Por
  • José Javier Rueda

Regresan los caudillos

Trump, quintaesencia del nuevo líder arrogante y bronco.
Trump, quintaesencia del nuevo líder arrogante y bronco.
Leah Mills / Reuters

En tiempos de incertidumbre resurge el caudillismo. Así ocurre en la actualidad. Triunfan por doquier los líderes arrogantes, autoritarios e intolerantes que incluso rompen las reglas de la diplomacia más básica. Trump (EE. UU.), Putin (Rusia), Salvini (Italia), Orbán (Hungría), Duterte (Filipinas) o Erdogan (Turquía) han establecido un agresivo estilo en el que impera la brutalidad.

El presidente estadounidense es el máximo exponente de ese modelo de liderazgo déspota. Utiliza un lenguaje bronco e incluso soez que apela a los sentimientos más primarios frente a la razón. Aupados sobre los miedos de los ciudadanos, afianzan la extendida creencia de que un mandatario (sea democrático, autoritario o revolucionario) debe acumular el máximo poder para ser eficaz y obtener resultados. La historia, sin embargo, demuestra que no hay una correlación positiva entre un liderazgo fuerte y un liderazgo eficaz. El líder que maximiza su poder es más perjudicial que beneficioso para sus conciudadanos. En cambio, el liderazgo compartido tiene más provecho.

Cuando la gente siente que el país está en crisis tiende a buscar un salvador, un líder carismático. No recuerdan que Weber ya advirtió que el carisma es neutral en cuanto a valores. Todo depende de los objetivos. También Hitler era muy carismático.

En esta época de noticias falsas y de su proliferación en internet, la brutalidad del poder se ejerce con poco respeto hacia la verdad. Y del caudillismo propagandístico al totalitarismo hay un camino demasiado corto.

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