La experiencia de Revuelta en el terremoto de Lambok

La ex-Miss España cuenta cuáles fueron sus emociones cuando sintió el movimiento de tierras en las islas Gili el 5 de agosto. "La situación es terrible", asegura.

Raquel Revuelta, asomada a una paradisiaca playa indonesia antes del terremoto.
Raquel Revuelta, asomada a una paradisiaca playa indonesia antes del terremoto.
Vocento

Todavía con el miedo en el cuerpo y cierta mala conciencia por "haber salido de estampida dejando atrás el horror", Raquel Revuelta ha relatado su terrible experiencia en las islas Gili, donde tuvo lugar un terremoto el pasado domingo día 5 de agosto. "Si yo accedo a contar mi historia es para que la gente se sensibilice y ayude. La situación es terrible y los supervivientes nos necesitan".

Ella también es una superviviente. "Una privilegiada", matiza. Tenía muchas ganas de conocer Indonesia y el 29 de julio se embarcó en un avión, con Luis, su pareja, rumbo a Bali. Después de una semana de turismo, llegaron a la isla de Lombok, donde pensaban descansar los últimos tres días. El domingo por la mañana fueron de excursión a las paradisiacas islas Gili, convertidas hoy en dramático escenario donde se amontonan centenares de turistas a la espera de ser evacuados. "Pasamos una jornada maravillosa practicando snorkel y nadando con tortugas". Por la tarde, regresaron al ‘resort’ y, después de recibir un relajante masaje, se fueron a descansar a su bungaló. A Raquel el terremoto de casi siete grados de magnitud, que ha matado a más de 300 personas, le pilló recién salida de la ducha y envuelta en una toalla.

El epicentro estaba a solo 20 kilómetros de su hotel y la modelo no olvidará jamás ese ruido espeluznante para el que no acaba de encontrar sinónimos... "Es como que viene de lejos pero llega rápido. Es un chasquido, una rotura de huesos, fortísimo, como si estuvieran sacudiendo la habitación con todo lo que hay dentro. Solo acerté a tirarme en el colchón y cubrirme con almohadas". El techo era de palma y no se desplomó del todo. Ella resultó ilesa. Su pareja, con algunas contusiones. "Cuando aquello terminó salimos afuera. De noche. Casi a ciegas. Había otros huéspedes. De pronto empezaron a gritar “¡Tsunami, big wave!” y echamos a correr, descalzos, yo envuelta en la toalla, en busca de un lugar más alto...".

Una noche interminable

Llegaron a campo abierto y unos residentes locales los acogieron en torno a una hoguera. "Nos dieron para comer un poco de pan. Un holandés me regaló unos zapatos de hombre. Estuve con ellos más de 24 horas. Fue una noche interminable, llena de estrellas fugaces, pero también con el terror de sentir constantes réplicas del seísmo, algunas bastante fuertes. Y las picaduras de todo tipo de insectos". Al día siguiente, regresaron al hotel Les prometieron una evacuación que nunca llegó. "La embajada española no ha estado a la altura –protesta–. Nos dejó desamparados".

Al final, Raquel y su pareja se encaminaron a un pueblo cercano donde vieron casas aplastadas con familias enteras dentro, gente sin rumbo por las calles y también aprovechados dispuestos a sacar tajada como improvisados taxistas de turistas desnortados. Uno de ellos, por unos 400 euros, y tras sortear desprendimientos y barrancos, les condujo por fin hasta el aeropuerto. "Pudimos tomar el vuelo que teníamos previsto. Fue como un milagro".

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