta al suicidio en la plaza pública de Abderrazak Rezgui, camarógrafo de la cadena de televisión local Telvza Tv.

Al igual que hiciera hace ocho años Mohamad Bouazizi, el cámara se roció el cuerpo con gasolina y se prendió fuego en la "plaza de los mártires" para protestar contra la inflación, la corrupción, el paro que acosa a los jóvenes y la falta de oportunidades.

Antes de perpetrar su acción, que le costó la vida, Rezgui dejó un epitafio en forma de mensaje en las redes sociales en el que denunciaba las mentiras del gobierno e instaba a los desempleados jóvenes a abandonar las sillas de los cafés y retomar la protesta en las calles.

"A quienes cuando vienen aquí a protestar, les acusan de terrorismo. Cada vez que una persona sale a la calle para reclamar su derecho al empleo, inventamos una historia de terrorismo. Un ataque aquí, un intento allí. Intentan silenciarnos", denunció.

"En lo que a mí respecta, hoy decidí comenzar una revolución por mi cuenta. Quien quiera apoyarme es bienvenido. Voy a protestar solo, me inmolaré junto al fuego y si alguien logra trabajo gracias a mí, estaré encantado de que Dios le ayude", agregó.

En su alegato, Rezgui explicó que han pasado ocho años del inicio de la huida del dictador, refugiado desde entonces en Arabia Saudí, y que la promesas de cambio siguen vacías.

"A todos los desempleados en Kaserine, solo me quedan 20 minutos. Estoy en el lugar de los mártires. Reclamad vuestro derecho, protestad, quemad los neumáticos. El estado no quiere movimientos pacíficos. Espero que mi mensaje llegue", concluyó.

Un llamamiento que horas después escucharon cientos de jóvenes de la región, que levantaron barricadas con neumáticos ardiendo en varias carreteras de acceso a Kaserine y lanzaron piedras contra unidades de antidisturbios.

En declaraciones a la prensa este martes, Sofiene Zaag, portavoz del ministerio de Interior, un total de seis agentes resultaron heridos y varias decenas de personas fueron detenidas.

"Nada ha cambiado en ocho años. Nos engañaron, tenemos que volver a exigir nuestros derechos. Este es el único lenguaje que conocen los políticos", explicó uno de los manifestantes en marcharon por esta depauperada población lindante con Argelia.

A la protesta se sumó este martes el Sindicato Nacional de Periodistas Tunecinos (SNJT), que acusó al Estado de "convertir los medios en un foco de dinero sucio y sospechoso que sirve a intereses particulares, sin control y sin respeto por las leyes y la normativa laboral".

El SNJT anunció, asimismo, que valorará con sus afiliados y con otros agentes sociales la posibilidad de convocar una huelga en el sector para forzar al gobierno a tomar medidas contra la crisis económica y social que atraviesa el país.

Y es que ocho años después de la revolución que asombró el mundo y cambió las dinámicas en el mundo árabe, la sociedad tunecina adolece de falta de los mismos problemas económicos que desataron aquellas protestas: un paro juvenil próximo al 40 por ciento y una corrupción endémica.

Estos problemas se han agudizado en los últimos dos años y amenazan con ensombrecer e incluso hacer descarrilar la, sin embargo, exitosa transición política, que ha convertido a Túnez en el único ejemplo de democracia en la región.

La falta de reformas económicas obligó al actual gobierno a pedir un préstamo por valor de más de 2.500 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial, que exigieron a cambio agresivas políticas de austeridad.

Unos recortes que el gobierno no ha implantado en su totalidad por temor a la respuesta en la que calle y que ha hecho que el FMI le haya advertido de que no regresará en enero y de que no liberará la próxima porción del préstamo si no las aplica.

"Lo que sucede en Kasserine no es ninguna novedad, si no el reflejo de la situación real que atraviesa el país. El gobierno apenas tiene margen de maniobra porque no tienen dinero en caja ni para pagar los salarios", explica un diplomático europeo que prefiere no ser identificado.

"El Estado es más sólido, pero esto parece que puede ir a mas a medida que se acerca el 14 de enero", aniversario de la huida del dictador, advierte.

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