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Un día en Alsacia

El pleno del Parlamento Europeo reclamó este jueves en una resolución pactada por varios grupos políticos del hemiciclo la ilegalización.
Parlamento Europeo

Dejaban atrás Frigurgo y en el viaje hacia Estrasburgo conversaron sobre la amabilidad de la gente en la ciudad alemana, la disposición a entenderse en el lenguaje que fuera, incluido el de los gestos, la armoniosa convivencia entre los peatones, los ciclistas, los tranvías y los coches. Decidieron desviarse de su camino para visitar el campo de concentración de Struthof-Natzweiler creado por el Tercer Reich en 1941, único en territorio francés.

La niebla se iba haciendo más espesa a medida que dejaban atrás los campos de maíz y viñedos y ascendían a este paraje natural de Alsacia cuajado de bosques frondosos. Entre lo que quedaba en pie del centro de internamiento y exterminio destacaba la casa que albergó la cámara de gas. Los visitantes leyeron en silencio las explicaciones sobre las atrocidades que se habían cometido en el pequeño habitáculo, sobre los experimentos pseudocientíficos a los que fueron expuestos los presos antes de ser asesinados. Permanecieron callados en el trayecto hacia Estrasburgo. Era difícil digerir el horror que se desprendía de lo aprendido en esa mañana triste de finales de agosto. La adolescente lanzó por fin la pregunta que le removía por dentro después de leer la confesión del médico que experimentó con los presos. ¿Cómo era capaz de no sentir nada por sus víctimas? Sus padres trataron de hilar una respuesta: «La empatía no es una virtud que adorne a personas tan crueles. Obedecía órdenes sin rebatirlas, tal vez por miedo, tal vez porque había asumido las tesis supremacistas y creía ser más que otros seres humanos».

El cielo se había despejado del todo cuando entraron a Estrasburgo. Caminaron hacia la bella catedral gótica de Notre Dame, centro neurálgico del casco medieval. Subieron los 332 peldaños de la torre para divisar desde sus 142 metros de altura toda la ciudad. Después bordearon el río Ill para llegar al barrio donde se concentran las instituciones europeas. Dos hileras de banderas encabezadas por la de la UE anunciaron su llegada al Parlamento Europeo. Observaron a otra familia que sacaba una bandera de franjas amarillas y rojas con una estrella blanca sobre fondo azul en un extremo para hacerse fotos con el edificio al fondo. "Buenas tardes", les saludaron. "Buenas tardes", respondió la madre con acento catalán.