Por
  • Juan Antonio Falcón Blasco

La eurozona necesita un camino

Los gobiernos deben mejorar las instituciones de la eurozona.
Los gobiernos deben mejorar las instituciones de la eurozona.

Desde la aparición del euro, pese a todas las ventajas que ha proporcionado, las cosas no han ido del todo bien para la eurozona. De 2008 a 2016, su PIB real solo aumentó un 3% en total. Un año después de la introducción del euro, la economía de Estados Unidos era solo el 13% más grande que la de la eurozona; pero en 2016 era un 26% mayor. Tras un crecimiento real cercano al 2,4% alcanzado en 2017 (insuficiente para revertir un decenio de malos resultados), la economía de la eurozona nuevamente comenzó a perder ímpetu.

Si a un solo Estado miembro le fuese mal, habría que pensar que la culpa es de ese Estado, pero si les va mal a muchos, la culpa es del sistema. Uno de los motivos para este escenario es que la Unión Económica y Monetaria, especialmente en lo concerniente al sistema euro, se ha quedado incompleta, y es factible que esté acercándose a otra crisis. El euro eliminó los principales mecanismos de ajuste de los gobiernos (tipos de interés y de cambio) y, en vez de crear instituciones que ayudaran a los países a solventar la diversidad de situaciones que surgen, impuso más restricciones al déficit, a la deuda y a las políticas estructurales.

Se suponía que el euro traería prosperidad compartida, lo que afianzaría la solidaridad y promovería la integración. Sin embargo, la realidad ha sido distinta: se frenó el crecimiento y la discordia entre los socios de la eurozona es muy evidente. El problema no es la ausencia de ideas sobre cómo continuar la ruta emprendida. Por ejemplo, el presidente francés, Emmanuel Macron, en su discurso de la Sorbona de septiembre de 2017, articuló una visión clara para el futuro de Europa. Más bien, el obstáculo viene dado por las reticencias y la falta de voluntad por parte de los dirigentes políticos de los Estados miembros. Algunos países del sur no están muy dispuestos a llevar a cabo políticas estructurales de reforma a largo plazo; y ciertos países del norte no están dispuestos a financiar a sus vecinos, ni tampoco a comprometerse en un avance claro de la eurozona.

Como señalan los expertos, es urgente contar con un sistema común de garantía de depósitos bancarios, para prevenir hundimientos de los sistemas bancarios en los países débiles. Alemania es consciente de que una unión bancaria es importante para el funcionamiento de una moneda única, pero su actitud es similar a la de San Agustín: «Señor, hazme casto, pero no todavía». El país germano considera la unión bancaria como algo de importancia, pero prefiere ponerla en marcha en el futuro sin importarle el coste actual. La clase política de la eurozona ha entrado en un estado de parálisis y no sabe dar respuesta a este problema grave y decisorio para la supervivencia de toda la Unión Europea.

Los ciudadanos quieren permanecer en la Unión Europea, pero también quieren el fin de la austeridad y el regreso de la prosperidad. Y los políticos les dicen que no pueden tener ambas cosas, aunque tampoco son capaces de poner en marcha soluciones. Hoy como siempre, solamente una decidida apuesta por una Europa unida, y una voluntad clara de avanzar en la arquitectura del euro, dejando al margen egoísmos y cálculos electorales de corto plazo, podrá aportar bienestar a los ciudadanos europeos dentro de un entorno internacional cada vez más complejo.

Juan Antonio Falcón Blasco es miembro del Consejo Aragonés del Movimiento Europeo