Brasileños en Zaragoza: el espejo que muestra la polarización de Brasil

Danny y Helen Nogueira se declaran seguidores de Bolsonaro, al que consideran el único que puede poner orden en su país. Ricardo Montserrat cree que el líder ultra solo cultiva el miedo

Ricardo Montserrat (izquierda) y Danny Nogueira
Ricardo Montserrat (izquierda) y Danny Nogueira
R. M./E. R. D.

Brasil podría estar a las puertas de uno de los mayores cambios políticos de su historia reciente. El país elige hoy presidente en la segunda vuelta de unas elecciones marcadas por la crispación y el hastío de los ciudadanos con sus políticos. El exmilitar ultraderechista Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), lidera todas las encuestas de intención de voto y es el favorito para ponerse la banda presidencial. Su rival, el izquierdista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), confía en la remontada al haber aumentado su apoyo en las encuestas en los últimos días.

En Zaragoza, ciudadanos brasileños ofrecen sus respectivos puntos de vista sobre la realidad de su país y hacen sus apuestas sobre el resultado electoral. Son solo tres testimonios, pero reflejan la polarización que se vive en Brasil y las enfrentadas divisiones que generan los dos candidatos.

Danny Frank y Helen Nogueira, 40 y 42 años: “O pones orden en Brasil o se acabó”

“Estuve fuera de Brasil durante 14 años; en 2014 volví, y lo que iba a ser un trámite rápido de un mes se convirtió en una estancia de dos años. En ese tiempo me dí cuenta de que ya no reconocía a mi país. En Brasil hay una guerra oculta, una violencia extrema, una inseguridad enorme. Vi a niños de 12 años con pistola por la calle, vi muchas armas, por todas partes. Y lo que es peor, vi que la gente está acostumbrada a eso, lo consideraba normal. Y Jair Bolsonaro va a poner orden. Si yo viviera allí le votaría, sin dudar”.

Danny Frank Nogueira tiene 40 años y vive en Zaragoza, como buena parte de su familia. El resto está radicado en el país carioca, donde el auge del líder ultraderechista ha generado alarma en la comunidad internacional. El exmilitar ha prometido endurecer las penas para los homicidas y narcotraficantes, dar más autoridad a la Policía e implementar una polémica política de armas para todos en pos de la autodefensa ciudadana.

“Es triste, pero es así. Bolsonaro se ha ganado al pueblo prometiendo armas para acabar con la violencia y la inseguridad. La gente estaba harta de las promesas del Partido de los Trabajadores, que auguraban más educación, más comida, menos pobreza... pero que luego no cumplían”, afirma Nogueira.

Bolsonaro parece haberse granjeado las simpatías de los brasileños decepcionados con la política tradicional, la corrupción, los problemas económicos y la violencia, que dejó en 2017 al menos 63.880 homicidios, batiendo el anterior récord por tercer año consecutivo. Aglutina especialmente a quienes repudian al PT de Luiz Inácio 'Lula' da Silva, que gobernó el país entre 2003 y 2016 y que actualmente está en prisión por corrupción. “Haddad es un muñeco de Lula, va a visitarle a menudo a la cárcel para que le asesore. Y en Brasil la gente se pregunta cómo es posible que un presidiario vaya a dirigir el país, aunque sea en la sombra”, explica Nogueira.

A su juicio, el PT ha traído al país mucha corrupción, mucha impunidad, y eso hace que muchos brasileños estén indignados. “En Brasil, un hombre mata a una familia en su casa y el juez le condena a 12 años de cárcel. Cumple solo uno, y el resto lo pasa fuera, en libertad vigilada. Además, recibe un subsidio de 1.300 reales, cuando el salario mínimo no llega a los mil. Cuando yo vivía en Brasil, cobraba 1.000 reales. ¿Yo me mato a trabajar para ganar lo mínimo aceptable, y a un asesino le dan 1.300? ¿Hay que matar a una familia para ganar dinero?”, se indigna este zaragozano de adopción.

“Los derechos humanos son para las personas como nosotros, y no para ese tipo de gente (los delincuentes)", afirmó hace unos días el ultraderechista, para quien la prioridad será “la defensa de los derechos de las víctimas de la violencia”. “O pones orden en Brasil, o esto se acabó”, razona Danny Nogueira.

De la misma opinión es su hermana Helen, de 42 años, también radicada en Zaragoza desde hace tiempo y quien, como Danny, recuerda la inseguridad en las calles de Santos, su ciudad natal, a unos 90 kilómetros de São Paulo. “Me daba miedo ir por la calle, en el autobús iba agarrotada, se respiraba inseguridad por todas partes”, asegura. A su juicio, “Bolsonaro no es un salvador, pero es lo mejor que le puede pasar a mi país. Vamos a dejarle un margen de confianza porque Brasil necesita un cambio radical”.

Lo que es evidente es que Brasil está cada vez más polarizado. De hecho, las agresiones por motivaciones ideológicas han aumentado durante la campaña electoral. “Muchas de estas agresiones pueden haber sido crímenes de odio motivados por la discriminación racial, de género, de orientación sexual o incluso por la opinión política”, según Amnistía Internacional. “Lo cierto es que nunca había visto tanta división en Brasil. Tengo amigos de toda la vida que no se hablan por su filiación política, familias divididas por culpa de Haddad y Bolsonaro. Pero tengo que decir que el PT es como un cáncer y Bolsonaro, como una gripe muy fuerte. Con la gripe lo vamos a pasar muy mal durante un tiempo, pero al final nos curaremos. Pero el cáncer no hace más que extenderse. Prefiero una gripe a un cáncer”, zanja Danny Nogueira.

Ricardo Montserrat, 47 años. “Bolsonaro ha basado su campaña en el miedo”

En las antípodas ideológicas se encuentra Ricardo Montserrat, de 47 años, también brasileño residente en Zaragoza. Enamorado de la política desde pequeño, afirma que muchos ciudadanos van a votar a la izquierda que representa Fernando Haddad porque quieren “un país con unos principios democráticos y una pluralidad diferente” a la que aspira su contrincante.

Sí admite la inseguridad existente en las calles de Brasil, "donde hace años que los gobiernos sacaron a la policía de las calles y dejaron que la gente se enfrentara impunemente". “Por eso los seguidores de Jair Bolsonaro prefieren un gobierno dictatorial, pero con el que sea seguro ir por las calles sin que te asalten o disparen”, asegura este camionero. Pero también advierte: “Los gobiernos dictatoriales persiguen a los disidentes, y por eso tenemos miedo de que Bolsonaro llegue al poder, porque ha dicho que lo va a hacer, los va a perseguir”.

Por su trabajo en Brasil, funcionario de Prisiones, él tenía permiso de armas, pero no por ello las llevaría ahora siempre encima “porque llevar armas no va a acabar con la violencia”. “Puedes llevar la mejor arma del mercado, si no sabes usarla es como si no llevaras nada”, asegura, y considera que el político ultraderechista persigue, en realidad, que los políticos puedan ir armados por la calle (la ley brasileña ahora lo impide), así como “los latifundistas, para evitar que les entren a robar en las haciendas los que no tienen tierras”. Y por ello afirma que la campaña del candidato del Partido Social Liberal se ha basado “en el discurso del miedo”. “La industria del miedo vende mucho, mueve millones. Es una industria de alarmas, de seguridad privada armada, de venta de armas”, cuenta Montserrat.

Bolsonaro aboga por fortalecer la seguridad del país empoderando a los cuerpos del orden (“un policía que no mata no es un policía”, ha llegado a decir) y no oculta que le gustaría que la mitad de sus ministros fueran militares. Él mismo es un capitán en la reserva, y su candidato a vicepresidente, Hamilton Mourao, es un general retirado que también ensalza aspectos del periodo dictatorial. El ultraderechista tiene añoranza por la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985. Para Ricardo Montserrat, “los militares dejaron el gobierno, pero no el poder de las armas, y siempre han estado gobernando en la sombra”, y afirma que ellos creen que van a volver a vivir como hace décadas. “Pero no se dan cuenta de que el mundo ha cambiado, ya no hay Guerra Fría, ha caído el Telón de Acero, el mundo está muy diversificado y Estados Unidos ya no es tan poderoso a nivel global como lo era entonces. Será difícil que con Bolsonaro vuelvan a ser tan poderosos como fueron antes”, concluye.

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